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En la tranquila habitación de Tennessee, la luz del sol se filtraba suavemente a través de las cortinas, iluminando los muebles con un brillo cálido

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En la tranquila habitación de Tennessee, la luz del sol se filtraba suavemente a través de las cortinas, iluminando los muebles con un brillo cálido. La pelirroja estaba sentada en su cama, rodeada de libros y pergaminos mientras intentaba estudiar para su próxima clase. Enzo estaba sentado en una silla cercana, revisando sus propias notas, y Mattheo, como siempre, parecía incapaz de quedarse quieto.

Pelusa descansaba perezosamente en el sofá, su pelaje blanco y esponjoso resaltando contra la tela oscura. Tennessee echó un vistazo a su gata, sonriendo ante su tranquila presencia. Pero esa tranquilidad no duraría mucho.

—¡Meow!— le gritó Mattheo a la gata dándole un golpe al sofá justo al lado de ella, haciendo que se espantara.

Pelusa saltó del sofá y se escondió rápidamente debajo de la cama, sus ojos brillando con temor. Tennessee frunció el ceño, claramente molesta.

—¡Mattheo!— exclamó ella, lanzándole una mirada furiosa. —¿Por qué haces eso? Sabes que Pelusa se asusta fácilmente.

Mattheo se encogió de hombros, una sonrisa traviesa en sus labios. —Solo estaba jugando. No es para tanto.

Enzo levantó la vista de sus notas, sus ojos llenos de desaprobación. —Deja de molestarla, Mattheo. Tennessee está tratando de estudiar y Pelusa no te ha hecho nada.

Tennessee suspiró, intentando calmarse. —Por favor, Mattheo, no la asustes.

Mattheo rodó los ojos, pero su expresión se suavizó un poco. —Está bien, lo siento.

Mattheo se levantó de la silla y comenzó a caminar por la habitación, observando los libros y pergaminos que Tennessee tenía esparcidos. Con una sonrisa traviesa, agarró uno de los libros de Encantamientos y lo sostuvo en alto.

—¿De verdad necesitas todos estos libros para estudiar?— preguntó burlonamente.

Tennessee trató de mantener la calma, aunque su frustración era evidente. —Sí, los necesito. ¿Podrías devolverlo, por favor?

Mattheo fingió no escucharla y empezó a hojear el libro, haciendo ruidos exagerados de sorpresa y diversión. —¡Oh, mira esto! ¡Aquí hay un encantamiento que nunca había visto!

Enzo dejó de lado sus notas, su expresión mostrando cierta irritación. —Mattheo, deja de jugar. Devuélvele el libro a Nessa.

Pelusa, todavía escondida bajo la cama, emitió un leve maullido de desaprobación, como si también estuviera molesta con Mattheo. Tennessee extendió la mano, intentando recuperar su libro.

—Matt, por favor. Devuélvemelo.— dijo Tennessee con firmeza.

Mattheo finalmente suspiró y devolvió el libro a regañadientes. —Está bien, está bien. Solo estaba tratando de aliviar un poco la tensión.

Teach me how to love (Tom Riddle)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora