Capitulo 7.

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Hailey

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Hailey.

El motor ruge, y siento el cuerpo vibrar con cada zumbido metálico de la camioneta. Miro por la ventana, el paisaje pasa tan rápido que los árboles no son más que sombras alargadas y desenfocadas. Parece que el bosque intenta estirarse hacia nosotros, como si quisiera atraparnos, sus ramas como dedos oscuros bajo la luz cada vez más tenue del atardecer. Las sombras crecen, alargándose en silencio sobre el asfalto como recuerdos de algo que nunca tuve, algo que dejo atrás y que no volverá.

El bosque empieza a abrirse, dejando que aparezcan pequeños claros donde se vislumbran colinas suaves y montañas a lo lejos, envueltas en neblina. A medida que avanzamos, el aire cambia. Puedo oler la humedad de la tierra, el aroma a pino se diluye, y el ambiente se vuelve cada vez más áspero y frío. El gran camino ahora se extiende sin fin, como una lengua oscura que nos traga en su interminable promesa de escape.

Mis ojos capturan cada pequeño detalle: la forma en que las luces de la camioneta se reflejan en las señales de tránsito desgastadas, las viejas casas de madera que parpadean y desaparecen en la distancia, y los retorcidos arbustos que luchan por encontrar su lugar al borde de la carretera. Todo parece desmoronarse bajo el peso de una especie de desolación que no conocía; como si incluso la naturaleza supiera que no pertenecemos aquí. Que somos intrusos.

Apoyo la frente contra la fría ventana, notando el contraste entre la calidez del interior y el mundo gélido que dejamos atrás. El cielo se va tornando en una mezcla de púrpura y gris, nubes densas y bajas que reflejan los últimos rayos del sol. Nos estamos alejando más de Los Reinos de la Luna, más de todo lo que conozco y de todo lo que pensé que sería mi vida.

Un suspiro se me escapa sin querer, y el vaho que dejo en el vidrio se desvanece casi al instante, como si el mundo fuera demasiado rápido para retener siquiera mi respiración.

— Caleb — lo llama Jo, rápidamente desvío la mirada hacia ellos, abandonando mis pensamientos para concentrarme en su conversación. — . Tienes que parar ya. Nos hemos alejado demasiado.

— Aún no es suficiente — insiste Caleb, su tono es amargo y unas grandes ojeras debajo de sus bonitos ojos hacen notorio el cansancio mientras pisa el acelerador, el vehículo le responde con un gruñido y un aumento gradual de velocidad mientras él mueve la palanca hábilmente.

Miro por la ventana nuevamente, el bosque cada vez es menos denso y el camino ahora es demasiado perfecto, Caleb lo llama "autopista", mi estómago ruge suplicante por comida al igual que el de todas las demás.

— Has conducido por horas, casi estamos sin combustible y te pasaste el último establecimiento... — le replica Jo con extrañeza mientras le pone una mano en el hombro. — Debes regresar, debemos bajar ahí, recargar combustible y comer algo...

— No tenemos más dinero para combustible — responde Caleb. — . Ni para comida, ni para nada. Si regreso solo habremos gastado combustible en vano.

Desterrada. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora