Hailey.
La oscuridad se asentaba como un manto pesado cuando Caleb guió el vehículo hacia un pueblo más habitado. Desde mi asiento, observaba la transformación del entorno: la naturaleza parecía retroceder para dejar espacio a calles de concreto y edificios de ladrillo. Las luces de neón en colores vibrantes iluminaban intermitentemente la escena; algunos locales aún estaban abiertos, sus vitrinas cargadas de anuncios y objetos relucientes, tan extraños y mundanos al mismo tiempo, mientras otros permanecían con letreros apagados que indicaban que estaba cerrado. Los humanos paseaban en la distancia, podía escuchar sus voces mientras conversaban entre ellos, ajenos a la presencia de criaturas como nosotros entre ellos.
El aire en la camioneta era denso, cargado de un silencio que parecía contener la impaciencia y cansancio de todos los que aguardábamos adentro. Aunque debía admitir que comenzaba a llenarse de algo nuevo: esperanza.
El hecho de que Caleb haya parado sin tener que rogarle para ello, significa que hemos llegado a donde él cree que estaremos a salvo.
Cuando Caleb detuvo el coche en una zona oscura, rodeada de negocios locales y calles estrechas, una ligera chispa de preocupación me recorrió la piel. No parece un lugar seguro, parece uno bastante expuesto.
— ¿Dónde estamos? — pregunté, rompiendo el silencio.
Kath, desde el asiento trasero, soltó un bufido, la mire rápidamente solo para notar su sonrisa burlona.
— Aww, no puede verlo — dijo, con una sonrisa tan amplia que sus dientes relucieron bajo la tenue luz.
— ¿Ver qué? — respondí, sintiéndome aún más fuera de lugar cuando todos rodaban los ojos divertidos y compartían sonrisas.
Caleb giró la cabeza hacia mí, con esa calma en sus ojos oscuros que parecía poder envolver todo el caos que habíamos tenido detrás todo el camino. Caleb era quien menos había dormido, más bien, no había dormido nada, y unas grandes ojeras bajo sus ojos se encargaban de delatarlo. Aún así, su expresión lucía aliviada.
— Lo que tú ves como un hueco oscuro —susurró —, nosotros lo vemos como lo que realmente es.
— ¿Es una metáfora o algo así? — pregunto frunciendo el seño aún más confundida.
— Hay que bajar — sonríe Caleb mientras abre su puerta y baja de la camioneta de un salto. Las chicas y Jo lo siguen rápidamente imitando su acción.
Me quedo unos segundos en mi asiento, mientras intento comprender aún que está sucediendo o de que hablan, ¿que es lo que no puedo ver?.
Mi puerta se abre dejando entrar el aire frío de la mañana, Caleb está parado sosteniéndola con una de sus manos mientras me extiende la otra con una sonrisa. Siento mis mejillas arder mientras tomo su mano y desciendo del vehículo.
Escucho el portazo detrás de mi mientras me acerco más a la zona obscura que veo entre todos los sitios bonitos y vibrantes que la rodean. Luce como un largo callejón sin salida, tan obscuro, siquiera la tenue luz de la calle logra dejar ver a qué te enfrentas.
En ese momento, una figura emergió de la oscuridad, caminando hacia nosotros con pasos lentos y decididos. Era un humano, o al menos así olía, llevaba una sonrisa amigable en el rostro y su aura era extrañamente acogedora. Se detuvo frente a nosotros y nos dirigió una leve reverencia.
— Bienvenidos al Hotel de la Esperanza — dijo, su voz resonando con una calidez inesperada que parecía abrirse paso a través del aire helado.
Apenas pronunció esas palabras, el espacio oscuro frente a mí comenzó a cambiar de una forma que me hizo parpadear, como si mi visión me estuviera engañando. Por un momento, el callejón continuó allí, vacío y sombrío, pero luego algo extraño sucedió: el aire mismo pareció agitarse, ondulando como si fuera una cortina de humo. Las sombras comenzaron a desprenderse del vacío, retorciéndose hasta formar los contornos de una estructura que parecía salir de la nada.
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Desterrada.
FantasyHailey jamás imaginó que un accidente marcaría su destino. Declarada culpable por su propio Alfa y desterrada de la manada, ahora huye, perseguida por aquellos que una vez llamó familia. Sin refugio y marcada como traidora, su única esperanza yace e...