VIII

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Rodeados

Ok. Acabo de apuñalar a alguien y por su quejido creo que lo he hecho muy bien. Nada mal para una primera vez.

Sólo que por alguna razón me he quedado inmóvil. Aún sostengo las tijeras clavadas en su piel. Hasta que siento su mano sobre la mía.

Eso es suficiente como para soltarlas de un sobresalto.

El sujeto, aún de espaldas a mí, se levanta. Así que me preparo para lo peor. Pero, sólo le veo soltar el teléfono de Marcos lentamente y aún sosteniendo fuerte las tijeras que lleva clavadas, corre en dirección a las escaleras.

Ni siquiera se tomó el tiempo para verme. Ni siquiera volteo su rostro. Sólo huyó.

Me agacho e intento despertar a Marcos, quien tiene una herida en su ceja.
—Marcos, levántate. Vamos, Doc. Tienes que despertar —lo sacudo fuerte —No te permito morir hasta que me ayudes a recuperar mis recuerdos —bromeo preocupada. Sin embargo, su repentina carcajada me hace sonreír.
—¿Volviste por mí? —abre sus ojos.
—Sabía que me necesitabas.
—No me subestimes, me defendí muy bien mientras no estabas —ríe, mientras se levanta del suelo con mi ayuda.
—Sí claro... —bromeo —Oye, que está bien así. Que eres el súper Doc. No tienes que ser también el súper man.
—Dile eso a las chicas... —dice sarcástico.
—Ay, por favor. Si es por eso no te preocupes, no le diré a nadie —susurro —Además, te diré algo. Los súper man están sobrevalorados —ambos reímos, hasta que una voz desconocida para mí nos interrumpe.

—¿Marcos? ¿Estás bien? —grita una mujer.

Nuestras miradas se dirigen al pasillo. Entonces, la vemos. Una rubia con el uniforme de seguridad corriendo hacia nosotros.
—Mónica, ¿cierto? —susurro cerca de Marcos.
—Sí.
—Muy bonita tu amiga —sonrío con picardía.
—Helena... —refunfuña, lo cual me causa aún más gracia. Sin embargo, me limito a presionar mis labios aguantando la risa.

—Estaba revisando las cámaras. ¿Qué acaba de suceder? —pregunta Mónica asustada, al llegar a nosotros.
—Alguien nos atacó —responde Marcos —Mónica, necesitamos tu ayuda.
—¿Qué, cómo que alguien los atacó? —parece preocupada... muy preocupada —Vengan conmigo.

Le seguimos entre los pasillos hasta llegar frente a una puerta rotulada: "Acceso restringido".

Entramos, es el cuarto de seguridad del hospital donde se encuentran los monitores de todas las cámaras. Puedo ver perfectamente cada rincón del edificio.

—Pueden sentarse por aquí —Mónica señala un par de sillas frente a los monitores y luego desaparece tras otra puerta.

—¿Crees que las grabaciones estén aquí? —pregunto mirando cada pantalla.
—¿Por qué no lo estarían? —cuestiona Marcos.
—¿Confías en ella? —me refiero a Mónica.
—Confío, es leal —afirma.
—Y yo confío en ti.

Ambos nos sentamos y esperamos a que Mónica regrese. Minutos después, la vemos venir con un botiquín de primeros auxilios en sus manos.

Arrastra una silla y se sienta frente a nosotros. Abre el botiquín y comienza a rebuscar en él.
—Marcos, puedes decirme ¿qué está ocurriendo? ¿Cómo es que alguien te ataca de esta manera en pleno hospital? Hay que reportarlo.
—No. No lo reportes —suplica Marcos.
—¿Entonces explícame? —le dice abriendo un sobre con alcohol y comienza a limpiar la herida en su ceja.

Marcos se queja un poco, noto como se tensa del dolor.
—Mónica, ella es Helena —me señala —Es mi paciente. Hace unas semanas tuvo un accidente y no recuerda. El problema es que no está segura aquí. Creemos qué hay alguien vigilándola. No sé lo que quieren, pero no han venido con buenas intenciones, eso ya nos quedó claro.
—No entiendo. ¿Por qué no sólo lo reportas y ya?
—Sabes que si hago eso no me dejarán seguir ayudándola. La agencia no querrá exponerse ni exponerme a mí.
—No me parece bien, pero adelante. Haz lo que quieras. Respeto tus decisiones.

Es lindo que Marcos quiera seguir ayudándome, incluso si corre peligro, pero debo admitir que Mónica tiene razón.

—¿Marcos, por qué no mejor lo reportamos? Me sentiría culpable si algo te pasa —intento convencerlo.
—No, eso no es una opción. Estoy bien ¿sí? Además, no voy a dejarte a la deriva.
—Pero,... —insisto.
—Ni lo intentes, es un terco. No hay forma de hacerlo cambiar de opinión... y menos cuando se trata de ayudar a alguien —me advierte Mónica —Listo, he terminado contigo —dice al cubrir finalmente su herida con una tirita.

—¿Puedo pedirte un favor? —Marcos la mira fijamente a los ojos.
—¿Aparte de mi silencio?
—Sí, aparte de eso. ¿Rodrigo no te dijo que vendría?
—Ah, era por eso... Sí, me dijo que te urgía hablarme. Él salió, pensó que era mejor que habláramos sólo nosotros...

Corta tus palabras sin dar mucho detalle. Pero, sé claramente que pensó que algo sucedería entre ellos. Ella tenía esa esperanza en su mirada.

—Mónica, necesitamos ver los videos de seguridad. Para poder investigar esto de forma privada. Helena Fisterra tiene un equipo de seguridad privado que puede ayudarnos.
—¡¿Fisterra?! Como han subido tus estándares —dice entre dientes.
—¿Nos vas a ayudar o espero a Rodrigo? —Marcos parece molesto y no es para menos con su estúpido comentario de celos.
—¿Con qué desean comenzar? —pregunta.
—Empecemos por la grabación de hoy —respondo.

Se acerca a los monitores, coloca algún código que le piden, selecciona las cámaras del área donde fuimos atacados y comienza a retroceder el video hasta llegar a vernos en escena. Justo como si fuera una película. Cuando se abren las puertas del elevador me veo correr y minutos después puedo ver cuando Marcos y el sujeto salen del elevador. Pelean, ambos se dan golpes el uno al otro hasta que el sujeto saca un arma y golpea a Marcos sobre su ceja dejándolo en el suelo inconsciente. Luego se agacha en cuclillas y le rebusca.

—¡Tu teléfono! —grito al recordar —El sujeto introdujo un chip en tu teléfono. No sé con qué propósito, pero lo vi cuando regresé.
—No te preocupes, lo revisaré luego —responde Marcos.
—¿Entonces, ese era su propósito? Tu teléfono —cuestiona Mónica —¿O creen que quería hacerles daño?
—No lo sé —Marcos niega un par de veces con su cabeza.

Entonces, vuelvo a salir en escena. Me veo caminando hacia él con las tijeras. Y veo como lo ataco por su espalda. Me provoca escalofríos.

—Fuiste muy valiente, Helena —Marcos me sonríe.
—Helena, Marcos... ¿alguno de ustedes vio algo con lo que pudieran identificarlo? Sé que el sujeto estaba vestido de negro completamente y llevaba máscara o alguna especie de capucha... ¿pero, algo? ¿lo más mínimo?
—Yo sólo le vi sus ojos, pero no tan bien como para poder identificarlo —dice Marcos frustrado.
—Yo no pude ver, estuve tan cerca de él. Pero, sólo lo vi de espaldas.
—Vale, no hay problema. Seguimos viendo. Les haré una copia del video.
—Quisiera ver... no recuerdo qué día fue, pero cuando desperté y dije que vi a alguien en la puerta.
—Eso fue hace seis días —afirma Marcos —¿Crees que puedas buscarlo?
—¿En serio lo estás preguntando? Sabes que puedo hacer más que eso —la rubia sonríe ampliamente —Pero, es claro que me tomará tiempo. ¿Les parece una taza de café?

Marcos y yo asentimos como respuesta.

Mónica se levanta de la silla y vuelve a perderse tras la misma puerta de antes. Minutos después regresa con tres tazas de café. Nos las entrega y vuelve a sentarse para seguir buscando entre las grabaciones.

...

Varias horas más tarde la voz de Marcos me despierta —Helena, tienes que ver esto.
—¿Cuando me dormí? —froto mis ojos.
—Hace un rato, bonita —responde Mónica.
—Lo que acabamos de ver, no es nada bueno —percibo temor en los ojos de Marcos —Debo buscar una forma de sacarte de aquí, AHORA.
—¿Por qué dices eso? —cuestiono —Me estás asustando.
—Estamos rodeados.

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