Una Noche Caótica

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Capítulo 22:

Me escondí detrás del armario en la habitación de mi hermano Gastón. Había pasado casi todo el día allí, tratando de evitar a Joe después de las cosas feas que le dije cuando le entregué sus maletas. No quería que se fueran. Me dolía ver cómo todo lo que amo se aleja, dejándome estancada en el mismo lugar desde que llegamos a esta ciudad. Bariloche era diferente, menos gris. Allí tenía todo lo que me gustaba: la belleza del lugar, sus paisajes, y los días felices que pasamos.

Estaba a punto de salir de la habitación cuando Gastón entró. No lo había visto en muchos días, algo habitual en él. Parecía que siempre había algo más importante que yo. Corrí a abrazarlo con cariño; al fin y al cabo, es mi hermano mayor, y aunque quizás él no me quiera tanto, yo sí lo quiero a él.

—Lolita —dijo con cariño, o al menos eso percibí yo mientras lo abrazaba—. ¿Te estabas escondiendo otra vez? —preguntó, sin sorprenderse, ya que suelo hacer eso cuando me siento asustada o triste.

Te extrañé —reclamé, haciendo puchero y mirándolo con tristeza.

—Justo te estaba buscando —comentó, buscando algo en los cajones de su cómoda. Ignoraba completamente mis sentimientos, lo que me hizo sentir invisible—. Hoy iremos a cenar a casa de nuestros papás. Quieren que vayas —dijo sin tapujos. Suspiré con indignación, sabiendo que no podía negarme, y él lo ignoró por completo.

No tuve más remedio que ir a casa de mis padres. Al menos así podría evitar a Joe por un rato. Quizás no quiera volver a hablarme o esté enojado conmigo. Aunque tenía un mal presentimiento sobre la cena en casa de mamá, sentía que algo iba a salir mal.

Me arregle rápidamente para ir a cenar, sin esmerarme mucho. La única razón por la que me alegraba era Máximo, el padre de mis hermanos. Creo que ya les he contado esto, pero, por si acaso, les hago un pequeño resumen. Gastón, Marcos y Federico son mis medios hermanos; compartimos madre. Máximo, o como yo le digo, "Max", ha sido bueno conmigo. Aunque no soy su hija biológica, siempre ha sido amable y tenemos cosas en común. A pesar de ser callada y tímida, intento mantener una buena relación con él porque me dejó quedarme en su casa.

—¿Estás lista, Lola? —preguntó Gastón desde la puerta, sacándome de mis pensamientos.

Sí, ya voy —respondí, ajustando mi camiseta. Salí de la habitación con una mezcla de temor y esperanza, lista para enfrentar lo que sea que la noche trajera.

Caminábamos hacia la casa de mamá, pero yo no tenía ganas de ir. De repente, vi a Guillermo aparecer por la otra calle. Este barrio es seguro y tranquilo, así que caminábamos por el asfalto porque casi no pasaban autos. Corrí a abrazar a Guillermo con emoción; tal vez no sería tan difícil con él aquí.

Nos detuvimos frente a una puerta de vidrio templado, con paredes exteriores de un blanco inmaculado que reflejaban las luces anaranjadas de la calle. Había un pequeño césped bien cuidado con un par de arbustos decorativos y un camino de piedra que conducía a la puerta principal. Mamá nos abrió, recibiendonos con besos y abrazos. Cuando la abracé, la voz de Joe hizo eco en mi mente, recordando todas las mentiras y secretos que guardaban en esta casa.

Entré sin timidez, porque esta también es mi casa. Miré la sala de estar, recordando las veces que Fer y yo nos sentábamos a desayunar antes de ir a la escuela. Observé cada detalle de la amplia habitación de paredes blancas y un sofá grande en tonos neutros. Había una mesa de centro de cristal con revistas, entre ellas una que suelo comprar cuando trae pósters o cosas interesantes sobre los Jonas Brothers. Enfrente al sofá, apoyada en la pared, estaba el televisor plasma y una estantería con libros y recuerdos debajo de él. Mi mirada se dirigió al comedor, adyacente a la sala de estar, con una mesa de vidrio oscuro grueso y sillas a juego, ya arreglado de manera normal pero elegante.

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