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James estaba tramando algo...

Me condujo a su enorme mansión. La emoción me recorría las venas. Una vez dentro, cerró la puerta y me dijo: Cierra los ojos.

Se lo agradecí.

¿Qué pretendía?

-¡Qué silencio! señalé. El corazón me latía mucho más deprisa. ¿Están tus padres en casa?

-No-dijo, pero no ofreció más explicaciones.

Me cogió de la mano y me condujo con cuidado al interior de la casa. Sentí una gran expectación. Caminamos hasta que James me detuvo. No tenía ni idea de dónde estábamos en aquella enorme mansión.

-Quédate aquí-dijo.

Asentí con la cabeza. El corazón me latía tan deprisa que lo sentía en la garganta. Me quedé allí, envuelta en la oscuridad. Escuché el suave sonido de James moviéndose. Se oía el leve crujido de telas. Luego, el suave tintineo de los platos: cada sonido aumentaba mi curiosidad y mi expectación.

Oí el llamativo sonido de las cerillas...

-Abre los ojos ordenó James.

Al obedecer, mi mirada se posó en un espectáculo que me dejó sin aliento. Ante mí había una hermosa mesa para dos, adornada con velas parpadeantes que proyectaban un cálido y romántico resplandor. No pude evitar una sensación de asombro.

¡James había preparado una cena romántica!

-James... -Respiré. Mis manos volaron para taparme la boca.

James sonrió. Estaba claro que le complacía mi reacción. Me hizo un gesto para que tomara asiento. Así lo hice. Empujó el asiento hacia delante para que yo estuviera más cerca de la mesa.

-Necesito un momento para calentar nuestra cena. La cociné antes de ir al festival de Navidad.

-¿Cocinaste para nosotros? - Sabía que cocinaba, ya me lo había dicho antes. Pero me pareció increíble que hubiera cocinado para mí. Este lenguaje de amor me llegó al corazón.

-Lo hice-sonrió.

James desapareció en la cocina. Podía oír el débil chisporroteo de algo calentándose y un tentador olor flotaba en el aire. Se me hizo la boca agua.

¿Qué había cocinado? ¿Hamburguesas? ¿Pizza?

James salió de la cocina con dos platos de comida humeante. Había cocinado espaguetis y albóndigas con salsa de tomate. Mi corazón se hinchó de gratitud y afecto. Estaba claro que había puesto mucho empeño en esta velada y no pude evitar sentirme increíblemente conmovida por su gesto.

-No tengo palabras dije, sintiendo que las lágrimas me punzaban los ojos.

-Entonces, no hables -dijo, poniendo un plato delante de mí. Sólo disfruta.

Podría haberse sentado frente a mí, pero eligió la silla contigua a la mía. La acercó tanto que mi pierna rozó la suya.

No podría imaginar una forma más perfecta de pasar la velada.

Mientras James hacía girar el tenedor alrededor de los espaguetis, un brillo juguetón bailaba en sus ojos. En lugar de llevarse el tenedor a los labios, me lo ofreció. Acepté y le di un bocado. Los sabores estallaron en mi lengua.

¡ÑAM!

Pero cuando intenté devorar los espaguetis con elegancia, enseguida me di cuenta de que la elegancia era una causa perdida. Un espagueti se escapó de mis labios, aterrizando sin ceremonia en mi barbilla, mientras la salsa de tomate goteaba sobre mi pecho. Mis mejillas se sonrojaron de vergüenza mientras sorbía apresuradamente el espagueti perdido y buscaba una servilleta para limpiar el desastre.

La Gran keily 2>>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora