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Las palabras de Chad se repitieron en mi cabeza. -No sé cómo una vaca gorda como tú engañó a James para salir con él, pero voy a arreglarlo. -Y otra vez: No sé cómo una vaca gorda como tú engañó a James para salir con él, pero voy a arreglarlo. -Y otra vez- No sé cómo una vaca gorda como tú engañó a James para salir con él, pero voy a arreglarlo.

Las palabras de Chad de ayer se repetían en mi mente como un disco rayado, y cada repetición calaba más hondo en mi conciencia. Había dado vueltas en la cama toda la noche por ellas.

Y ahora seguían molestándome al día siguiente. Intenté no volver a pensar en ellas. Pero era imposible.

Mientras recorría los abarrotados pasillos de la escuela, mi mirada pasaba ansiosamente de una cara a otra, buscando a James entre la multitud de estudiantes. Lo necesitaba.

¡Ahí estaba! Pero Chad estaba justo a su lado, haciendo que se me cayera el corazón. -No sé cómo una vaca gorda como tú engañó a James para que saliera con él, pero voy a arreglarlo.

Arreglar eso. Como si yo hubiera roto de alguna manera a James. Como si hubiera hecho que las cosas le fueran mal. Se me nubló la vista, pero, en seguida, parpadeé para que se me saltaran las lágrimas.

Ansiaba confiar en James. Tenía que contarle lo que Chad había dicho, pero no quería hacerlo delante de él. Tendría que esperar hasta que tuviéramos algo de intimidad.

Temerosa de acercarme a ellos, consideré la posibilidad de darme la vuelta. Pero entonces James me vio e inmediatamente se dirigió hacia mí. Chad lo siguió de cerca.

El estómago se me revolvió de inquietud mientras me preparaba para su llegada, insegura de lo que me esperaba. -Buenos días -me saludó James con una cálida sonrisa y un beso rápido.

-Hola-le dije. Me forcé a sonreír, sin que mi voz delatara la agitación que me invadía.

-¿Cómo has dormido? -preguntó Chad a modo de saludo. Era bastante amable con James cerca. Falso.

-Bien-mentí, haciendo acopio de toda la compostura que pude. ¿Y tú?

-Dormí como un bebé -respondió Chad.

Oh, estoy segura de que lo hizo. Seguro que no le dio más vueltas a sus desagradables palabras. Aunque, tal vez, estaba pensando en cómo <<<arreglaría» que su mejor amigo saliera con una <<<vaca gorda».

Sonó el timbre. Estaba muy agradecida, porque me daba la oportunidad de alejarme de ellos.

Cuando comprobé mi horario del día, sentí un nudo en el estómago. Ni Inglés ni Cálculo significaban ninguna posibilidad de ver a James en clase.

Me sentí decepcionada. No podía dejar de preguntarme cuándo tendría la oportunidad de hablar con él a solas.

Cuando terminó la primera hora, vi a James en el pasillo, pero mis esperanzas se desvanecieron cuando Chad volvió a aparecer a su lado. ¿Por qué estaba siempre ahí?

Dudé, insegura de si acercarme a ellos, y al final decidí mantener las distancias, no dispuesta a someterme a la presencia de Chad.

A lo largo del día, vi a James varias veces, siempre con Chad merodeando cerca como una sombra. ¿Lo hacía Chad a propósito?

Eso parecía, sobre todo cuando me lanzaba miradas críticas. Siempre que podía me lanzaba sutiles indirectas sobre mi aspecto y mi peso.

En el almuerzo, nuestro grupo se reunió como de costumbre. Pero él también estaba allí. Su proximidad resultaba sofocante.

No podía soportar la idea de pasar otro momento en compañía de Chad. Así que me dirigí a la biblioteca, buscando consuelo en la tranquila soledad que ofrecía.

La Gran keily 2&gt;&gt;&gt;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora