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Era el gran día. El aire estaba cargado de expectación cuando tomé asiento en las abarrotadas gradas.

Estaba rodeada de caras ansiosas, todas esperando el comienzo del partido de fútbol Westview contra Jenkins. El estadio bullía de emoción.

Estaba rodeada de mis amigos. Todos estaban felices, emocionados.

Otros estudiantes habían hecho pancartas y ondeaban los colores de su equipo con fervor. Pero, en medio del ambiente de júbilo, mi mente estaba consumida por la preocupación.

Sólo podía pensar en James. No había sabido nada de él desde nuestra pelea.

Le había enviado un mensaje. No me había contestado.

Había enviado dos mensajes. Luego, tres.

Y mis mensajes seguían sin respuesta. Miré a la multitud.

El corazón me dio un vuelco cuando vi al padre de James sentado unas filas más abajo. Su expresión era indescifrable mientras observaba a los jugadores del Westview calentando en el campo.

No pude evitar preguntarme qué estaría pasando por su mente. ¿Dónde estaba James?

Cuando los jugadores entraron en el campo, una oleada de entusiasmo recorrió a la multitud. Sus gritos resonaron en las paredes del estadio.

Pero en medio de la cacofonía de sonidos, mi corazón latía con otro tipo de expectación. Mis ojos escudriñaron el campo en busca de James.

Primero vi a Lucas. Parecía concentrado y preparado para el partido.

A cada momento que pasaba, mi ansiedad aumentaba. Mi mirada recorría frenéticamente el césped en busca de cualquier señal de James.

Primero vi a otros jugadores como Keith y Axel. Tal vez, James había elegido un futuro académico.

Tal vez, había priorizado el MIT sobre el fútbol, Tal vez, no estaba aquí.

Los jugadores tomaron sus posiciones... Y allí estaba James.

Su conocida figura vestía el uniforme de su equipo. Una oleada de emociones contradictorias me invadió mientras lo observaba.

Era una mezcla de tristeza, decepción y resignación. No es que le envidiara su amor por el fútbol; en todo caso, admiraba su pasión y dedicación a este deporte.

Pero lo que más me dolió fue saber que eso no era lo que realmente quería hacer. James me había dejado muy claro una y otra vez que sus aspiraciones iban más allá del campo de fútbol.

Me había dicho que su sueño era unirse a mí en el MIT. Y, sin embargo, aquí estaba, sacrificando ese sueño por el bien de su padre.

Miré al señor Haynes, que aún no me había visto. Se frotó la barbilla con los dedos, como si estuviera pensativo. Empezó el partido.

Mientras observaba a James moverse por el campo con facilidad, una punzada de tristeza me atravesó el corazón. El peso de su decisión se apoderó de mí.

No se trataba sólo del fútbol contra la universidad, se trataba de James viviendo su
vida por otra persona, sacrificando su propia felicidad y realización en el proceso.

Ojalá hubiera contestado a mi mensaje. Ojalá hubiéramos tenido tiempo de hablarlo antes.

Ahora James se mantenía erguido, su presencia llamaba la atención. Estaba preparado para ganar, ¿no?

Como capitán del equipo, Lucas ladraba órdenes. Desde mi asiento no podía oír lo que decía.

En el bando contrario, el quarterback de Westview, Ryan, observaba el campo con mirada férrea. Parecía calcular cada movimiento mientras se preparaba para enfrentarse a la formidable defensa del instituto Jenkins.

La Gran keily 2>>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora