Hora de la isla

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Faltaba poco para el viaje a la isla por las vacaciones, y no podía esperar para divertirse y asesinar. El plan que habían construido era casi perfecto, impecable, y dudaba que el pulpo saliera vivo de Okinawa. Pero más allá de eso, le emocionaba poder ir a la playa otra vez después de tantos años. Además, iba a estar lejos de casa, lejos de sus padres, y podría disfrutar plenamente de verdadera libertad para estar cerca de Karma. Se veía tentada a dejar su celular y así evitar cualquier tipo de contacto, pero también quería tomar muchas fotos.

Estaba organizando todo lo que llevaría para el viaje, empacando en bolsas y neceseres sus cosas de aseo personal (jabón, shampoo, acondicionador, crema de peinar, pasta y cepillo dentales, cepillo para el pelo, toallas sanitarias y tampones, bloqueador solar, desodorante y perfume), y una bolsa de bragas suficientes (7 u 8, en caso de que ocurra un sangriento accidente), otra bolsa con chanclas y sandalias, y mudas de ropa fresca y unos cuantos accesorios, porque siempre debía verse divina. También un pequeño estuche con un par de labiales, delineador, máscara de pestañas y desmaquillante. Una vez se aseguró de que estuviera todo en su lugar, empezó a cerrar la maleta.

Tocaron su puerta, y ella dio permiso para pasar. Su padre se asomó.

—¿Qué tal vas?—le preguntó—. ¿Puedo pasar?

Asintió, volviendo a abrir la maleta—. Dime si falta algo. A veces se me olvida llevar algo importante. Aquí está todo lo de aseo personal, mi ropa interior, estas son las mudas de ropa, las sandalias... ¿Falta algo?

—¿Pijama? ¿Calcetines?

—¡Es verdad! Gracias.

Buscó un pijama y lo metió en la maleta. Ahora sí debía estar completa.

En las últimas semanas, su padre se había mostrado menos intenso y podía hablarle y aconsejarle con un tono menos agresivo, lo que facilitaba la comunicación y hacía que confiara un poco más. Le estaba demostrando que había cambiado, y eso la hacía feliz. En el último tiempo se había dado cuenta de que en realidad sí quería un padre. Se había dado cuenta de que una parte de ella deseaba que él realmente hubiera regresado para quererlas y protegerlas, y ser una familia.

Muchas veces en el pasado había visto a sus tíos ser buenos con sus primas, y la envidia se instalaba en su pecho cada vez que los veía reír juntos, compartir caramelos, y ser padre-hija. Siempre guardó algo de esperanza junto al odio y al rencor, y ahora que su padre se mostraba más comprensivo y menos imponente, el enojo había desaparecido y había dejado ganar a la esperanza de tener un padre como los demás. Quería una buena relación con su padre.

—Ahora sí.

—¿Bloqueador?

—Sí.

—¿Chanclas?

—Síp.

—¿Bañador?

—...

Fue a su cajón y tomó un par de bikinis, metiéndolos en la bolsa de la ropa interior.

—¿No tienes uno de una pieza?—le preguntó el hombre.

—¿Por qué?—le preguntó de regreso, con el ceño fruncido.

—No sé si un bikini con las olas y el movimiento sea buena idea. No sé, solo supongo. Tu madre me contó que eres muy inquieta en el agua.

Rio un poco—. Sí, pero no te preocupes. No son pequeños y se ajustan bien. Ninguna ola, por más grande que sea, podrá moverlo—aseguró—. Además, investigué y el oleaje no es muy fuerte de todos modos. Estaré bien.

—¿Segura?

—Mira, para que te quedes más tranquilo—tomó uno de sus bañadores de una pieza, lanzándolo dentro—. En caso de que lo necesite, ahí está.

Mitades Complementarias || Karma Akabane Donde viven las historias. Descúbrelo ahora