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Me preparé.

-¡Cuatro!

Iba a gritarme, ¿no? Me lo merecía.

-¡Tres!

Lo había evitado la mayor parte de la noche. Había huido de él. Le había complicado la noche.

-¡Dos!

Pero en lugar de la esperada confrontación, James me sorprendió. Su intensa mirada se suavizó.

-¡Uno!

Sus labios se estrellaron contra los míos en un beso repentino y posesivo que me dejó sin aliento.

En ese momento, el mundo que nos rodeaba se volvió borroso a medida que la intensidad del beso se intensificaba. El abrazo de James era dominante, me acercaba hasta que no quedaba espacio entre nosotros.

El tiempo parecía haberse detenido mientras nos perdíamos en el calor del momento. Nuestros labios se movían en una desesperada y hambrienta danza de pasión. Cada roce, cada caricia estaba cargada de una intensidad abrumadora que me dejaba temblando de deseo.

Terminé el beso. Me pesaba el pecho mientras intentaba recuperar el aliento. Pero al mirar a mi alrededor, noté las miradas curiosas de los espectadores. Sus ojos se detenían en James y en mí. Cuando algunos se dieron cuenta de que me fijaba en ellos, apartaron rápidamente la mirada. Otros se encontraron con mi mirada crítica.

El pánico se apoderó de mí.

Pero antes de que el pánico pudiera consumirme, la voz de James atravesó la bruma de mis pensamientos.

-Mírame, Keily me ordenó, clavando su mirada en la mía con una intensidad feroz-. Olvídate de todos los demás. Sólo estamos tú y yo. Eso es lo único que importa.

Sus palabras eran como un salvavidas que me mantenía en el momento presente. Con la respiración agitada, aparté los ojos de las miradas indiscretas de la multitud y me centré en la determinación inquebrantable de la mirada de James.

Y entonces, sin mediar palabra, se inclinó para besarme de nuevo. Sus labios reclamaron los míos con una urgencia posesiva que me dejó sin aliento. Mientras nuestros labios bailaban, sentí que era exactamente con quien debía estar.

Cuando el beso terminó, sentí que me invadía un sentimiento de culpa. Mis mejillas se sonrojaron de vergüenza por el espectáculo que habíamos dado.

-Lo siento-murmuré, con la voz apenas por encima de un susurro mientras apartaba la mirada, incapaz de encontrarme con los ojos de James.

-No tienes nada que lamentar, Keily dijo, con voz firme, mientras me levantaba suavemente la barbilla y me obligaba a mirarlo Tienes todo el derecho a estar aquí, a compartir este momento conmigo. Nunca te disculpes por eso.

Sus palabras fueron como un bálsamo para mi alma herida, calmando las dudas e inseguridades que me habían atormentado durante tanto tiempo. En ese momento, recordé una vez más lo perfecto que podía ser James.

Nunca podría ser tan perfecta como él.

Pero mientras lo miraba, una pregunta persistente resonaba en los recovecos de mi mente: ¿qué había hecho yo para merecer a alguien tan increíble como James? En un mundo lleno de incertidumbre y dudas, él era la única constante, la roca en la que siempre podía confiar.

Cuando sentí el peso de sus palabras, no pude evitar una sensación de asombro y gratitud. ¿Cómo había tenido tanta suerte de encontrar a alguien que me viera tal y como soy, con todos mis defectos, y me amara incondicionalmente? Era una pregunta que no podía responder, pero una cosa era segura: querría a James con todo mi ser, mientras él me quisiera.

La Gran keily 2>>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora