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Apenas me dio tiempo a taparme con la sábana que estaba recogida abajo y escuchar el quejido de Fina por el golpe, mientras acercaba su mano para poder meter debajo de la cama toda su ropa. Leire abrió la puerta de mi habitación después de dar unos ligeros golpes. 

 — Perdón — mi hija enseguida cerraba de nuevo la puerta y escuchaba sus pasos retroceder.

— Mierda — susurraba mientras me llevaba las manos a la cara.

— ¿Crees que nos ha pillado? — Fina asomaba su cabeza desde debajo de la cama.

— No habría huido así si no, lo que no sé es si te habrá visto a ti.

— ¿Se lo vas a contar?

— Creo que no tengo otra opción.

Fina salió de su escondite con la ropa de la mano y vi cómo se llevaba la mano a su cadera que parecía un poco roja.

— ¿Te has hecho mucho daño? — le pregunté acercándome a ella y llevando mi mano a aquella zona para acariciarla con delicadeza.

— Un poco, tienes demasiada fuerza — protestó con un pequeño puchero.

— Anda, ven, que te curo enseguida — cogí su cadera con mis dos manos y le di un tierno beso en la zona — ¿así mejor?

— Si no fuera por la situación en la que estamos, creo que este beso me habría vuelto a poner cachonda — negué con mi cabeza y me levanté un poco para poder dejar un beso en sus labios.

— Voy a ver si soluciono un poco esto, quédate aquí, porfa.

Cogí algo de ropa para no ir de aquella manera a hablar con mi hija y, justo antes de salir de la habitación, me giré, viendo a Fina vistiéndose y pronunciando un "suerte" con sus labios.

Caminé despacio por el pasillo y pude ver una pequeña luz que iluminaba algo en el salón. Descubrí enseguida que era la del móvil de Leire y un pequeño maullido de Frida terminó por confirmármelo. 

— ¿Qué haces aquí a estas horas? ¿no podías dormir? — ella simplemente asintió — ¿por eso habías ido a mi habitación?

— ¿Por qué no me lo habías contado? — soltó enseguida mirándome y pude ver que tenía los ojos llorosos.

— A veces los padres también tenemos que tener secretos, es una forma también de protegeros y no sabía cómo ibas a poder tomártelo.

— Entonces... ¿es verdad lo que decía papá?, ¿te gustan las mujeres y te pillo con una?

— Leire, tú padre y yo no rompimos por eso, simplemente comenzamos muy jóvenes y llegó un momento en el que nos dejamos de querer, él apenas estaba por casa y yo me sentía muy sola.

— Pero estaba yo — susurró.

— Ya, cariño y tú siempre serás lo más bonito que tengo y lo que más quiero en este mundo, pero cuando vayas creciendo entenderás que también necesitamos tener otro tipo de amor en nuestras vidas, alguien que te acompañe, que te quiera, que esté ahí apoyándote, siendo tu día a día.

— No esperaba pillaros así... — dijo ella haciendo una pequeña mueca.

— Ni yo que lo hicieras y espero que no hayas visto nada, la verdad.

— ¡No!, ni quiero imaginarlo — soltó con cara de asco provocándome una pequeña sonrisa.

— Entonces, ¿no te parece mal que esté con Fina?

— No sé, es raro, pero Fina me cae muy bien y cuando estás con ella sonríes mucho más que antes, eso me gusta. Además, es más moderna que tú y seguro que será más enrollada cuando le tenga que pedir cosas.

Líneas rojasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora