Viento cambiante.

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— ¡No puedo creer que eso te acompleje! Quiero decir, no tiene nada de malo sentir algo por alguien, y menos tratándose de otro hombre. No te juzgo. Pero admito que es extraño y raro, porque no pareces el tipo de persona a la que le gustaría otro hombre. Ay, siento que estoy arruinando todo, ¿cierto? Dime que no —Aang trataba de ser comprensivo pero metía la pata cada vez más.

— ¡No me gustan los hombres! ¡Y menos Sokka! Además, él tiene a Suki —grité nervioso.
— ¡Entiendo, entiendo! Lo siento. Tienes razón, deberíamos volver al entrenamiento —dijo Aang, empezando a hacer sus movimientos con cierta descoordinación. Ahora seguro que no me dejaría en paz con el tema.

En la tarde, nos reunimos todos en la explanada principal y nos sentamos en un círculo improvisado para acordar el nuevo plan de ataque a la Nación del Fuego. Según recordábamos, el padre de Sokka había comentado que los demás aliados estaban en una prisión cerca de la Nación del Fuego, y aunque ese lugar sería nuestro destino, acelerar la llegada sonaba intimidante.

— Debemos acercarnos poco a poco al lugar, y debemos cambiar de ubicación ahora. Seguro nos estarán persiguiendo los de la prisión en Roca Hirviente después de lo que pasó. Necesitamos refugio temporal —mencionó Sokka.
— Yo... conozco un lugar, es uno al que solíamos ir cuando yo era más pequeño. Se llama Isla Ember. No está muy lejos de aquí. Debo reconocer que se trata de un lugar que le pertenece a mi padre, pero hace muchos años que no vamos ahí, así que dudo que nos busque allí, o mi hermana —dije.
— Debe ser una broma, ¿en serio piensas que iremos a algo que le pertenece a tu padre sólo porque sí? —Katara sonaba incrédula.
— Zuko tiene razón. Si causaron problemas en Roca Hirviente, seguro vendrán a buscarnos, y más tratándose de Azula. Pero admito que tampoco me emociona ir a un recinto que pertenecía al Señor del Fuego —Aang sonaba dividido.
— Escuchen, les prometo que nadie nos buscará allí, es el último lugar donde mi padre o Azula se atreverían a buscar. Estaremos a salvo. Y sólo será un tiempo, hasta que tengamos nuestro plan mejor establecido.

— Yo creo en él, Katara —Sokka intentó razonar con su hermana—. Pudo haberme encerrado en la prisión y traicionarme, pero no lo hizo. Tuvo la oportunidad de aliarse a Azula y capturarnos como prisioneros de guerra a mi padre, a Suki y a mí, pero tampoco lo hizo. Por favor, dale una oportunidad.

Katara meditó un momento la situación y aceptó el trato, pero aún así no confió en mí del todo. Antes de que el sol cayera, todos viajamos sobre Appa y fuimos hasta la Isla Ember. Todos se reunían en grupos, pero yo estaba más que solo en la parte más distante del grupo. No me molestaba la lejanía, pero sentía que podía darles más que sólo esa sugerencia tan simple. Miré a todos y lo que más me entristecía era pensar en cómo, con todo lo que había intentado hacer, no lograba conectar con el equipo.

La isla empezó a verse a lo lejos y sonreí al recordar aquellos tiempos en donde no había maldad ni villanía, cuando los padres eran los mejores y mi hermana no trataba de humillarme todo el tiempo. Extrañaba el pasado, lo añoraba, y supuse que eso me había tocado el corazón al grado de casi llorar frente a todos.
— ¿Estás bien, amigo? —Sokka me reconfortó con un apretón en el hombro.
— Todo bien, sólo recuerdos... —suspiré—. Estaremos bien, lo prometo.
— Lo sé, creo en ti —sus palabras me aceleraron un poco el corazón—. Y bueno, espero no equivocarme, de lo contrario tendré que tirarte de Appa para que caigas en el amplio mar.
— No será necesario, no podría traicionarte. Es decir, a todos —Sokka hizo una media sonrisa que disimuló desviando la mirada.
— Me parece justo entonces —carraspeó.

Cuando Appa comenzó a bajar, todos nos reunimos nuevamente. Al tocar el suelo, empezamos a ayudarnos entre sí y después buscamos refugio donde escondernos. Yo les indiqué el camino hasta la cabaña que estaba cerca de la orilla de la isla. Era cálida, tranquila, con cientos de recuerdos nuestros. Incluso había una fotografía mía y de mi hermana allí. Sokka no dudó ni un segundo en tomar la foto con sus manos y reír levemente.

— No puede ser, eran tan lindos —dijo entre risas—. Mírate, amigo, pareces alguien que no mataría ni a una mosca.
— No lo haría, ya no —me di cuenta de que observó la foto con detenimiento, parecía curioso—. ¿Pasa algo?
— ¿Eh? No-no, es sólo que me pregunté algo que podría sonar grosero de decir y prefiero no comentarlo.
— Sólo dilo.
— No.
— Sokka...
— Bueno, pero no te tomes mal el comentario. Quiero decir, sólo pensaba en que me hubiese gustado conocerte antes de obtener esa cicatriz en la cara.
— Oh, ya veo...
— ¡No lo digo en mala forma! Quiero decir, seguro lucirías increíble sin ella.
— ¿Tú lo crees?
— Claro que sí, es asombroso. Mírate, pareces un niño muy bueno —admitió enternecido y después tragó saliva con dificultad.

Como una chispa | Zukka Donde viven las historias. Descúbrelo ahora