VII

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Elevador

Esos segundos...
parecen eternos.

El silencio nos ahoga tan sutilmente que podemos escuchar nuestro respirar.

{{{{{respiración pesada}}}}}

Es extraño, tres corazones se vuelven un mismo respiro. Como si algo nos conectara...

Nadie se mueve, nadie dice nada. Pero, los tres sabemos lo que se aproxima. Mientras el elevador baja mi corazón se acomoda en mi garganta. Espero ansiosa el momento en que las puertas se abran.

Y aquí me invade la mejor interrogante: ¿qué se supone que haga? Porque estoy conectada a una máquina bastante pesada como para salir corriendo velozmente.

¿O se supone que golpee al sujeto con ella?

Mierda. No lo sé.

Ese sujeto es mucho más grande que Marcos, creo que nuestra mejor opción es correr.

Piso 1: leo en la pantalla.

Sólo un poco más y las puertas se abrirán en el sótano. Al parecer ya sabían hacia dónde nos dirigíamos Marcos y yo, porque al entrar al elevador ya estaba marcada la letra "G".

Ambos nos miramos de reojo y como si fueran sus últimas palabras, Marcos me susurra un "CORRE".

En ese instante las puertas se abren y veo como Marcos se abalanzan sobre el sujeto. Ambos comienzan a forcejear y entonces es cuando obedezco sus palabras.

Corro. Corro como en mis pesadillas. Corro lejos entre los pasillos, sin saber hacia dónde voy.

Maldito laberinto.

Sólo sé que minutos antes no hubiera imaginado que podía empujar tan rápido la máquina del suero.

El miedo algunas veces es poder. Es lo que necesitamos para impulsarnos a lograr aquello que parece imposible.

Me detengo frente a una puerta rotulada "almacén" y entro sin pensarlo demasiado. Trato de calmarme, intento contener mis emociones. Intento concentrarme en escuchar lo que sucede afuera, pero sólo hay silencio.

¿Cómo pude dejar a Marcos?
¿Y si le hizo algo?

Todo esto es mi culpa. Tengo que volver.

¿Volver? ¿Te estás escuchando, Helena?

¡Qué estupidez!
¿Cómo se supone que le ayude?

Busco desesperada entre las cosas a mi alrededor... algo liviano que me pueda servir, hasta encontrar unas tijeras bastante puntiagudas.

Las tomo y salgo del almacén.

Intento recordar el camino de regreso al elevador aunque es difícil identificarlo. Todo es tan parecido que por un momento creo estar dando vueltas en círculos. Sin embargo, después de un par de pasillos sin salida, logro llegar.

A la distancia los veo. Están a medio pasillo, todavía frente al elevador. Marcos en el suelo inconsciente, mientras que ese sujeto está en cuclillas, de espaldas a mí (lo cual agradezco mucho). Al parecer está buscando algo en los bolsillos de Marcos.

Busca su teléfono porque cuando lo encuentra parece introducirle algún tipo de chip.

Helena, tú puedes.

Me armo de valor y esta vez decido quitarme el suero que ahora tengo en mi mano derecha... Pero, antes, apago la máquina para evitar que suene y entonces tiro de él para arrancarlo de mi mano. Cierro mi puño de dolor y veo como lentamente bajan una gotas de sangre que caen al suelo. También me quito los zapatos, para evitar cualquier ruido.

Mis pies descalzos se tensan al tocar el piso frío.

Entonces, acomodo las tijeras con la punta hacia el frente. Las sostengo con fuerza en mi mano izquierda y comienzo a caminar hacia ellos.

Despacio y en silencio.

Cuando estoy a centímetros del sujeto... sin pensarlo mucho, clavo las tijeras en su costado izquierdo.

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