Ajuste de cuentas.

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Azula y Ty Lee aparecieron misteriosamente al final de la línea que sostenía la góndola. Seguramente, habían venido junto con Mai al enterarse de que estaba en la prisión. Ambas me miraron decididas, y yo las miré con recelo. Aún tenía muchas cosas por resolver con mi hermana después de las batallas en nuestra nación, pero por ahora, solo quería evitar que nos retrasara.

Ambas comenzaron a trepar por la línea que llevaba a nuestra cabina, veloces y decididas a darnos un golpe duro. Yo subí a la góndola por fuera y Suki me siguió, con ganas de una revancha contra Ty Lee.

— Wow, ni creas que te dejaré solo en esta — dijo Sokka, subiendo y tomándome del hombro.
— Esto es entre Azula y yo, seré breve — aseguré.
— Necesitarás ayuda, créeme, tengo esto — mostró su espada y, aunque quería decirle que no, Azula ya nos había apuntado con ambas manos.

Usó su técnica especial de fuego control, que había perfeccionado durante mucho tiempo. Su fuego siempre era azul. Nos atacó con ráfagas de fuego que esquivé. Sokka se mantuvo detrás de mí y atacó justo después de que levantara un muro de fuego frente a Azula. Parecía que Sokka no quería dañarla, solo hacerla perder el equilibrio y la concentración. Eso me gustaba, así que le permití ayudarme. Mientras tanto, Suki esquivaba los golpes de Ty Lee, quien insistía en paralizarla.

Los cinco permanecimos peleando mientras, abajo, el padre de Sokka cuidaba del alcalde. La batalla se extendió y, en algún momento, escuché que ellos dos estaban discutiendo. Seguramente el alcalde había encontrado la manera de escapar de las ataduras y estaba a punto de ordenar cortar la línea. Debíamos apurarnos.

Decidí entonces usar una técnica especial, concentré todo el fuego posible y lo lancé en una llamarada hacia Azula. Ella bajó la guardia, y Sokka aprovechó para empujarla. Azula cayó, pero se sostuvo del borde de la góndola. De repente, hizo algo inesperado.

— ¡Alcalde! ¡Ahora!

El alcalde logró acertar un golpe en el rostro del padre de Sokka y se asomó por una ventanilla. De repente, escuchamos su orden: "¡Corten la línea!"

— ¡Ty! Es hora.

Ty Lee escuchó y ambas subieron a otra góndola que regresaba a la cárcel. Estábamos en peligro inminente. Nuestra góndola caería en cualquier momento. Teníamos que pensar en cómo salir de esto. Pero antes de planear, escuchamos un alboroto. Nos asomamos y vimos a una chica combatiendo a los guardias y liberando la línea de nuestra cabina flotante. De repente, comenzamos a movernos nuevamente, directo a nuestra salida.

— ¿Quién es ella? ¿Y por qué nos está ayudando? — preguntó Sokka, confundido. Observé y me di cuenta de que se trataba de Mai. Nos estaba ayudando, lo cual me pareció una locura.
— ¡Es Mai!
— ¡Por todos los Dioses, que viva tu novia entonces!

Cuando llegamos a la orilla de la montaña, corrimos hasta la zona más baja del volcán y encontramos un globo de guerra en el que volveríamos a casa. El viaje fue largo y tedioso, pero al menos Sokka y yo estuvimos hablando, más cercanos que nunca.

— ¿Viste cómo la arrojé por el borde con un tacleo? ¡Fue una locura! Creí que nos iba a rostizar como carne de pato — dijo Sokka entre risas.
— ¡Ni que lo digas! Estuviste asombroso, Sokka.
— Te dije que te sería de utilidad — me empujó ligeramente.
— Oh, claro, y te lo agradezco, aunque podría haberlo hecho solo — le devolví el empujón.
— ¡Claro que no! No te sientas tan importante, grandullón.
— Ven acá.

Ambos empezamos a empujarnos y a forcejear entre risas. Suki y el padre de Sokka parecían divertidos con la escena y nos miraban riendo. Sostuve a Sokka de los brazos y lo acerqué hacia mí. Ahora yo había ganado.

— ¡Está bien, está bien! ¡Tú ganas! — suplicó.
— ¡Ja! ¿Quién es el mejor ahora? — lo solté y me puse de pie.
— Tú sin dudas — no sonaba convencido, pero me dedicó una sonrisa alegre.
— Son como unos niños ustedes dos — dijo Suki, sonriendo.
— Es la alegría de haber escapado y derrotado a la gente de la prisión más difícil y compleja de la Nación del Fuego. ¡Les ganamos! Y decían que nadie había huido jamás.
— Hemos roto su racha, sin duda — agregó su padre —, sin embargo, aún tenemos gente por recuperar.
— Lo sé, padre, pero por hoy puedo decir que hemos tenido nuestra primera victoria — sonrió y acarició el rostro de Suki.

Miré la escena y sentí un escozor en el pecho que se hacía cada vez más grande. Seguramente, la altura me estaba afectando. Me giré y abrí la caldera del globo para alimentarlo con más fuego.

A las pocas horas, llegamos nuevamente a casa. Aang nos observó de lejos, aterrado y confundido, ya que nuestra ausencia se había extendido a dos días. Todos parecían sorprendidos y asustados de ver un globo de guerra distinto, pero al comprobar que éramos nosotros, se tranquilizaron.

— ¿Dónde demonios habían estado? Estábamos preocupados por ustedes — reclamó Katara.
— Tranquila, ya estamos de regreso. Digamos que fuimos de pesca — dijo Sokka mientras bajábamos del globo.
— Vaya, ¿y trajeron un buen pez? — preguntó Toph.
— Trajimos algo mejor que eso — aseguré. A la par, Suki y el padre de Sokka y Katara salieron del globo. Los ojos de Katara se llenaron de lágrimas y corrió a abrazar a su padre y a su hermano. La escena me resultó conmovedora, y sonreí al ver a la familia reunida nuevamente.

— ¿Tú ayudaste en su rescate? — Aang se acercó a preguntarme.
— Sokka me preguntó sobre los prisioneros de guerra hace unos días. No iba a dejar que fuese solo a la Roca Hirviente.
— Se nota que te importa ayudar — resaltó.
— Sokka ha sido bueno conmigo, todos lo han sido. Era mi turno de devolver el favor.
— Gracias, Zuko, has sido de mucha ayuda. No nos equivocamos al darte una segunda oportunidad — me dio dos palmadas en el hombro y se acercó a Toph.

Como una chispa | Zukka Donde viven las historias. Descúbrelo ahora