El despertador sonó a las 5 y media de la mañana, como cada día, como siempre desde que habíamos fundado la revista. Abrí los ojos y sentí cómo me dolía la cabeza, no por el alcohol precisamente, sino porque me había pasado toda la noche llorando y justo cuando empezaba a quedarme dormida era cuando había sonado aquella maldita alarma.
Me levanté, palpando un poco el hueco que tenía al lado en el colchón y sintiendo cómo rápidamente comenzaba a recibir besos en mi mano. Sonreí un poco y comencé a acariciar a aquella bolita de pelo que me había hecho la vida un poco más fácil últimamente y, más aún, desde que todo me cayó como una jarra de agua fría encima.
Me lavé la cara para así poder despejarme y fui dirección a la cocina para hacerme un primer café con el que poder despejarme mientras escuchaba las primeras noticias del día. Aquello formaba parte de mi rutina, nada fuera de lo común, pero necesaria para mí. Me tomé una pastilla para intentar mitigar el dolor de cabeza y me quedé por unos instantes observando aquella zona de la casa que llegó a tener tanta vida, pero en la que ahora sentía cierta sensación de ahogo y aumentaba mi sentimiento de soledad al verla tan grande y vacía.
Saqué el traje que me iba a poner para afrontar aquel día, me maquillé para disimular mis ojeras e intenté frenar cualquier sentimiento que me estuviese inundando en aquel momento puesto que debía regresar a mi imagen de mujer dura y estricta.
A veces me gustaba ir andando a trabajar ya que no vivía demasiado lejos y, otras, como hoy, me decantaba por coger mi coche y aparcar en el parking que teníamos dentro de las oficinas. Ir en mi coche me suponía despejarme por unos instantes, poner algo de música, desfogar mientras apretaba el pedal del acelerador.
Llegué la primera, como acostumbraba y, tras hacer un pequeño repaso por los departamentos, encendí la luz de mi despacho y aprecié la cantidad de papeles que tenía encima de mi mesa. Abrí mi portátil y rápidamente el buzón de mi correo electrónico se empezó a llenar de mensajes nuevos que avanzaban un día entretenido. Comencé a responderlos uno a uno y, cuando me quise dar cuenta, el ascensor volvía a funcionar anunciando a las primeras personas que subían por allí aquel día.
Me quise hacer un poco la desentendida para no parecer la jefa borde y que juzga ya desde primera hora de la mañana, aunque sabía que para la mayoría de ellos lo era, pero cuando la vi aparecer me fue imposible no reparar en ella.
Era su segundo día en la oficina y había escogido un conjunto que le quedaba demasiado bien, además de que me había ganado un poco siendo tan puntual. Sin embargo, pronto comencé a recordar lo que había ocurrido la noche anterior y cómo había dejado que mi fortaleza se desvaneciera en sus manos, pero me había mirado con tanta delicadeza que me había sido prácticamente imposible no sucumbir a ella.
Intenté volver a centrarme en la cantidad de temas que tenía pendientes para hoy, cuando unos golpes en la puerta volvieron a despistarme.
– Perdona, Marta, ¿puedo pasar un momento? – Fina apareció tras la puerta pidiendo permiso.
– Eh – dudé un instante – Sí, claro, adelante, ya que has sido tan puntual.
– Solo quería saber si estabas mejor. Anoche me quedé un poco preocupada después de verte en el baño del bar.
– ¿Se lo contaste al resto? – pregunté un poco preocupada y viendo como la ansiedad comenzaba a escalar por mi cuerpo.
– No – respondió tajante – No soy ese tipo de personas y entiendo que valoras tu intimidad y yo no soy nadie para ir pregonándola por ningún lado, ni aunque sean mis amigas.
– Te lo agradezco, Fina y ahora, olvídate por favor de ese momento, fue un momento de bajón, pero no puedo permitírmelo, te agradezco que intentaras ayudarme, pero ya está de verdad. Y, ahora, por favor, ponte a trabajar, ha llegado una información que me gustaría que cubrieses. Te paso la información por correo.
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Líneas rojas
FanfictionFina acaba de comenzar como becaria en una de las redacciones más importantes del país. Ahora tendrá que hacer frente a un nuevo y precario trabajo para comenzar a escalar en su labor periodística y a una jefa que no le va a poner las cosas fáciles.