Hora de XXXXXXX

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Respiró profundo, manteniendo la calma. A su lado estaba Karma, igual de cuidadoso, viendo el espacio entre las butacas con atención. No iba a mentir, tenía algo de miedo. Eran armas de verdad, y se enfrentaban a un asesino profesional. Un tirador. Ese hombre debía tener una puntería monstruosa.

Todos estaban tensos, expectantes, asustados de lo que podría pasar, conscientes de la gravedad de la situación. Pero habían aprendido a mantener la calma ante las situaciones más críticas y decisivas. Habían aprendido a pensar con la cabeza fría en todo  momento y relajarse cuando las emociones parecían salirse de control.

—Catorce... No, son quince—murmuró el extraño—. A juzgar por su respiración, son jóvenes en la mitad de la adolescencia.

Tragó saliva, sorprendida. ¿Cómo podía saber todo eso escuchando una respiración?

—Quién lo hubiera imaginado, todos los que pueden moverse llegaron hasta aquí.

Un disparo la hizo sobresaltarse, poniendo los vellos de su espalda de punta, pero mantuvo la calma y también vio entre las butacas, midiéndolo con la mirada. Atacarlo sería complicado.

—¿Saben? Esta sala está completamente insonorizada. Voy a llenarlos de plomo antes de que nadie pueda venir a salvarlos.

Eso quería decir que no habría interrupciones que pudieran distraerlo unos segundos para aprovechar y atacarle. Su arma era un revolver, lo que quería decir que se descargaba rápido y debería tomar pausas cada seis u ocho balas para recargar, lo que podía ser una oportunidad si atacaban todos juntos. El problema, por supuesto, era que seis u ocho compañeros no lo iban a contar, y, además, perderían a la mitad de su ejército. No era una opción.

—Ustedes y yo sabemos que no tienen las suficientes agallas para tomar una vida, así que salgan de una vez como los buenos niños que son antes de que el jefe los-

Otro disparo atravesó la sala, pero esta vez, no fue por parte de aquel asesino. Hayami había disparado al tipo, anda a saber con qué intenciones, pero al parecer, había fallado.

El hombre se quedó en silencio un momento, seguramente, reevaluando la situación.

—... ¿Les han quitado a nuestros matones las Modelo 60?—preguntó, sorprendido pero serio—. Estudiantes de secundaria entrenados para el asesinato... Excelente.

Encendió las luces del escenario, que los encandiló a todos. Sus ojos dolieron durante un par de segundos por el repentino cambio de la iluminación, y debió estrujarlos un momento antes de regresar su mirada al enemigo, con los ojos entrecerrados. Ahora se veía incluso peor. Solo era una sombra imposible de distinguir.

—Parece que este trabajo realmente merecerá la pena—murmuró el tipo.

Con la iluminación era imposible ver el escenario, así que apuntar a cualquier cosa alrededor de aquel hombre para distraerlo o lastimarlo era complicado.

—¡Hoy me volveré a sentir bien con mi sabrosísima pistola!—exclamó el asesino, antes de disparar con dirección a Hayami.

Ok, tenía una pregunta.

¿Cómo que “sabrosísima pistola”? ¿De verdad se metía la pistola en la boca?

Miró a Karma, con una expresión de absoluto asco, que hacía pareja con su expresión confundida. Ese hombre estaba mal, muy mal de la cabeza.

—Nunca se me olvida la posición del enemigo una vez ha disparado—continúo hablando—. Solía estar en el ejército, ¿saben? Trabajar allí me dio un don para descubrir la posición de mis enemigos, e identificar pistolas con la lengua solo hizo que me encantaran las armas.

Mitades Complementarias || Karma Akabane Donde viven las historias. Descúbrelo ahora