Obstáculos de fidelidad.

166 17 6
                                    

El plan del grandulón que huiría con nosotros a la mañana siguiente era comenzar una pelea conmigo. Tendríamos que luchar en el centro del lugar y él me expondría como Zuko, el traidor de la Nación del Fuego que deberían contener en el congelador hasta que llegara un guardia a mi rescate. Había un riesgo en ese plan: que, en lugar de mandarme a esa celda especial, me llevaran a un lugar diferente. Así que, para no fallar, decidimos tener dos llaves: una para mí y otra para el otro sujeto.

Cuando la hora pactada llegó, ambos tuvimos una discusión al chocar mientras caminábamos. Nos molestamos y estallamos en una disputa fuerte. En algún momento, el casco se me salió de su lugar y eso me dejó expuesto. Todo iba de acuerdo al plan. Sokka, quien seguía siendo el guardia principal, pidió refuerzos a otras personas para separarnos y llevarnos a las celdas. Sokka sugirió por lo alto encerrarme en el congelador para evitar que me llevaran a un lugar distinto, y funcionó.

Dos guardias me escoltaron al congelador y me retuvieron allí, diciendo que eso me ayudaría a estar tranquilo hasta que un general viniera a verme. Como era de esperarse, me insultaron por ser un traidor de mi nación y se burlaron de mí. Me esperaba eso, así que solo dejé que su ego me atacara para evitar más conflictos.

Después de un rato, apareció en mi celda Sokka, quien me dedicó una sonrisa un tanto victoriosa. Seguía metido en su papel de guardia.

—Espero que hayas aprendido la lección —gritó.
—Créeme, he aprendido bastante bien —le mostré todos los tornillos que había quitado de la celda.
—Eres increíble —admitió en voz baja. Estuve a punto de corresponder a ese cumplido, pero se escuchó la voz de otros guardias cerca. Jalé a Sokka para que entrara a la celda y la cerré por dentro para que no nos vieran hablando.
—No hagas ruido.

Los dos guardias comenzaron a mencionar que la prisión estaba llena, pero aun así recibirían a más prisioneros de guerra, así como enemigos de la Nación del Fuego. Pude ver en el rostro de Sokka un rayo de esperanza por encontrarse con su padre, pero eso implicaba fallar en nuestro plan, y no sabía si estaba dispuesto a correr ese riesgo. Estaba en medio de un enorme dilema.

—¿Crees que... podría tratarse de él? —pregunté.
—No lo sé, podría serlo, pero acordamos irnos esta noche y escapar. No puedo fallarle a Suki por un capricho de esperar a mi padre. Es decir, ¿y si no está ahí?
—Tampoco sabría qué hacer en una situación así, pero se trata de tu padre, por quien vinimos en primer lugar —dije, esperando no sonar grosero.
—Lo sé, pero ella está afuera, ¿y si la meto en más problemas? ¿Qué se supone que debería hacer?
—Es tu decisión, Sokka. Y lo que decidas, te apoyaré.

...

Ambos bajamos por la colina poniendo nuestro mayor esfuerzo para que el congelador no cayera y se rompiera. El tipo que vendría con nosotros repentinamente apareció con más gente y eso hizo que Sokka suspirara molesto. Yo tampoco me esperaba eso. Al llegar abajo, Sokka sacó de un rincón su ropa habitual y aproveché ese momento para interrogarlo una última vez antes de dejar la prisión.

—Sokka, debo insistir, ¿estás seguro de que quieres irte? ¿Acaso no buscabas recuperar tu honor y a tu tribu?
—Zuko, no tenemos más alternativa, nada me indica que podamos triunfar, y ser un líder también implica saber rendirte antes de estar en un problema mayor.
—¡No! —negué—. Escucha, vas a equivocarte una y otra vez muchas veces antes de obtener una victoria.
—¿Se supone que eso debería hacerme sentir mejor? —preguntó sarcástico.
—No puedes rendirte solo porque piensas que no vas a ganar.
—En serio no ayudas...
—¿Piensan irse? ¿O seguirán discutiendo? —preguntó el otro tipo.
—Escucha, si decides quedarte, no creas que me iré sin ti, Sokka —interrumpió Suki.
—Yo también me quedo —añadí.
—Bien, me iré entonces —el otro tipo simplemente tomó el congelador y avanzó entre el agua.
—Mierda... bien, ahí va nuestra única oportunidad de escapar.
—Tranquilo, se nos ocurrirá algo. Ahora vayamos a ver a los nuevos prisioneros —Sokka asintió con la cabeza y me regaló una mirada de seguridad.

Los tres caminamos evitando las cámaras de seguridad de la prisión, hasta dar con el punto donde la entrada para prisioneros de guerra era visible. Cuando la góndola llegó, Sokka observó con temor. Sabía que se sentía culpable por habernos quedado en la prisión y que, si su padre no estaba ahí, ni su tribu, jamás se lo perdonaría.

Varios hombres comenzaron a salir, y Suki, a modo de consuelo, tomó la mano de Sokka. Yo solo permanecí expectante mientras un ligero fuego escalaba por mi pecho. No entendía por qué, pero la escena me resultaba desalentadora.

De repente, como una esperanza grande en el cielo, el último hombre en salir fue su padre. Todos nos sentimos contentos. Sokka parecía decidido a hacer la última parte de su plan de escape, el nuevo, y ambos estaríamos dispuestos a ayudarlo.

Como una chispa | Zukka Donde viven las historias. Descúbrelo ahora