23. Oasis

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Humberto:


— ¿Estás bien? — Victoria aún seguía abrazada a mi, llorando.

Se separó de mí, tomó un respiro y asintió. Ni siquiera se molestó en limpiarse las lágrimas.

— En verdad me gusta la idea de pasar toda mi vida contigo.

— No es una idea, es una promesa. — Le di un beso en la frente después de que ella sonriera y pusiera su cabeza en mi hombro.

Nos quedamos unos minutos así, sentados en el suelo a unos cuantos metros de la cascada. Solamente escuchando el ruido de los pájaros y el agua correr.

— ¿Te imaginas despertar todos los días con estos sonidos? — Victoria rompió el silencio.

— ¿Te gustaría?

— Siento que así sería mi cielo.

Me hizo sonreír su idea.

— Pensé que dirías que una playa.

— También, pero la playa la asocio más con verano, fiesta y diversión. Este lugar me transmite más paz y tranquilidad.

— ¿Así se habrán sentido los guardabosques viviendo en sus casitas de piedra en la edad media? — Pregunté riendo.

Nos quedamos sentados en ese lugar hablando de tontería y media hasta que nos dio hambre, volvimos a la casa y empezamos una discusión por quién haría la comida.

— Te dije que no podías llevarme la contraria. — Le recordé.

Ella se mordió los labios probablemente pensando en como salirse con la suya.

— ¿Puedo hacer el agua? — Hizo un intento de acercarse al refrigerador pero le apunté hacia la sala de estar impidiéndole el paso.

Hizo un puchero pero se fue.

Estaba emocionado, era la primera vez que iba a estar a cargo completamente de la comida. Había visto algunos tutoriales para asegurarme de hacerlo bien pero no pensé en el hecho de que no tendría mi celular conmigo.

Tomando mi orgullo fui hasta donde estaba Victoria.

— ¿La pasta se echa al agua ya que está hirviendo?

Me vio aguantándose las ganas de reír e hizo un intento por levantarse del sillón pero la detuve.

— ¡ES SOLO UNA PREGUNTA DE SI O NO! — Dije volviendo rápido la cocina antes de que quisiera adueñarse de ella.

Quisiera decir que fue la única vez que fui a confirmar información, pero al final terminé aceptando que se sentara en la cocina para que me ayudara cuando olvidaba algo.

De todos modos, me sentía muy orgulloso del resultado: un spaguetti a la boloñesa acompañado de pan con ajo y parmesano.

Más orgulloso me sentí cuando Victoria dijo que estaba rico, para comprobar que no estaba siendo amable me apuré en sentarme a probarlo. De verdad había quedado muy bien.

— Ya veo porque te gusta cocinar. — Miraba mi plato como si fuera una obra de arte.

— No es justo que seas tan bueno en todo lo que haces. — Se indignó en broma.

— ¿Qué más quieres hacer hoy?

Se quedó pensativa un rato.

— No hay televisión, ¿no?

Negué y ella empezó a reír.

— No sé qué hacer sin tecnología.

Yo estaba igual.

𝑹𝑬𝑴, solo es un sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora