𝑹𝑬𝑴, solo es un sueño

10. Playita

Victoria:

Veo los árboles pasar rápidamente frente a mí, curva tras curva, el paisaje se va viendo cada vez más verde. No considero que tenga un estómago débil pero en la carretera de Oaxaca es difícil no sentir náuseas con tanta vuelta. Sé que debería dormir un poco pero simplemente no puedo.

Siento un peso repentino a mi lado, volteo y veo a un Humberto profundamente dormido, el peso de su cabeza por fin había ganado la batalla y terminó cayendo sobre mi hombro.

Sonreí de verlo ahí, es algo que todavía no terminaba de creerme. Hace un par de meses escuchaba sus canciones 24/7 y hoy lo tenía durmiendo a mi lado en un autobús con rumbo a Mazunte.

Esta mañana me dio la sorpresa que tomaría el autobús de regreso conmigo, le dije que él tomara un avión y se negó. No sé como le hizo para lograr escaparse tres días conmigo, tenía tantos compromisos encima y me sentía tan conmovida por el esfuerzo que estaba haciendo por mí.

— Ya llegamos. — Le hablé con voz baja y empecé a acariciarle el pelo para despertarlo mientras el autobús entraba a la central.

— Pasajeros con destino a Huatulco, favor de desembarcar.

— ¿No íbamos a Mazunte? — Preguntó confundido mientras aún se tallaba los ojos.

— Sí pero no hay central en Mazunte, tenemos que tomar un taxi hasta allá.

— Diosss, más carretera. — Se quejó mientras se levantaba de su asiento y tomaba sus cosas del pequeño compartimento que hay frente a  ti.

— Oye, tú fuiste el que aceptó venir en camión. — Me defendí.

— ¡Estoy bromeando! — Se rio mientras se acercaba a darme un beso en los labios. 

Desde que nos dimos el primer beso, no ha dejado de buscar oportunidad para darme otro y con cada beso, sin falta, me he sonrojado de la misma manera como con el primero. Creo que jamás terminaría de acostumbrarme a esa sensación.

Una hora y quince minutos después, estábamos por fin llegando a mi departamento. Subimos hasta el segundo piso cargando nuestras cosas y me detuve frente a la puerta mientras buscaba mi llave.

— Que hermosa vista. — Humberto estaba viendo el horizonte, seguí su mirada y dejé lo que estaba haciendo.

Frente a mi puerta había una pequeña terraza, había comprado algunas plantas, un par de sillas y coloqué una hamaca, un pequeño espacio de tranquilidad que hace mucho no me daba el placer de disfrutar. Más allá de esto, se veía un paisaje lleno de árboles y palmeras, para terminar en un amplio mar que se estaba por tragar el sol.

Nos quedamos en silencio hasta que terminó de oscurecer.

— Hace mucho no veía una puesta de sol tan bonita. — Dijo él mientras yo abría la puerta y entraba al departamento.

— Todas las puestas de sol son hermosas. — Dije mientras el olor característico de este lugar inundaba mis narices: hierbabuena y un poco a madera.

— Si, pero siento que hace mucho no me detenía a ver uno.

— Creo que yo tampoco. — Pensé un momento en eso y lo detuve en la entrada antes de que pasara — prometamos algo, hay que tomarnos MINIMO 2 minutos al día para apreciar lo que tenemos alrededor y nos vamos a contar que fue lo que vimos, ¿trato?

Le estiré el meñique para hacer un pinky promise.

— Trato. — Dijo sonriendo y se inclinó para darle un besito a la punta de mi dedo.