III

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Amnesia

Abro mis ojos justo antes del amanecer y por un momento hago memoria de mi último sueño...

Bien, creo que es tiempo de levantarme.
Puedo hacerlo, sólo un paso a la vez y no debo olvidar que estoy sujeta a esta máquina.

La miro con desagrado y ruedo mis ojos. Logro sentarme y con un poco de dificultad bajo mis pies. El suelo está helado. Normal, esto parece un congelador. Me sostengo de la máquina y afirmo mis pies. Al instante, me encuentro dando pasos y en mucho menos ya he llegado al baño.

Lo primero que hago es mirarme al espejo. Noto cada pequeña cicatriz que aún me queda en el rostro, en mis manos... en mi cuerpo.

Nada tan grave como lo perdidos que se ven mis ojos.

Entonces, me fijo en mi antigua cicatriz. La bala que me sacaron del pecho.

Es extraño. Antes, siempre que la vea alguna lágrima se me escapaba. Verla me revivía el dolor. Pero, ahora no siento eso... es como si lo hubiese superado.

Sin duda alguna, no soy la misma. No soy la misma niña caprichosa y egoísta que le hace daño a la gente para evitar ser lastimada.

No sé por qué siento que él tiene algo que ver en todo esto...

Me siento agotada, tal vez de tanto pensar.

Termino de asearme y regreso a la cama. Justo a tiempo...

—¿Helena, estás lista?
Veo a Marcos asomarse en la puerta.

—Estoy lista.
—¿Observando el paisaje? —pregunta señalando la inmensa ventana descubierta.
—Beneficios de estar en un... —me quedo en blanco.
—Décimo piso —susurra.
—Sí, eso —rio.
—Bien, le pediré a la enfermera que traiga una silla de ruedas y te lleve a mi oficina. Es tiempo de que salgas de aquí.
—No hace falta, me gustaría intentar caminar.
—De acuerdo, entonces te ayudo.

Cuando me levanto, Marcos sostiene mi brazo con fuerza para que no pueda caerme. Y juntos caminamos hasta llegar a su oficina, la cual agradezco que no estuviera tan lejos porque sin duda alguna hubiera tenido que cargarme el resto del camino.

—Bueno, ahora sí podemos comenzar las terapias.
—Creo que sí.
—Bien, como ya sabes soy el Dr. Marcos Alfaro psicólogo clínico. Y estoy en la mejor disposición para ayudarte.
—Lo siento, por lo de antes.
—No te preocupes, soy todo un experto tratando pacientes groseros —bromea.
—Gracias.
—No tienes que agradecerlo... —comienza a escribir en una libreta.
—¿Ahí es donde escribirás cuan loca estoy?
—¿Helena, tu apellido?
—Fisterra con dos "r" y por cierto Helena lleva "H" —le corrijo al ver mi nombre mal escrito en su libreta.
—Disculpa —lo arregla al instante —Helena, quiero escucharte. ¿Cómo te sientes?
—Perdida, como si estuviese incompleta.
—¿Qué sientes que has perdido?
—A alguien.
—¿alguien?
—¿Es posible que pueda haber olvidado a alguien?
—¿Qué te ha hecho pensar así?
—¿Es posible o estoy loca? Se sincero.
—Es posible, si llegaste a conocer a esa persona durante el tiempo que olvidaste. O tal vez el accidente esté vinculado a esa persona y por tal razón tu mente decidió bloquear los recuerdos.
—Entonces, no estoy loca.
—Eso se llama amnesia sistematizada. Es cuando la información sobre una categoría específica, como toda la información sobre una persona en particular o sobre tu familia se borra.
—¿Por qué?
—Porque tu memoria lo considera demasiado importante para ti y al mismo tiempo demasiado doloroso.
—Eso no tiene sentido...
—No, tal vez no para ti. Cuéntame. ¿Qué has recordado?
—No sé si todos son recuerdos, pero comencé teniendo pesadillas. Siempre tengo pesadillas, pero estas no son igual.
—¿Siempre tienes pesadillas? ¿"Siempre" tiene un inicio?
—Bueno, desde mis 8 años.
—¿Qué ocurrió?
—Ese es otro tema. Mejor volvamos a mi mala memoria, ¿sí?
—Adelante.
—En estas pesadillas algo me persigue, como una sombra.
—Lo recuerdo, cuando despertaste mencionaste que había alguien en la puerta.
—Sí.
—¿Qué más después de eso?
—Dijiste una frase "Todos estamos hechos de pedazos". La había escuchado antes.
—¿De quién crees que olvidaste?
—Sí, recordé su voz, sus palabras, su risa. Sólo partes de él. ¿Pero, por qué no puedo recordar su rostro?
—¿No has visto su rostro?
—No.
—Tal vez es alguien que conoces y está cerca de ti. Algunas veces los recuerdos son abstractos y poco a poco se van aclarando.

¿Alguien que conozco?
¿Alguien como Luca o Nicholas?

—No lo sé.
—Tranquila, un paso a la vez. Lo importante es que estás recordando.

Asiento varias veces con una sonrisa.

...

Los próximos tres días me esforcé, intenté todo lo que pude, pero no sirvió de nada. No volví a recordar. Como si todo se estancara.

Creo que mi mente se rindió.

Antes había comenzado a llevar el registro de cada uno de mis sueños en mis notas del teléfono. Pero, ya no he tenido nada para añadir.

A veces me pregunto si se trata de alguno de ellos...

Cada vez que Luca me visita intento descifrar si se trata de él. Pero, no logro verlo de otra manera que no sea como mejor amigo. De igual forma no puedo descartarlo, tal vez haya alguna posibilidad. ¿Y si realmente sucedió algo entre nosotros y no quiere decirme para no presionarme?

Por otro lado, si se tratase de Nicholas... recuerdo que rompimos tres días antes del aniversario de la compañía y estoy segura de no ser capaz de volver con él, ¿o sí?

Mierda. No parezco segura de nada.

En fin, he tenido que soportar un par de veces la visita de Edith. Ha estado demasiado pendiente a mi recuperación. Sin embargo, Marcos ha mantenido su promesa. Así que no sabe lo poco que he recordado.

Margarita viene cada mañana y algunas tardes. Maite y Carol, mis amigas, también han venido en ocasiones.

...

Cuarto día, sin recuerdos. Acabo de volver de la terapia. Marcos intenta darme algunos ejercicios que estimulen mi cerebro, pero no conseguimos nada.

Creo que son las 9 de la noche. Estoy sentada sobre mi cama mirando otra vez la ciudad.

—¿Señorita, necesita algo? Es que voy a dar la ronda nocturna y no volveré hasta más tarde —es la misma joven enfermera que se asoma a mi puerta cada noche.
—No, me daré un baño y luego me acostaré. Gracias —sonrío.
—Sí, deberías descansar la terapia ha sido tarde hoy. A penas vi que llegaste. Debes sentirte agotada.
—Así es, pero era la única hora que tenía disponible el Dr. Alfaro.
—En estos días ha tenido mucho trabajo. Hay muchos pacientes que le necesitan.
—Es un... gran doctor —sonrío levemente.
—Lo es —afirma y también sonríe —Descanse —son sus últimas palabras antes de cerrar la puerta.

Me levanto de la cama, sostengo la máquina del suero y camino hasta el baño.

Mientras me desvisto, mis dudas vuelven a pasearse en mi cabeza. Entro a la ducha, cierro el vidrio y me sumerjo bajo el agua con los ojos cerrados intentando ensordecer mis pensamientos.

🎵 (I feel like i'm drowning - Two feet (2:29))
Entonces, lo veo.
Caminando lentamente hacia mí.

Mi pulso se vuelve errático, mi respiración agitada y mi piel se eriza...

Creo que ahora sí me he vuelto loca.
🎵

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