XVI. Raggio.

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『 RAYITO 』

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『 RAYITO 』

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Aun seguía calmándome de mi ataque de hace algunos minutos, pero faltaban tan solo dos horas para que la carrera empezara y aún no había llamado a Charles y si no lo llamaba ahora, probablemente no podría hacerlo después.

Me dirigí al baño para mojarme la cara y que los restos del llanto no se notaran tanto. Observé mi rostro en el espejo, mi nariz estaba ligeramente roja al igual que mis mejillas y mis ojos no se quedaban atrás, aún seguían un poco cristalizados.

Solo esperaba que no se diera cuenta y si lo hacía, podría poner la excusa de que estaba haciendo ejercicio antes de llamarlo. Sí, eso haría.

Me senté en la cama y busqué el contacto del monegasco entre mis llamadas recientes. El teléfono empezó a sonar y después de cuatro pitidos, la llamada fue atendida.

En la pantalla apareció el rostro sonriente de Charles, sus ojos brillaban mientras acomodaba su gorra. Aquella serenidad que portaba me hizo sonreír.

—Hola, Celi.

—Hola, Charlie —sacudí la mano como saludo —. Espero no haberte llamado en mal momento.

—Eso nunca —contraatacó, su rostro se deformó un poco mientras miraba fijamente la pantalla —. ¿Estabas llorando? —aquella pregunta me heló la sangre.

Mierda.

—¿Qué? —me hice la loca.

—Tienes los ojos y la cara roja, sin mencionar que tienes el ceño fruncido —hablo pausadamente, sentía como su mirada me analizaba quisquillosamente, tratando de averiguar qué había pasado —. ¿Qué paso?

No quería mentirle, pero tampoco quería decirle la verdad. A pesar de que no era un secreto para nadie la mala relación que tenía con mi padre, no quería que Charles me mirara diferente por aquello y tampoco quería preocuparlo por cosas tan estúpidas como la de hace algunos minutos.

—No pasó nada. Todo está bien, Charlie —nuestros ojos hicieron contacto a través de la pantalla, me aseguré de demostrar mi mejor cara. Necesitaba que me creyera.

—Celine... cualquier cosa que haya pasado puedes decírmelo —no me gusto escuchar el tono preocupado de su voz.

—Charlie —alce un poquito la voz, se veía realmente preocupado —. Todo está bien, McQueen.

—¿McQueen? —sus cejas se fruncieron de una forma realmente tierna. Aquel apodo lo había distraído, no lo dije con esa intención, pero me alegrara que funcionara.

—Sí, eres de Ferrari, ¿no es así? —arqueé una ceja en su dirección —. Tú eres literalmente el rayo McQueen y tu carro se llama rayito.

—¿Rayito? —soltó una larga carcajada que hizo que su cabeza se inclinara hacia atrás —. ¿Desde cuándo se llama así?

Joke's on you || Charles LeclercDonde viven las historias. Descúbrelo ahora