Aurora
Había una cosa que me diferenciaba de muchos de los compañeros de clase que había tenido a lo largo de mi vida y era que adoraba con todas mis fuerzas exponer trabajos delante de gente, sobre todo en la universidad, que los profesores nos evaluaban mientras hacíamos una exposición enfrente de distintos públicos, no solo delante de nuestra clase. Había expuesto delante de estudiantes de doctorados, profesionales del mundo de la psicología, exalumnos de la universidad, donantes económicos de la misma..., y en esa ocasión, ese lunes por la mañana, iba a exponer delante de nuevos alumnos de la uni.
No estaba nada nerviosa, me había preparado aquello a la perfección y llevaba una presentación digital perfecta no, lo siguiente.
Y todo fue según lo planeado. Hice una presentación dinámica y divertida, sin dejar huecos para que la gente tuviera la mínima oportunidad de aburrirse, e hice colaborar tanto a alumnos como profesores presentes. Eso era lo que más me gustaba, porque era una forma de certificar que me estaban entendiendo, por ende, que me estaba explicando bien. Y eso los profesores que me estaban evaluando lo notaban. Con el tiempo y probando diferentes tipos de exposiciones, me había dado cuenta de que obtenía mejores comentarios y notas más altas cuando lo hacía así de dinámico.
En cuanto acabé, recibí un aplauso que agradecí mucho, aunque esa era quizá la parte que más vergüenza me daba. Mientras la sala se iba desalojando, le di un trago a mi botella de agua viendo como una de mis profesoras se acercaba a mí.
―Cada vez que expongas, te diré lo mismo.
―Que me haga profesora ―adiviné haciéndola reír.
―Es que serías la caña, Aurora ―me susurró con una sonrisa―. Es excelente, una vez más, cómo presentas un tema que aparentemente es aburrido como una castaña. Es por cosas como estas que la gente se acaba interesando de verdad en la psicología. Y quiero que sepas una cosa; la asistencia era opcional y han venido todos.
Me guiñó un ojo antes de marcharse hacia las escaleras que daban salida al auditorio. Se me escapó una sonrisa que sería complicadísimo de borrar. Mientras quitaba el pen drive del puerto USB del ordenador de mesa, me vibró el móvil y en cuanto le eché un vistazo vi que eran más notificaciones de Twitter. Ardía, de nuevo.
Recogí mis cosas y subí las escaleras para marcharme. Y mientras iba en dirección a la salida de la facultad, tres chicas se colocaron a mi lado.
―Perdona, Aurora ―dijo una de ellas. La miré con una sonrisa y nos detuvimos nada más cruzar las puertas de la calle―. Nos ha encantado la exposición que has hecho. Nadie diría que era un proyecto de clase evaluable y no una conferencia de verdad.
―Ay, muchas gracias. Me alegra mucho que la hayáis disfrutado. Y espero que también hayáis aprendido algo, porque si no mal voy.
―Por supuesto ―exclamó otra de ellas―. Tengo que decirte que me metí en psicología porque decían que era la carrera más fácil, pero en diciembre hiciste una exposición de la Psicología Clínica y me interesó tanto, que me he informado más a fondo y creo que cuando me licencie, cursaré este máster.
―Me hace feliz escuchar esto. No es porque sea el máster que estoy haciendo yo, pero es mejor de lo que puede parecer a priori, así que imagínate. ¿Vosotras tenéis pensado hacer algún máster? ―les pregunté a las otras dos.
―Psicología Forense ―respondieron al unísono.
―Uh... fascinante ―admití―. De pequeña quería tirar por ahí, pero todo lo que son leyes y casos tan dramáticos, mejor tratarlos desde fuera. Desde el sofá de mi casa preferiblemente.
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En las nubes ©
Storie d'amore𝗔𝘂𝗿𝗼𝗿𝗮 está a un paso de ser psicóloga. 𝗔𝗹𝗮𝗿𝗶𝗰 ejerce desde hace años. 𝗔𝘂𝗿𝗼𝗿𝗮 tiene un podcast de psicología. 𝗔𝗹𝗮𝗿𝗶𝗰, también. 𝗔𝘂𝗿𝗼𝗿𝗮 es una romántica empedernida. 𝗔𝗹𝗮𝗿𝗶𝗰... Alaric no. Ni Aurora ni Alaric imag...