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Alguien me dio un codazo.

Gemí. Quería seguir durmiendo. Estaba muy cansada.

Otro codazo.

-Vete-murmuré.

Me dieron otro codazo.

-Keily.

Era la voz de James. De repente, me incorporé. El corazón me latía con fuerza. Habíamos estado trabajando en la tarea de Inglés y debía de haberme quedado dormida.

¿Habíamos incumplido el plazo? Se me agolpaban en la cabeza los peores escenarios y el pecho se me oprimía de ansiedad.

Pero entonces vi la sonrisa tranquilizadora de James y me invadió una sensación de alivio. Giró la pantalla de su portátil hacia mí para mostrarme el correo electrónico de confirmación del envío.

-Lo logramos -susurró.

Con un suspiro de alivio, me recoste contra las almohadas, permitiéndome asimilar plenamente el peso del momento. A pesar de los retos y las incertidumbres, habíamos perseverado.

-Bien-le sonreí.

James se subió encima de mí. Chillé. Me rodeó con los brazos y me abrazó con fuerza. Sentí que mis brazos lo rodeaban automáticamente a su vez. Los dos estábamos agotados. La noche había sido larga. Sin embargo, nuestro abrazo compartido nos reconfortaba.

-Siento haberme enfadado tanto-me murmuró al oído.

La disculpa de James resonó en la quietud; sus palabras tenían un peso de sinceridad que me tocó la fibra sensible. Se apoyó en un codo para poder mirarme.

Lo miré a los ojos y vi la vulnerabilidad reflejada en sus profundidades.

-No pasa nada-lo tranquilicé. Sé que has estado bajo mucho estrés últimamente.

Cuando nuestros dedos se entrelazaron, una sensación de calor nos envolvió, uniéndonos en un momento de intimidad.

-Pero no tenía derecho a desquitarme contigo -dijo James. Fuiste la única persona que estuvo conmigo en todo, que siempre me apoyó. Sé que hiciste todo lo que pudiste para ayudarme. Me dijiste exactamente lo que necesitaba oír, incluso cuando no quería oírlo. Gracias a ti, por fin tuve el valor de abrirme a mi padre. Gracias.

-No hace falta que me des las gracias respondí. Siempre estaré aquí para ti, James. Pase lo que pase.

-Pero tienes que saber cuánto te aprecio -dijo James. Eres muy especial para mí, Gatita.

Intenté apartarlo de un empujón cuando me puso ese terrible apodo. Pero era demasiado pesado. En lugar de eso, los dos nos echamos a reír.

Pero la risa terminó. La sustituyó la preocupación. A pesar de la calidez de nuestro abrazo, no podía deshacerme del persistente temor de que nuestro reciente conflicto pudiera marcar el comienzo de una espiral descendente en nuestra relación.

-Estoy preocupada, James le confesé, porque habíamos acordado no guardarnos secretos. Si algo me molestaba, tenía que decírselo. ¿Y si las cosas entre nosotros sólo empeoran a partir de ahora?

James me cogió de la barbilla y me obligó a mirarlo. Su mirada era suave, pero decidida, y me apartó un mechón de pelo de la cara.

-Entiendo tu preocupación, Keily-respondió -. Pero creo, sinceramente, que esto no ha sido más que un bache en el camino. Nos hemos enfrentado a retos antes, y siempre hemos salido fortalecidos del otro lado.

Sus palabras ofrecían un resquicio de esperanza en la oscuridad, un faro de luz que me guiaba a través de la incertidumbre que amenazaba con consumirme.

La Gran keily 2>>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora