Guerreros del sol.

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Después de caminar un largo rato, llegamos a una parte del templo donde había un gran mural con dos dragones que llenaban y envolvían a un hombre en llamas. Ellas formaban a su vez un arco, seguro representando la fuerza del fuego control en los humanos y su origen en los dragones.

— ¡Mira! Esto parece prometedor — admitió el menor —, aunque no estoy seguro de qué nos dice esto acerca del origen del fuego control.
— Y se ven bastante enojados — añadí.
— Pensé que los dragones eran amigos de los guerreros del sol.
— Extraña manera de demostrarlo — miré la inscripción y me hice una idea del significado de ese muro. Recordar ese detalle en la historia, me hizo sentir avergonzado.
— Zuko — dijo Aang, desanimado —, algo pasó con los dragones en los últimos 100 años, algo que no me haz dicho.
— Se trata de mi bisabuelo Sozin — admití —. Él inició la tradición de cazar dragones por la gloria. Eran los máximos maestros fuego, y si lograbas conquistar uno, tus talentos de fuego control podían volverse legendarios y podías ganar el título de honor de dragón. El último gran dragón fue conquistado mucho antes que yo naciera, por mí tío — pasé un mano por una inscripción en relieve de un ojo de dragon
— Pensé que tú tío era... — no encontraba las palabras adecuadas —, no sé, bueno.
— Tuvo un pasado complicado, viene de familia — admití con cierta decepción. Me adentré en el templo, apresurado —. Continuemos.

Ambos seguimos nuestro camino hasta llegar a una explanada que tenía un pilar con una gran gema roja en la parte superior. En el suelo estaba pintado un circulo que parecía tener algún tipo de artimañana. Frente a nosotros habían dos puertas que estaban cerradas. Aang corrió hasta ellas y trató de abrirlas con sus manos, pero fue imposible. De repente, el reflejo de una de la gema sobre el suelo me hizo darme cuenta de que había una forma de hacer que esas puertas abrieran, pero debía ser con un asertijo.

— ¡Espera! — dije — Es un calendario celestial. Tal como lo tienen los sabios del fuego en sus templos. Seguro que esa piedra solar abre la puerta — señalando la gema roja sobre las grandes puertas frente a nosotros —, Pero sólo cuando la luz del sol llega al angulo correcto en el solsticio.
— ¡No puede ser! ¿El solsticio otra vez? ¡No podemos  esperar tanto! — dijo molesto.
— No podemos — saqué una espada que tenía colgando en su funda tras mi espada, dispuesto a abrir esa puerta a cualquier costo —, Pero tal vez podamos apresurar el tiempo — usé el filo de mi espada para desviar el reflejo de una de las piedras del sol en el suelo —. Veamos si logramos ser más astutos que la piedra.

Me ayude para desviar los reflejos hacia la puerta y así activar su mecanismo. El reflejo rojo dió de lleno sobre la piedra sobre la puerta Pero sin provocar ninguna respuesta.

— No pasa nada — dijo Aang, desesperado.
— ¡Vamos! — susurré.

De repente, las puertas del templo empezaron a moverse, haciendo que se abrieran en par, revelando el interior del lugar. Al ver cómo mi plan había funcionado sonreí victorioso y puse mi espada nuevamente en su funda.

— ¿Sabes, Zuko? No me importa lo que digan los demás de tí, eres muy astuto — me dio un ligero empujon amistoso al cual correspondí con una sonrisa.

El Avatar entró al templo en donde encontramos unas estatuas enorme de hombres que seguramente él no conocía. Habían 20 de ellas, todas colocadas en forma de un circulo con una flor dibujada sobre el suelo. Las estatuas tenían posiciones dobles, es decir, eran pares. 10 posiciones distintas imitadas por 20 estatuas que al final se conectaban entre sí en una especie de unión especial. Aang no pudo evitar asustarse por las figuras tan grandes que se alzaban frente a nosotros. Esto me dió gracia, a la vez que me hizo adentrarme igualmente al lugar.

— Calma — interrumpí —, son sólo estatuas.
— Dice — leyó la inscripción de una de las estatuas — "esto es algo llamado 'Dragon danzarín'" — El avatar dejó de lado su bastón y trató de imitar la pose de la estatua frente a él, activando bajo sus pies una pieza falsa que al parecer era importante —. ¡Zuko! ¡Ven aquí! ¡Quiero que bailes conmigo — me tomó de un brazo y jaló hacia las estatuas del lugar.
— ¿Qué? — me solté de su agarre al no entender qué se pretendía.
—¡Sólo hazlo!

Ambos corrimos hacia la primer estatua donde Aang había imitado la pose. Él se colocó frente a una estatua y yo frente a su igual. No me sentía cómodo haciendo un baile o imitando las poses de unas simples estatuas, pero imaginaba que si queríamos más respuestas tendríamos que hacer caso a su intuición.

— Sigamos los pasos de las estatuas — indicó. Ambos imitamos la primer pose y, al darme cuenta de que estábamos activando un mecanismo entendí el porqué de su insistencia —. ¿No lo ves? Son pasos de baile. Las estatuas enseñan algo. Creo que esto es algún tipo de método control del guerrero del sol.
— Espero que esto nos enseñe un buen fuego control.

Al llegar a la última pose, la que nos unía de alguna forma a ambos el suelo empezó a temblar ligeramente y, en el centro del lugar, se abrió una compuerta que elevó frente a nosotros una torre diminuta con una gema que parecía huevo de dragón de oro.

— ¡Hurra! — festejó Aang — Espera, ¿qué es eso exactamente?
— Alguna clase de gema mística — me acerqué hasta esa cosa corriendo.
— ¡No la toques! — asustado.
— ¿Por qué no?
— ¿Recuerdas lo que pasó allá afuera con las púas? Las enormes gemas brillantes sobre pedestales me causan mucha sospecha.
— Se siente casi viva — ignoré sus advertencias y tomé la gema en forma de huevo y la observé con determinación.

Tal como el menor advirtió, se trataba de una trampa en donde, repentinamente, un liquido verde y muy viscoso salió disparado, atrapandome en la parte más alta del lugar casi como una presa sobre la telaraña de una araña muy tramposa. "Oh, no, ¡es una trampa" gritó Aang al notar que la puerta del templo se había cerrado dejándonos dentro con ese líquido que amenazaba ahora con atrapar al menor en algún lugar.

— ¡No puedo soltarme! — intenté safarme de donde estaba atrapado pero fue imposible — ¡Es como pegamento!

El menor corrió hacia la primera estatua, en donde había dejado su bastón. Lo usó para arrojar aire hacia mí y que la viscosidad se fuera de mi cuerpo, pero fue en vano. El líquido poco a poco empezó a invadir la sala completa haciendo que Aang subiera hasta donde estaba yo. Me había pegado a una compuerta con barrotes que podrían sacarnos de ahí pero estaba atorada.

— ¡No puedo moverme! ¡Zuko, haz algo!
— ¿Yo? ¡Tampoco puedo moverme! — el líquido subió hasta pegarnos por completo a la compuerta y después se detuvo.
— Se detuvo — dijo confundido.
— Al menos tenemos aire. Si nos quedamos en calma tal vez encontremos la forma de salir.

Como una chispa | Zukka Donde viven las historias. Descúbrelo ahora