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Tennessee caminaba por los pasillos de Hogwarts, con la suave luz del atardecer filtrándose por las ventanas y creando un ambiente tranquilo y sereno. Su mente estaba llena de curiosidad mientras se dirigía hacia la biblioteca, preguntándose qué podría querer Tom de ella en esta ocasión.
Al llegar a la biblioteca, Tennessee vio a Tom sentado en una mesa apartada, con varios libros abiertos frente a él. Levantó la vista cuando ella se acercó, y su mirada se suavizó.
—Hola, Tennessee. Gracias por venir.— saludo Tom, cerrando uno de los libros.
—Hola, Tom. ¿Qué necesitabas hablar conmigo?— preguntó Tennessee, tomando asiento frente a él.
—¿Por qué no asististe a la clase de historia de la magia?— preguntó.
Tennessee se rascó la cabeza y miró hacia abajo. —Ah... es que... me quedé... dormida.— dijo ella.
—¿Es en serio?— preguntó él.
—Si...
—Bueno... nos dejaron una exposición en parejas y nos tocó justos, así que me gustaría que comencemos a trabajar ello.
—¿Exposición?— preguntó ella con pánico.
Tom asintió, manteniendo su seriedad característica. —Sí, una exposición sobre la importancia de la magia en la historia del mundo mágico. Es un proyecto importante y quiero asegurarme de que estemos preparados para presentarlo correctamente.
Tennessee se sintió un poco abrumada por la noticia repentina, pero asintió con determinación. —Entiendo. Lo siento mucho por faltar a clase.
—Trata de que no se repita.— dijo él.
—Y... tenemos que... ¿presentar los dos? Yo puedo hacer todo si tú presentas.
—La nota del trabajo es en grupo, pero la de exponer es separado, claro que debes hablar también.
—Ahh...— dijo Tennessee con una mueca.
—¿Por qué estás tan preocupada?
—Es solo que... nunca he sido muy buena en las presentaciones. Siempre me pongo nerviosa y me cuesta hablar frente a la clase.— explicó Tennessee, sintiendo la ansiedad crecer un poco.
Tom la miró con atención, notando su preocupación. —Entiendo. Las presentaciones pueden ser intimidantes, pero con preparación y práctica, puedes hacerlo bien.
—No quiero que se burlen de mi si tartamudeo...— dijo ella bajando la mirada.
—No lo harán.— dijo él.
—¿Quien lo asegura?— preguntó ella.
—Yo.— respondió el castaño. —me tienen miedo, no se burlarán de ti o los mataré con la mirada y eso queda inmediatamente como una advertencia para quien sea que se atreva a hacerlo.
