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Me había levantado un poco nerviosa y con un poco de resaca, también tenía que confesarlo, porque después de aquella conversación me bebí hasta el agua de los floreros, animada por una Luisita que tenía más fondo que nadie.

Cogí el móvil para ver cuánto tiempo podía dedicar en mi cama a maldecir la cuarta copa a la que me invitó mi amiga y recrearme también en lo que había hecho del día anterior, cuando vi que Marta me había enviado dos mensajes, uno con su cara y otro con un pequeño texto en el que me presentaba a alguien muy importante de su familia.

[Marta 7:02]

🖼️

Creo que si vas a venir a casa debes conocer antes a la pequeña Frida.

[Fina 7:37]

Ay, por favor!!!

Es monísima

Me quedé un rato más mirando aquella foto de Marta con cara de recién despertada, el pelo revuelto, una taza de café en la mano y su gatita tirada en el regazo, hasta que decidí que o me levantaba ya o esa persona con la cara monísima y que me tenía babeando por ella iba a terminar echándome la bronca por llegar tarde, aunque, por otro lado, si lo pensaba bien, tenía que confesar que imaginarla en plan borde y enfadada me ponía demasiado.

Me di una ducha rápidamente, me preparé un café para írmelo tomando por el camino y enseguida estaba ya bajando las escaleras para coger el metro.

Al llegar al trabajo, miré enseguida hacia el despacho de Marta y pude apreciar como me observaba desde allí mientras se mordía el labio algo nerviosa, me moví un poco provocativa, para que pudiera apreciar desde allí la ropa que llevaba puesta y me senté en mi sitio para poder revisar el correo. Estuve apuntando cada cosa en mi agenda para poder organizarme bien la mañana, cuando vi que me entraba un mensaje de mi jefa.

Buenos días, Fina:

Me muero de ganas por pasar la noche contigo y más después de verte con ese vestido, joder, no puedo ni imaginar el momento en el que pueda deshacerme de él y ver todo tu cuerpo.

A las ocho te espero en mi coche, está en el garaje, aparcado donde siempre. No llegues tarde. Me muro de ganas de volver a besarte.

Sentí cómo mis mejillas se sonrojaban nada más leer aquello y, por instinto, atrapada por lo nerviosa que me había puesto leer aquello, cerré mi portátil de golpe y sentí como las compañeras que tenía más cerca de mí me miraban al instante.

— Cualquiera diría que has visto un fantasma — me susurró Carmen llegando justo a mi lado.

— No era un fantasma, no, era algo mucho mejor — le contesté mirándola a la cara.

— Uy, muy guapa vienes tú hoy, a mi me da que o ha habido o va a haber reconciliación.

— Es posible — respondí guiñándole un ojo.

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El día de trabajo se me había hecho eterno, pero, por fin, mi reloj había marcado las ocho menos diez. Decidí ir un momento al baño para arreglarme un poco después de aquella jornada de trabajo y bajar hacia el garaje para buscar el coche de Marta. Lo localicé enseguida dado que realmente no quedaban ya muchos allí dentro y me acerqué para apoyarme en lo que ella llegaba.

— Sí que te has tomado en serio lo de ser puntual — dijo ella nada más aparecer por allí.

— Yo siempre cumplo mis promesas — susurré acercándome a ella.

Puse mi mano justo en su cadera, Marta miró a los lados para asegurarse de que no había nadie por allí y nos volvimos a besar con deseo. Llevaba 24 horas sin probarlos y realmente eran como una droga que no quería dejar, profundicé aún más el beso y escuché un pequeño gemido que provocó cierta reacción en mi cuerpo. Llevé a Marta contra el coche y mis manos comenzaron a explorar poco a poco sus piernas gracias a la raja que tenía en la falda que había escogido para ese día, sus manos fueron a mi espalda, bajando lentamente hacia mi culo y, cuando nos quisimos dar cuenta, estábamos montando un auténtico espectáculo en el aparcamiento, pero las ganas nos podían demasiado.

Líneas rojasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora