Capítulo 41 | Cambridge

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Alaric

En mi cabeza parecía una idea estupenda la que había tenido Theo. Me parecía superromántico decirle a Aurora delante de toda la gente que estaba enamorado de ella y que había sido el tío más gilipollas posible. No fue hasta mitad de discurso que me di cuenta de que quizá estaba siendo egoísta y no estaba pensando lo suficiente en ella. Que sí, que declararse a una persona era muy bonito, pero si Aurora me hubiese mandado a la mierda (me lo habría merecido), probablemente el público se le hubiese echado en contra. La llamarían insensible y yo pasaría a ser el pobrecito.

No medí las consecuencias.

Aunque salió bien.

Y tan bien, joder.

Aunque no me lo puso fácil del todo.

Aurora
Yo ya me arriesgué contigo, Alaric. No sé si quiero hacerlo sin que me demuestres que realmente no te marcharás mañana.

Ese fue el mensaje que recibí esa misma noche, horas después de haberme declarado delante de vete a saber cuánta gente y tras haberla dejado en su casa a la hora de cenar, porque no había dejado que la invitara.

Y la entendía. Claro que lo hacía. Era comprensible que no confiara en que fuera en serio esa vez, que dudara si estaba o no seguro de mis palabras. Así que el día siguiente la invité a mi casa y la subí al coche antes de las diez de la mañana.

―¿Adónde vamos? ―preguntó curiosa.

Iba preciosa, con su vestido primaveral que nos indicaba la llegada de junio y el pelo suelto, cayendo en grandes ondas por sus hombros. Había dejado que la saludara con un beso en la mejilla y para mí eso era suficiente; dos días atrás, no tenía ni un 1% de eso.

―A Cambridge.

―¿Perdona?

La miré de reojo.

―Quiero demostrarte que voy completamente en serio y que estoy totalmente seguro de lo que ayer te dije. Todavía estás a tiempo de decirme que volvamos, pero me gustaría que conocieras a mi madre.

No vi vértigo o pánico en su mirada. Me alivió ver que no se horrorizaba ante la idea, lo cuál me hizo pensar que sabía lo que significaba para mí presentarle a mi madre, sobre todo después de que meses atrás habíamos tenido una bronca importante porque impedí que la conociera en el supermercado.

―Me parece bien.

―Gracias al cielo ―susurré ganándome una risa por su parte.

―Entonces, mañana tú conocerás a mi familia.

―Está bien ―acepté. Era lo justo, aunque sus hermanos me dieran más miedo del que me gustaría reconocer.

Llegamos a Cambridge sin atasco alguno, por suerte, ya que no quería quitarle tampoco un día entero a Aurora. Sabía que se había reservado ese fin de semana para dedicárselo a su nueva casa y, aunque estuvieran sus hermanos allí montando muebles y supervisando todo, ella quería trabajar también.

De camino a mi casa, me contó que había estado allí dos veces para ver la universidad, ya por pura casualidad. Aparqué detrás del coche de mi madre y lancé un suspiro de alivio al ver que estaba; solo faltaba que se hubiese marchado por ahí, aunque no era lo normal en un sábado por la mañana.

―En esa casa creció Theo ―señalé la casa de al lado.

―Cuando dijisteis que habíais crecido pegados el uno al otro, no pensé que fuera tan literal ―murmuró con una risa.

Le ofrecí la mano para que saliera del coche y sonreí cuando la tomó. Una vez fuera y sin soltarme de la mano, tiró de mí para acercarme a ella antes de ponerse de puntillas y depositar un pequeño beso en mis labios.

En las nubes ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora