Kara estaba vistiéndose para salir a correr, así era como hacía salir el estrés. Imra siempre le decía que los ejercicios y la música eran lo mejor para desestresarse, claro y el buen sexo. Una mueca salió disfrazada de sonrisa ya que no podía recordar cuando fue la última vez que había tenido sexo, así que solo le quedaba cansarse con los ejercicios mientras escuchaba buena música, no había de otra. A pesar de que Lena se comportaba como un demonio con ella nunca ha podido serle infiel, así que ella y su amiguita estaban a dieta hacia mucho. La muy bruja de su esposa no se había cambiado de cuarto por lo que aún compartían cama, era una perra torturadora. A veces la sentía en las noche abrazarse a ella y eso la mataba pero muy a su pesar Kara empezaba a estremecerse cada vez menos al sentir el cuerpo de Lena a su lado, ya pensaba que solo lo hacía para molestarla y burlarse así aún más de ella, por lo que la mayoría de las veces amanecía en otro cuarto o en el sofá. Pensaba en tantas cosas cuando choca estrepitosamente sin darse cuenta contra alguien arrastrandola con ella al piso.
- Ay, por dios, pero acaso no ve por dónde camina mujer?!
- Más bien por dónde corro. - le dice con una hermosa sonrisa que desarma por completo a la bella trigueña que se encontraba enredada con ella en el piso del parque. - Lo siento mucho. - se levanta y le tiende la mano para ayudarla a ponerse en pie.
- Gracias. Discúlpame a mi por el exabrupto no debí reaccionar así.
- Tranquila, es normal, no todos los días te tiran al piso así de la nada. - le vuelve a sonreír y la joven no puede dejar de admirar lo hermosa que es, y esa sonrisa que tiene capaz d derretir a cualquiera.  Mueve la cabeza para volver a la realidad porque se percata que se ha quedado lela mirándola, Kara sonríe nuevamente porque se había percatado de la fascinación que despertó en la joven.
- Eres muy linda, o por dios, de dónde salió eso. Quise decir, eres muy amable. - la joven se sonrojó, su subconsciente la había traicionado.
- Tranquila, no pasa nada, suelo causar ese efecto en las personas. - le dice con un guiño de ojos. - Por cierto soy Kara, Kara Danvers y tú.
- Diana Prince, mucho gusto. - le dijo con una sonrisa, le había encantado el comentario de Kara, le agradaba su humor y su seguridad.
- El gusto es todo mío Diana, vamos te invito a tomar algo para así compensar este mal rato que te he hecho pasar.
- No tienes por qué, fue solo un pequeño accidente.
- Vamos por favor, acepta y así me sentiré menos culpable. Además así me puedes admirar un poco más. - suelta una sonora carcajada contagiando a la chica.
- Si serás creída Kara. - le dice divertida.
- Entonces.
- Ok, ok, no te voy a dejar irte a tu casa sintiendo esa enorme culpa. Vamos.

Ambas sonríen y se dirigen a una cafetería cercana al parque, Kara la frecuenta a menudo. Allí piden algo para tomar y mientras lo hacen no pueden dejar de hablar, en tan corto tiempo han charlado de disímiles temas. Kara se sintió capaz hasta de hablar de su intersexualidad sin avergonzarse. Las chicas se percatan que tienen mucho en común. Kara se siente bien, por primera vez en mucho tiempo está riendo con ganas, ríe de verdad y Lena no le duele. Se sorprende de verse coqueteando con Diana sin culpa alguna, lo hace  como si fuera una mujer libre, porque así es como se siente, libre a su lado. Lena le había dejado claro hace mucho que no le importaba ya, que no la quería en su vida y ella ya se había cansado de llorar. En este preciso instante había decidido que comenzaría a recorrer el camino que la conduciría al olvido de Lena Luthor y todo lo que siente por ella. El tiempo con Diana pasa volando, al despedirse se da cuenta que le cuesta trabajo hacerlo porque no quiere dejarla.

Mientras eso sucede Lena está en casa revisando unos mensajes en su Laptop. De repente levanta la cabeza sorprendida, siente una sensación extraña que no puede explicar, el pecho lo siente oprimido  como si algo le impidiera hablar o respirar. Comienza a sentir un frío que recorre su espalda erizando su piel y un vacío le atenaza la garganta, una sensación de pérdida la envuelve y el nombre de su esposa acude a su mente de repente y solo puede llamarla en un susurro sin saber por qué.
- Kara. - es todo lo que consigue decir.

Sacude la cabeza para alejar esa sensación de ella. Nunca, nunca la perdonará por lo que hizo pero tampoco la dejará libre. Este matrimonio sería su prisión y su venganza. A los ojos de todos ellas eran la pareja perfecta, se había asegurado de eso y Kara no tenía como desmentirlo siempre se les veía feliz. Si pedía el divorcio quedaría ella como la villana del cuento, la malvada que le rompió el corazón a su esposa atenta, amorosa y enamorada. Estaba segura que esa mala imagen no le convenía para nada a la afamada Abogada Kara Danvers, La Chica de Acero, como era conocida en los juzgados. Nunca había perdido un caso por más difícil que pareciera. La odiaba desde lo más profundo de su ser, la detestaba con cada fibra de su cuerpo, era lo que se repetía a diario. No podía darse el lujo de olvidarlo y menos de volver a caer en las mentiras  de la mujer que le hizo creer como una tonta que la amaba tanto que podía llegar a doler, una lágrima escapaba caprichosa de sus ojos. Jamás la perdonaría aunque su corazón sangrara en el proceso.

Esclava de lo que calloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora