¿♡32 Final♡?

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El corazón me dio un vuelco al abrir el buzón. Habían pasado unas semanas desde que James había entregado su trabajo.

Los dos habíamos solicitado plaza en el MIT y esperábamos recibir las cartas de aceptación o rechazo uno de estos días. Cada día que abría el buzón, me ponía nerviosa pensar que mi carta estaría allí. Cuando no era así, me sentía profundamente decepcionada.

Entonces, tendría que esperar al día siguiente, lo que era tiempo suficiente para que mi ansiedad empeorara. ¿Sería hoy el día en que por fin llegaría mi carta? Rebusqué entre los sobres.

Había uno para mi madre. Uno para mi padre. Otro para mamá. Vi extractos bancarios y otras cosas...

Ahí estaba. Una carta del MIT, dirigida a mí.

Casi se me paró el corazón y no pude evitar mirarlo fijamente. Pasé los dedos por encima de mi nombre, aceptando que era real.

Esto me devolvió a la realidad. Me apresuré a entrar en casa, saludando rápidamente a los vecinos. Mi corazón se aceleró como si acabara de correr una maratón.

Esta carta prometía las respuestas a preguntas que me habían atormentado durante semanas. Cuando entré en el salón, papá me miró desde donde estaba sentado en el sofá. Tenía un refresco en una mano y el mando de la tele en la otra.

Mi madre se sentó a su lado, con la mano en el muslo. Keily, ¿está todo bien? Estás pálida dijo papá.

Mamá miró las cartas que tenía en la mano. Al instante se irguió más. -Has recibido la carta del MIT, ¿verdad? -exclamó.

Asentí con la cabeza. Con dedos temblorosos, puse sus cartas sobre el mostrador. Agarré la mía, arrugando el papel. ¡Pues ábrela! dijo papá.

Miré el sobre, adornado con la prestigiosa insignia del Instituto Tecnológico de Massachusetts. Se me hizo un nudo en la garganta al sostenerlo entre las manos.

¡Guau!, ¿estaba preparada para esto?

-¡Vamos! -me instó mi padre, apagando el televisor.

Pero a pesar de las ganas que tenía de abrir el sobre y descubrir sus secretos, dudé. La expectación era casi insoportable, el miedo a la decepción se cernía sobre mi mente.

¿Y si la carta no contenía las noticias que tanto anhelaba? ¿Y si mis sueños se hacían añicos en un instante?

-¡Vamos, Keily! -presionó mamá.

-No sin James-decidí.

James y yo habíamos trabajado tanto para esto, que no estaría bien abrir la carta si él no estaba aquí. Saqué mi teléfono del bolsillo, lista para llamarlo.

Sonó el timbre. Me di la vuelta y abrí.

Y allí estaba James, de pie, con su carta en la mano.

Ni siquiera nos saludamos. Miré su carta. El miró la mía. Juntos nos dirigimos a la mesa de la cocina.

Sabía que mis padres querían seguirme. Parecían visiblemente nerviosos. Pero al final, decidieron quedarse en el sofá, dejándonos espacio a James y a mí. Sabían lo mucho que habíamos trabajado para conseguirlo.

Sabían que era el gran momento que habíamos estado esperando. Sentados, James y yo colocamos nuestras cartas una al lado de la otra. El peso de la expectación flotaba en el aire.

No necesitábamos abrirlas todavía. Por un momento, nos sentamos en silencio, sumidos en nuestros propios pensamientos y emociones. Fue un momento de tranquila reflexión, una oportunidad para asimilar el significado de lo que estaba a punto de suceder.

La Gran keily 2>>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora