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Posibilidades

Parpadeo un par de veces hasta que se va y puedo volver a leer el primer nombre.

Me estresa el no saber, el sentirme perdida todo el tiempo, el desconfiar... Cada momento que pasa su recuerdo crece dentro de mí. Necesito entender.

¿Quién es? ¿Qué ocurrió? ¿Y por qué no está?

¿Le amaba? Antes pensaba que nunca sería capaz de amar a alguien. Pero, ahora... me desconozco.

Mientras me cuestiono lo poco que recuerdo sobre él, de forma inconsciente acaricio la sombra que hay en mi dedo anular izquierdo.

—¿Ocurre algo? —pregunta Luca al instante en que el mesero se aleja de nosotros.
—¿Qué? —suelto mis manos.
—¿Estás bien?
—Sí, es sólo... dolor de cabeza.
—Si te sientes mal, sólo dime.
—No te preocupes, estoy bien —sonrío levemente.
—Ya creo que has visto... —señala mi mano izquierda.

Sé a qué se refiere. Pero, decido hacerme la perdida.
—¿De qué hablas? —pregunto intrigada.
—Pues, del anillo que perdiste durante el accidente. Descuida te compraré otro.
—¿Tú me regalaste el anillo?
—Sí, era un anillo de amistad. También lo usan Maite y Carol. ¿No te diste cuenta?
—No. No lo noté —intento ocultar mi decepción.

Yo que pensé en la posibilidad de que él y yo...

No. Es que no podía ser. No soy de las que sueña esas cosas. Debo enfocarme mejor en recordar el accidente y lo que viví durante ese año. Tal vez él, sólo fue alguien pasajero en mi vida. Tal vez mi mente sólo me cuida de no sufrir la misma decepción dos veces.

—¿Estás bien? —pregunta Luca al notar que me he quedado pensativa.
—Sí, es sólo que todo esto me abruma un poco.
—¿Qué?
—El no recordar nuestras vivencias el verano pasado —miento.
—No te preocupes, se pueden crear mejores. Tenemos tiempo... —sonríe y sostiene mi mano unos segundos.

...

Después del desayuno volvimos a la habitación. El médico me esperaba para darme un regaño por mi escapada sin suero. Le pidió a las enfermeras que volvieran a colocarlo y así lo hicieron.

Otra vez conectada a la bendita máquina, que horror.

Cuando terminaron de evaluarme, se retiraron y volvimos a ser sólo Luca y yo. Ambos sentados en un extremo de la cama mirando hacia la ventana.
—Sé que es difícil todo lo que has vivido, pero quiero que recuerdes que estoy aquí —dice Luca con su vista fija en la ciudad.

Dirijo mi vista hacia él sin que pueda notarlo. Lo miro en silencio. Una parte de mí lo extrañaba. Como si supiera que este último año no fue igual entre nosotros...

¿Qué nos pasó? ¿Alguna vez me alejé de él?

No recuerdo un momento de mi vida en el que no estuvo conmigo...

¿Por qué no puedo decirle lo que me está pasando?

—¿Cómo estás con tus pesadillas? —rompe el silencio y entonces voltea a verme.
—Desaparecieron —hago una pausa, él parece sorprendido —Quiero decir... no es que no tenga. Es sólo que aquello que me atormentaba en el pasado... sanó. Cuando me miro al espejo y veo mi cicatriz ya no duele.
—¿Pero, recuerdas eso o...?
—Sí, recuerdo lo que pasó. Mis recuerdos del pasado siguen ahí. Sólo que ya no me aterra... recordar. Dijiste que era una sobreviviente.
—Lo eres —sonríe.
—Sabes, siento que una vez desperté no soy la misma. Es como si hubiese vivido más ese año que en toda mi vida.
—Sí que viviste mucho... —suspira hondo.
—¿Crees que puedas contarme algo? —lo miro a los ojos suplicante.
—El año pasado te quedaste aquí. No te fuiste después del verano.
—¿Qué? Eso no tiene sentido.
—Lo sé. Pero, fue tu decisión.
—¿Cómo?
—Helena, tú...

La puerta se abre interrumpiendo las palabras de Luca. Y al girarnos vemos a ¿Marcos?

—Disculpen. Helena, me puedes regalar un momento. Es importante —sonríe amablemente aunque noto que en el fondo le preocupa algo.
—¿Otra terapia? —pregunta Luca con cara de pocos amigos, lo cual me causa un poco de gracia.
—Creo que no los he presentado antes. Luca, él es Marcos... el psicólogo clínico —lo señalo —Marcos, él es Luca mi mejor amigo.
—Un placer —saluda Marcos.
—El placer es mío —Luca devuelve el saludo.

¿Ese saludo se sintió algo tenso o es mi imaginación?

Los tres nos miramos en silencio hasta que le hago un gesto a Luca para que salga de la habitación un momento.
—Ah, cierto. Nos vemos luego —besa mi frente.
—Es sólo un momento, no tienes que irte —respondo confundida.
—No te preocupes, ya es tarde. Debería estar en la oficina. Hablamos en la noche —sonríe.
—Espero tu llamada.
—Siempre... —vuelve a sonreír.

Luca camina hacia la puerta donde aún está Marcos. Ambos se miran en silencio como si tratasen de leerse mutuamente y luego continúan cada cual con lo suyo. Luca se retira y Marcos entra a la habitación y se sienta en el sofá frente a mí.

—¿Qué ha sido eso? —pregunto.
—¿Quieres la verdad o te miento un poco? —ríe y le miro en silencio, seria, para que note que no me ha dado nada de gracia el asunto —Está enamorado de ti —pronuncia igual de serio que yo.
—Tal vez...
—¿Sólo tal vez? Helena, es algo obvio.
—No, sólo está siendo un amigo protector.
—¿Marcando territorio? ¡Por favor!
—No marcaba territorio, es algo desconfiado y... —me detengo —¿Sabes qué? No voy a debatir esto contigo. ¿Qué querías decirme que es importante?

Su rostro cambia por completo a uno bastante alarmante.
—No quiero que te asustes. Pero, creo que tus pesadillas no son parte de un delirio de persecución. Creo que son un aviso, una advertencia —me mira a los ojos fijamente.
—¿De qué estás hablando?
—Está mañana, después de nuestra conversación... volví a mi casa por algo que olvidé y creo que había alguien.
—¿Pero, estás bien?
—Sí, no llegué a ver a nadie directamente. Fue esa sensación de que no estaba solo. Debes tener cuidado.
—No entiendo. ¿Por qué crees que tenga que ver conmigo? ¿Qué posibilidad hay de eso? ¿Y si no viste nada como puedes afirmar que pasó?
—El único expediente que guardo en mi casa, bajo llave, es el tuyo. Desde que me dijiste que no le dijera a nadie sobre tus recuerdos. Helena, faltaban páginas del documento.

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