Capítulo 31 | Sé que el barro me llega al cuello

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Aurora

El resto del viernes no supe nada de él.

El sábado tampoco.

Y el domingo, sí. Por fin. Sin embargo, mis ganas de hablar con él eran nulas, más teniendo en cuenta que el día siguiente tenía examen y que estaba nerviosa y demasiado ocupada estudiando como para pasar el rato que a él le diera la gana hablando.

Llamó al timbre de casa sobre las seis de la tarde. Lo vi por la pantallita.

―¿Qué?

―Aurora, ábreme, por favor.

―¿Ahora sí quieres hablar? ¿Después de dos días sin mandarme ni un mensaje?

―Por favor... Hay gente aquí, hablemos en privado.

―Genial, así sabrán que el viernes me ocultaste de tu madre por razones que ahora mismo no sé si quiero saber, porque estoy demasiado cabreada, decepcionada, nerviosa y ocupada estudiando. ¡Mañana a las ocho tengo examen! ¿Crees que es un horario decente para venir a discutir?

―No vengo con intención de discutir, sino de explicarte las cosas. Por favor, Aurora.

Después de diez segundos en silencio, meditando para mí misma sí en esos momentos quería escucharle, acabé por abrir la puerta. Pude incluso escuchar su suspiro de alivio. Abrí también la puerta del apartamento y mientras esperaba que subiera, ordené todos los apuntes que tenía esparcidos por la mesita de centro. Los nervios se me habían instalado en el fondo del estómago y notaba como empezaba a revolverse un poco. Cuando escuché la puerta del piso cerrarse, alcé la mirada, viendo como se acercaba. ¿Por qué tenía que estar tan guapo siempre? Llevaba las gafas puestas, el pelo algo desordenado y la sudadera le iba una talla grande.

Me enderecé y crucé de brazos, provocando que se detuviera a solo dos pasos de mí.

―¿Por qué? ―pregunté simplemente.

―No quería que te conociera ―admitió.

Y lo dijo así como si nada, sin cortarse un pelo. Y a mí, aunque no quería que fuera así, me dolió.

―Ah, perfecto. ¡Perfectísimo!

―No es que no quiera que no te conozca a ti como persona, a Aurora Winslow ―se apresuró a aclarar―. No quiero que conozca a las chicas con las que... me veo, porque se ilusiona demasiado y empieza a hacer planes que nunca van a llevarse a cabo. Me encantaría que te conociera, sigue tu podcast y le encantas, ¿vale? Pero no quiero que te conozca como la chica con la que me acuesto de vez en cuando.

―No has hecho las cosas bien, Alaric.

―Lo sé, en ese momento me bloqueé ―admitió.

―¡Empujaste su carro para que no me viera y yo no la viera a ella, joder! Mira que me han hecho y dicho cosas a lo largo de mi vida que me han podido sentar mal, pero esto me parece otro nivel. No sé qué me decepciona más de todo lo que has hecho; que me ocultaras de tu madre pudiendo decirle simplemente que soy tu amiga (algo que pensaba que éramos), que no sintieras la suficiente confianza como para decirme que este fin de semana lo tenías ocupado porque venía a visitarte, o que te hayas mantenido dos días en silencio y no me hayas dado ni una mísera explicación.

―Lo siento mucho absolutamente todo. Soy perfectamente consciente de que no he hecho nada bien. No he tenido buenas experiencias antes, ¿vale? E inconscientemente actué contigo como si fueras una más, cuando no lo eres; eres mi amiga también, tengo confianza contigo, y sé que las cosas deberían haber sido distintas.

―Me sienta genial esto ―ironicé.

―Ha sido instintivo y sé que debo cambiarlo... ―Suspiré―. Hace dos años tuve algo esporádico con una chica y mi madre la conoció porque vino a visitarme por sorpresa el día antes de mi cumpleaños. Las tuve que presentar, lo hice como una amiga aunque ni siquiera teníamos confianza para ello, pero mi madre se ilusionó, pensó que por fin le estaba presentando a una novia, cosa que nunca en la vida he hecho, y se encariñó mucho con ella en un solo fin de semana. Cuando se fue, hablaron por teléfono en varias ocasiones y cuando decidí que no quería seguir con eso que teníamos, todo se magnificó por estar mi madre en medio. Cuando cortas una relación de estas esporádicas, nunca es tan difícil. Pero lo fue.

En las nubes ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora