Roca hirviente.

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Una noche de convivencia hice el te para todos en el lugar. Aunque no tenía las mismas habilidades de hacer un buen té como mi tío Iroh, al menos le había tomado algunas buenas estrategias para hacerlo de la mejor forma. Mientras repartía el té, conté un pequeño chiste que mi tío solía decirme cada que hacía una bebida para nosotros, pero al no saberlo completo los demás rieron. Por un momento sentí que extrañaba a mi tío Iroh, seguro él contaría mejores cosas que yo.

Cuando llegué a Sokka le ofrecí su taza de té. Lucía preocupado, y al verme llegar hasta ahí me detuvo.

— Oye, ¿podemos hablar un momento? — me dijo.

Lo miré extrañado y después le seguí hasta una zona donde no podrían escucharnos. Sonaba preocupado e incierto, lo cual me llenaba de los mismos malestares.

— ¿Qué ocurre? — dije curioso.
— Cuando alguien es capturado por la nación del fuego, ¿a dónde lo llevan?
— ¿A qué te refieres? ¿Quién fue capturado?
— Cuando el plan de invasión falló capturaron a varios hombres de la tropa. Sólo quiero saber en dónde están.
— Sokka, es mejor que no lo sepas, hasta cierto punto.
— Quiero saberlo, tengo ese derecho.
— ¿Tan importantes son tus hombres para ti?
— Es que...— titubeó —, uno de esos hombres es mi padre. Lo perdí hace tiempo y ahora no quiero que vuelva a ocurrir. Necesito saber en dónde está.
— Bien. Seguramente se encuentra en un lugar llamado la "Roca Hirviente", que como su nombre indica, es una prisión que está en una isla llena de agua hirviente.
— ¿Y cómo llego a ese lugar?
— Sokka, no puedes ir ahí, es una estupidez sin precendentes.
— No pienso ir ahí, no seas paranoico — dijo a modo de distracción.
—... Está en un volcán entre éste templo y la nación del fuego. Lo sobrevolaron cuando vinieron a este lugar hace unos días.
— ¿En verdad? No lo había notado — fingió.
— Escucha, si lo que tienes planeado es ir hasta ese lugar para liberar a tu padre y sus hombres, al menos necesitarás a alguien que pueda guiarte y ayudarte en tu plan — afirmé.
— No necesito que alguien de la nación del fuego me acompañe a una isla que pertenece a la nación del fuego — respondió molesto.
— Soy tu mejor alternativa, además, te debo ese favor de alguna forma por todo lo que he hecho pasar tanto a ti como a tu familia, y al Avatar — expliqué.
— Bueno, eso no podría negarlo — confirmó —, pero aún no tengo la confianza suficiente para aceptar tu ayuda — estuvo a punto de retirarse del lugar, pero lo sostuve con una mano del hombro.
— Por favor, déjame demostrarte que he cambiado. Ambos sabemos lo que significa para nosotros el honor y el liderazgo. Eres el líder de este grupo, y yo soy alguien sin honor. Ambos podemos hacer algo bueno por todos, y quiero ser parte de ello.
— Está bien — aceptó al fin —. Nos iremos cuando el resto se haya quedado dormido — se soltó de mi agarre y me dedicó una media sonrisa.
— Hecho.

...

Al llegar la noche las cigarras empezaron a sonar en el lugar, haciendo esos sonidos tan característicos de su cantar. Escuchaba ligeramente el aire saliendo una y otra vez por la gran nariz del bisonte volador del avatar, y los murmuros curiosos del mono volador que estaba acostado cerca del otro animal. Miré hacia el techo mientras fingía conciliar el sueño, pero el sonido de unos pasos acercándose me hizo girarme sobre mi cuerpo. Sokka me miró con seriedad e hizo un movimiento con sus manos, indicando que era tiempo de irnos. Asentí con la cabeza y me puse de pie sin hacer ruido. Ambos caminamos entre nuestros compañeros tratando de evitar pisarlos. Era una tarea ardua ya que todos se tiraban en lugares dispersos entre sí. En algún momento, ambos pisamos en el mismo espacio vacío que teníamos disponible y chocamos nuestros cuerpos. Sokka perdió el equilibrio y estuvo a punto de caer sobre su espalda y sobre Aang, pero yo lo sostuve de ambos brazos y lo jalé hacia mí. De nuevo, ambos quedamos juntos en ese pequeño espacio y nos miramos aliviados, sabiendo que el plan seguía en marcha.

Solté al chico de los brazos y busqué con la mirada otro espacio al cual saltar. Ambos ubicamos esa zona estratégica y nos acercarnos al bisonte volador, el cual seguía dormido, pero nos sería útil para llegar hasta nuestro destino. Sokka sacudió ambos brazos y estuvo a punto de subir al bisonte, pero por un momento me percaté de que ese plan sólo mostraba un fallo abismal.

— ¡Espera! — dije susurrando — Esto es una mala idea. Hasta donde sé no se permiten bisontes voladores cerca de la prisión.
— ¿Y cómo sugieres que lleguemos entonces? ¿Andando a pie? — sonaba molesto.
— No, iremos en mi globo de guerra. Será más sencillo pasar desapercibidos.
— Bien, pero si es una trampa...
— No lo es, confía en mí.

Sokka suspiró sin remedio y aceptó seguirme hasta el globo, el cual usamos para llegar hasta el volcán que albergaba la prisión de la nación del fuego. Antes de abandonar el hogar, dejamos una nota para que no nos buscaran y fuese más fácil cumplir con nuestra misión.

...

El globo era propulsado por fuego, así que hice uso de mis habilidades de fuego control para poder manejarlo hasta nuestro destino. Sokka se detuvo a observar el paisaje desde la orilla del globo y eso me hizo sentir en sus zapatos. Esa mirada perdida en el horizonte, el sentimiento de pertenencia, las ganas de recuperar su honor. Sabía cómo era esa vida. Entendí entonces que no éramos tan diferentes, aunque, en su lugar, él tenía un padre al cual quería tanto que haría cualquier cosa para recuperarlo, pero, en mi caso, yo tenía un padre que me odiaba y haría lo que sea para humillarme y desterrarme. Le envidiaba por tener algo así.

En algún punto, él me volteó a ver extrañado y supongo que fue obvio que lo estaba observando detenidamente, ya que me sostuvo la vista unos segundos antes de arquear una ceja. Tal vez no era una buena forma de mantener comunicación, así que, nervioso, desvié la mirada.

Como una chispa | Zukka Donde viven las historias. Descúbrelo ahora