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Llevaba las últimas dos horas encerrado en mi habitación, estaba enojado y aterrado al mismo tiempo.

Después de que mi madre me explicará sus tontas razones de el porque no podía estar cerca de Wichapas me frustre tanto que lo único que dije fue que hablaríamos otro día y corrí a mi habitación.

Estaba pensando en que hacer o en siquiera que decir.

Mi madre no era una persona que se dejará persuadir muy fácilmente.

Simplemente no sabía la razón de el porque ella pensaba de esa manera de todas las personas, sin siquiera conocerlas terminaba por juzgarlas.

Por un momento me cuestione el ir a enfrentarlos y simplemente confesar el más grande pecado que había cometido.

Enamorarme de el.

Pero la idea me pareció incluso más ridícula de lo que se le haría a mis padres.

Trataba de respirar con regularidad pero la presión sobre mi pecho me lo hacía imposible.

Mi vista se fijó en el escondite de mi pequeña cajita, esa que ocultaba uno de mis secretos más doloroso.

La idea me invadió.

No había tomado una de ella desde que paso el incidente con Wichapas.

Pero la idea era tentadora.

Justo cuando estaba dando vueltas por mi habitación pensando en volverlo a hacer mi teléfono vibro sobre la mesita.

Cuando leí el mensaje de Wichapas la presión en que tenía en el pecho se intensificó.

¿Quería decirme algo?.

La pregunta no era esa en realidad, lo único que quería saber era que el no quería alejarse de mi, eso era lo único que quería escuchar.

Me senté en mi cama y pensé en ir a dormir lo más pronto posible, quería escuchar a Wichapas decir que no iba a dejar que esto nos separara.

Necesitaba escuchar algunas palabras calidas de alguien, pues aquí jamás las tendría.

Me recosté en mi cama con la esperanza de poder dormir.

Daba vueltas y vueltas mientras recitaba en mi cabeza las respuestas a las posibles soluciones que Wichapas podría sugerir.

Todas se resumían en un sí, excepto una.

La idea de alejarme de el no era válida para ninguno de los dos, ¿Verdad?.

Al pasar las horas mi mente se hacia un nudo de ideas mucho más grande, hasta que por fin, me dormí.

Desperté al día siguiente notando como todo me dolía.

Al pasar las horas logré quedarme dormido, pero no había descansado nada, eso podía notarlo.

Me levanté de mi cama prácticamente arrastrando mis pies.

Me bañé y me peine, no quería lucir mal.

Habían pasado más de treinta minutos y estaba completamente listo, pero no quería bajar, tenía miedo de ver a mi madre.

Nunca le tuve miedo a mi mamá, pero hoy tenía una sensación extraña en el pecho.

Bajé las escaleras lentamente, pues la casa estaba en completo silencio y eso era aterrador.

Al llegar abajo el silencio se hizo aún peor.

Mi padre estaba sentado en la mesa leyendo el periódico como siempre.

Alcance a ver la silueta de mi madre a través de las paredes de vidrio de la cocina.

— Buenos días — dije para hacer notar mi presencia en cuanto llegue abajo.

Un beso de Judas | Biblebuild Donde viven las historias. Descúbrelo ahora