Hora de Karma y TN, segunda hora

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P.O.V. Karma.

—Si insistes—le respondió al hombre.

Tomó aire, apretando su agarre en la rama, antes de abalanzarse hacia su objetivo, sabiendo realmente que no le iba a dar. Y tal como pensó, el hombre bloqueó su ataque con una mano, y con la misma, rompió la palmera a la mitad. Su fuerza era impresionante, y aunque también era excepcionalmente fuerte, no podía compararse.

—Muy débilnu. Tendrás que encontrar una mejor armanu—dijo el rubio.

Él le sonrió—. No la necesito.

El rubio volvió a atacarlo, y esta vez, sí que necesitó observar bien cada movimiento. Era rápido, y cada golpe que bloqueaba dolía como nunca le había dolido. Era un rival digno, pero bastante peligroso. Pero, aunque fuera veloz, él estaba acostumbrado a ver una figura amarilla moverse a la velocidad del sonido. Sus ataques se veían en cámara lenta para él.

Debía tener mucho cuidado, siendo que no se enfrentaba a cualquier persona. No se enfrentaba a Karasuma, que era mucho más delicado. Se enfrentaba a alguien cuya profesión era aplastar cráneos, y lo había provocado.

Aprieta con una fuerza capaz de aplastar cráneos, analizó, esquivándolo con facilidad. Una vez me ponga las manos encima, game over. De entrada, parece un juego imposible de ganar, pero cambiando las posiciones, es igual al juego imposible de ganar que jugamos siempre.

Amaba la adrenalina de pelear, y más contra oponentes que significaban un desafío. Todo su cuerpo cosquilleaba, y los puntos que el golpeaba se entumecían un momento antes de que volviera a moverse para esquivar el siguiente ataque. Siempre fue una persona que no dudaba al tomar riesgos, que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa si eso significaba ganar. Por eso, no le importó la idea de morir si mataba a Koro-sensei el primer día que tuvo clase con él.

Pero ya no se podía dar ese lujo. Ahora, entendía que había peleas que no se podían ganar, aunque lo odiara, y que no siempre se saldría con la suya, porque había batallas para las que no estaba preparado.

Sin contar, que ahora tenía una razón muy buena salir vivo de todas y cada una de sus peleas, y esa razón estaba detrás de él, mirando con la misma atención que él cada movimiento del rubio, lista para saltar en caso de que lo necesitara.

Era una persona más que capaz, y a muy temprana edad se dio cuenta de que era un prodigio, con un cerebro impresionante y capacidades que no todo el mundo tenía, muchísimo menos a esa edad. Alardeó de cada una de ella hasta el final, aprovechó cada una de sus capacidades al máximo, y creyó sinceramente que era invencible por esa habilidad que poseía de manera innata, seguramente una herencia de su madre. Hasta que probó la derrota, y se dio cuenta de que era un prodigio, pero que también necesitaba mejorar, y esforzarse por avanzar. La única diferencia con el resto es que él aprendía a una velocidad vertiginosa.

Por eso pudo aprender los movimientos de Karasuma sin que este se los enseñara, viéndolo en la distancia mientras esquivaba a uno o más compañeros, y lo adaptó de manera casi exacta. Por eso podía esquivar con tanta facilidad al profesional frente a él.

Puedo esquivarle, pero si ataco, me cogerá, pensó para sí mismo, esquivándolo una y otra vez, sintiendo sus músculos tensos y el sudor correr por su frente. Dio un paso atrás cuando el hombre se detuvo, manteniendo la guardia bien alta. ¿Por qué había parado? ¿Qué planeaba hacerle?

—¿Qué pasanu?—le preguntó, con el ceño fruncido—. Si no me atacas, no conseguirás pasarnu.

Me pilló. Se enderezó, sonriéndole inocentemente, y usando su usual tono de “tonto” para despistar.

Mitades Complementarias || Karma Akabane Donde viven las historias. Descúbrelo ahora