Capítulo 18 | ¿Pero tú quién te crees que eres?

801 141 39
                                    

Aurora

Si dos meses atrás me hubiesen dicho que estaría de camino a casa de Alaric, me hubiese reído muchísimo. Y aún más si supiera que grabaríamos un par de episodios para nuestros respectivos podcasts. De camino al lugar, me acompañé de un café de mi cafetería de confianza y algunos nervios instalados en la barriga que preferí ignorar.

Vivía cerca de Lily, a una calle de distancia, y había pasado por allí un millar de veces. Él me esperaba en la puerta de una casa rojiza de tres plantas, igual que las de sus lados, con la única diferencia de que la suya no tenía jardincito como las demás, lo había asfaltado y era su aparcamiento personal.

―¡Hola! Mi amiga Lily vive en la esquina de al final de esta calle ―dije mientras avanzaba hacia él.

―¿De verdad? Creo que nunca la he visto por aquí... ―murmuró pensativo.

―¿Y en otro sitio sí? ¿La conoces?

―Del podcast.

―¡Oh, cierto!

―Pasa, por favor.

Me dejó entrar a mi primera y lo único que me encontré fue con unas escaleras que subían y una puerta cerrada a mi izquierda. Me quedé allí en medio y miré a Alaric.

―¿Puedo ver tu despacho?

―Claro, sin problema.

Él mismo abrió la puerta y dejó que entrara, y aprovechó que yo me metí en él para cerrar la puerta de la calle. Y a mí casi me dio un infarto al ver a un chico allí dentro.

―Él es Rio, es mi... ¿recepcionista? Podríamos llamarlo así ―escuché que decía Alaric.

Entonces sentí su mano en mi espalda baja, empujándome levemente para que entrara, ya que me había quedado a medias.

―Hola ―saludó Rio, que parecía tener no más de veinte años―. Ya mismo me voy, solo necesitaba recoger mis cosas.

―No te preocupes, Río, tómate tu tiempo.

Ese lugar estaba muy bien. Tenía una especie de saloncito con un par de sofás, alguna que otra silla, una máquina de agua, otra de café, y el escritorio de Rio. Allí al lado, una puerta con un cartelito que indicaba que era el baño, y otra cerrada que seguramente sería el despacho como tal.

Todavía con la mano en mi espalda baja, Alaric me guió hasta su despacho. Abrió la puerta y me dejó meter un poco el hocico.

―Vaya, Alaric. Lo tienes superbién montado... Qué envidia.

―Gracias. Tu barra de la cocina también está muy bien.

Me reí por lo bajo y le di un pequeño codazo aprovechando que lo tenía detrás de mí. Tras medio minuto examinándolo todo, nos despedimos de Rio y nos marchamos de allí, escaleras arriba.

―Recepcionista y todo. ¿Pero tú quién te crees que eres? ―bromeé haciéndolo reír.

―Está aquí solo cuatro horas al día y me ayuda a mantener la agenda organizada. Entre el podcast, las conferencias y los pacientes, siempre me hago un lío horrible, así que él se encarga de tenerme al menos la parte de la terapia organizada.

―¿No has pensado nunca en dejar de hacer conferencias?

―Un montón de veces ―admitió con un suspiro―. Probablemente dentro de poco solo acepte las que son aquí en Londres o en Cambridge, porque lo que peor llevo son los desplazamientos. Me gusta demasiado mi casa como para pasar tantísimo tiempo fuera. Si solo trabajara aquí en la ciudad, podría tener el doble de pacientes.

En las nubes ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora