4. Un tropiezo

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Observé los restos de comida pegados en el fondo del plato hondo donde comí sopa ayer, ¿o fue antier? Llevaba dos minutos fregando con la esponja sin parar y se negaban a salir.

— Vamos, sal, comidita. — Empecé a fregar rápido con la esponja y restos de comida van a parar debajo de mis uñas. — ¡Que ascooooo! — Sacudí fuertemente la mano, en un intento desesperado por quitarme la sensación y con el movimiento me pegué con la orilla de las encimeras.

— Pta madre. — Dije entre dientes, me mordí los labios para no seguir diciendo palabrotas y escuché la escandalosa risa de Carolina a través de la pantalla de mi celular. — Me olvidé de que estabas ahí.

Desde que me mudé, habíamos estado haciendo esto varias veces por semana, cada quien hacía sus actividades mientras estábamos en videollamada, solo para sentirnos acompañadas.

— Yo también, estaba lavándome la cara hasta que volteé y te vi luchando por tu vida. — Dijo mientras seguía riéndose. 

Mientras masajeaba mi dedo, vi su cara ahí, plasmada en mi celular y me dio tristeza pensar en los kilómetros que nos separaban. No es que en algún momento haya sido diferente, nos conocimos en línea hace 5 años, y un par de veces ella se las arregló para venir a visitarme pero después ya no fue tan fácil.

A veces quisiera que nuestra historia fuera diferente, que pudiera decir que la conozco desde siempre, que de niñas vivíamos cerca y que pasábamos las tardes en la casa de la otra. Tal vez así la gente entendiera cuanto la quiero y lo mucho que me hace falta alguien a quién nunca he tenido en mi día a día.

— ¿Toya? — La voz de Carolina me trae de vuelta al presente. — Hiciste eso con tu cara otra vez.

— ¿Qué cosa? — Por su puesto que sabía que cosa.

— Mirar fijamente a un punto y que tu mirada se vea vacía.

Vacía. Odiaba que usaran adjetivos así conmigo.

— Perdón. Yo... — Bajé mi mirada a mi dedo aún adolorido y vi que aún tenía comida debajo de las uñas, me ocasionó la misma sensación de desagrado pero ahora mi mente estaba enfocada en otro malestar. — Estaba pensando lo mucho que te extraño y lo mucho que me serviría tenerte cerca. Especialmente con la presentación acercándose.

— ¡Es verdad! ¿Es en una semana, verdad? — Comenzó a rascarse la cabeza con el dedo índice, hacía eso cuando se sentía mal, estaba angustiada o preocupada. Incluso incómoda, un ademán muy típico de ella.

Hace unas semanas, alguien me contactó de última hora para invitarme abrir un evento en un festival en la capital de Oaxaca, aparentemente el artista que tenían canceló y les urgía conseguir a alguien, se ofrecieron a pagar el transporte, hospedaje y comidas. 

Tenía meses tocando en un bar los fines de semana, hubo algunos fines de semana que me contrataron para tocar en eventos, como cenas  o pedidas de mano pero empecé a sentirme que no progresaba, apenas podía subsistir con lo que ganaba. Así que, acepté en un momento de valentía. Mis uñas y mi colitis nerviosa han pagado el precio por eso.

— Sí, no sé si pueda hacerlo. — Tomé el celular, recorrí mi pequeño departamento como en 7 pasos y me acosté en mi cama. — Nunca he tocado en un lugar con más de 40 personas

— ¿Cuántas personas habrá en ese lugar? — Empecé a intentar imaginar un número, pero solo el hecho de imaginar una multitud me hacía sentir nauseas. — ¿Crees que vayas a conocer a otros cantantes? ¿Quiénes estarán?

— No lo sé, — sonreí por verla emocionada — ni siquiera he querido ver nada sobre el festival. No es uno muy grande, creo que la mayoría seremos artistas locales. Es un evento financiado por el gobierno, tampoco creas que le invierten en artistas internacionales. — Me levanté a subirle la intensidad al abanico, era una noche calurosa. — Pero aún así, no es algo a lo que esté acostumbrada.

𝑹𝑬𝑴, solo es un sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora