2. Pasado

1 0 0
                                    

2: P A S A D O

—¿Cómo que no hay nada sobre él? —reclamo alterada.
—Te juro que busqué. Es extraño, que no haya nada. Como si su contratación fuera irregular.
—¿Qué estás insinuando? ¿Crees qué alguien?
—Sí, alguien le dió el empleo saltándose los procesos debidos.
—Eso es ilegal —rio para mis adentros —Mucho mejor. Será fácil dejarlo sin trabajo cuando lo acuse. Bueno, Willy, al menos me has servido de algo. Mañana tendrás $2,000 en tu cuenta bancaria.
—¡Eran $5,000! —exige.
—Eran, pero para tu desgracia no había expediente. Confórmate con eso o también te quedarás sin empleo —afirmo con indiferencia.
—¡No, mi empleo no! —suplica.
—Nunca hablamos, Willy —sonrío ampliamente y me apresuro a salir de la oficina junto con Luca.

Tomamos el elevador de vuelta y llegamos hasta el salón de la celebración, bajo las escaleras y los balcones.

Nos acomodamos en silencio cerca de una de las mesas altas ya que había comenzado la monótona ceremonia de aniversario.

Apoyo mis codos sobre la mesa y comienzo a escanear con la mirada todo el salón.

Empresarios
Políticos
Famosos
Reporteros
Fotógrafos

El circo perfecto y Martín parece ser el que más ruge en este espectáculo.

Todo es tan frívolo y vano. La misma función de siempre. Incluso recito de memoria unas cuantas líneas del discurso del programa. Todo es tan predecible a mi alrededor... todo excepto él.

Mis ojos se vuelven a cruzar con Suárez. Está a un extremo de la tarima, estático. Con la típica pose de guardia de castillo.

Me da coraje recordar como me trató antes y lo divertido que fue para él cuando le dije que era Helena Fisterra. Además, odio la simpleza con la que me hizo recordar mis pesadillas... mi pasado... ese día. Pero, a pesar de todo me da más coraje aceptar que es el único entre nosotros que no parece vacío.

Es el único capaz de provocarme una pizca de curiosidad. Es diferente... o tal vez ya bebí demás.

Sí, creo que debe haber sido lo último. Ese idiota no puede tener algo especial.
—¿Ahora qué sigue? —susurra Luca a mi oído.

Sé que se refiere a Suárez.

—Sigue hacer que se arrepienta —susurro de vuelta.
—Bien, pero supongo que no es ahora... ¿cierto?
—No, hoy no será.
—Entonces, ¿podemos saltarnos todo esto?
—¿Seguro? Tu padre aún no toma su parte.
—Seguro. Estoy harto de lo mismo cada año.
—Entonces, vámonos —sonrío encogiéndome de hombros.

Luca sonríe de vuelta, extiende su mano y cuando la tomo nos escurrimos entre los invitados hasta llegar a las afueras del hotel.
—Trae mi auto —le dice Luca, al empleado del estacionamiento y este luego de un par de minutos regresa con él.

...

(en la mansión de los Fisterra)

Luca me trajo de vuelta a casa. Y como todas las veces después de un evento familiar... lo volvimos a hacer. Corrimos hasta la piscina y nos arrojamos con todo.

Adiós vestido
Adiós traje
Adiós zapatos

Nos llevamos un par de regaños de Margarita, pero era lo normal...
—¡Ay, Dios santo! ¡Otra vez no! El señor va a enloquecer. ¿Cómo pueden echar a perder la ropa de ese modo? ¿Cuándo será que van a madurar ustedes dos? —se cruza de brazos frente a nosotros.

Y como respuesta se nos escapan un par de risitas de complicidad.
—Anda, Margarita, relájate un poco. Porqué no mejor te lanzas con nosotros a la piscina —bromea Luca.
—¿Por qué no mejor me ayudan en mis quehaceres? —nos fulmina con la mirada y camina de vuelta a la cocina.
—Te quiero, Nana —le grito con una sonrisa.

Ayúdame a recordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora