Una terrible confesión.

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Esa noche comimos en compañía mutua. Era lindo ver a más personas en nuestro grupo. Aang, Toph, Katara y el padre de Sokka convivían y se reían bastante. Los otros chicos que habían venido con ellos desde el principio, y que después supe eran los hijos del herrero que había diseñado los globos de guerra, jugaban y reían también. Yo estaba del otro lado, observando a todos y sonriendo por estar en un grupo tan unido. Pero no me convencía ver a Sokka y Suki tan juntos. Se separaron del resto, coqueteando y sonriéndose. Pensé que sería más fácil aceptar algo así, pero era más complicado de lo que parecía. Ese escozor en mi pecho no se iba, y por más que intentaba aliviarlo, no desaparecía. Incluso mi rostro empezaba a arder ligeramente.

Cuando la noche se hizo más profunda, todos comenzaron a retirarse a dormir. Solo quedamos Sokka, Suki y yo. Claramente no quería ser un estorbo para ellos, así que me levanté y me retiré. Antes de llegar a mi habitación, escuché a alguien corriendo detrás de mí. Me giré y era Sokka, quien venía a toda prisa.

— Sokka — dije, confundido —, ¿pasa algo?
— ¡No, no! Solo quería decirte algo antes de dormir — se detuvo frente a mí y empezó a jadear, cansado de tanto correr. Sonreí al verlo así.
— Te escucho.
— No te agradecí por todo lo que pasó en los días anteriores. Quería en verdad decírtelo: gracias por todo, Zuko. Gracias a ti, mi padre y Suki están con nosotros nuevamente en casa. Hiciste mucho por nosotros y eso es algo que siempre tendré en mente.
— No fue nada, era lo mínimo que podía hacer para compensar todo el daño que causé.
— Sí, bueno, aún así nos debes más cosas, pero todo a su tiempo — dijo, bromista.
— ¿Esto significa entonces que ya no podré convivir contigo? No quiero parecer molesto para Suki y para ti — tragué saliva con dificultad.
— Wow, eso sonó a algo comprometedor, amigo — empezó a reír —. No te preocupes por eso. Tal vez te ignore un poco porque Suki es mucho para mí, pero te apuesto a que si Mai estuviera aquí harías lo mismo.
— No lo sé, creo que ella me odia justo ahora. Debería olvidar lo sucedido y seguir con mi vida como si nada — suspiré.
— Si te odiara, no te habría ayudado a escapar. Aunque puedo entenderte, yo también me sentiría así si decepcionara a Suki.
— Tú... en serio la amas, ¿no? — dije con tranquilidad.
— Sí, además hace tiempo no nos veíamos y ver amigos después de años siempre es emocionante, ¿no te parece?
— No lo sé, no tengo amigos en verdad.
— Me tienes a mí, y pasarán los años y seguramente recordaremos estas cosas y reiremos por ello — Sokka me tomó del hombro.
— Gracias por ser mi único amigo entonces — sonreí.

En un impulso, Sokka se acercó y me dio un abrazo. Al principio, me quedé paralizado dejando que sus brazos me envolvieran, luego mi cuerpo reaccionó y le devolví el abrazo. Sentí un calor subiendo por todo mi cuerpo y mi rostro. Era como cuando me sentía enojado y podía sentir el fuego control subir por mis venas sin quererlo, solo que esta vez era diferente. Y lo que hizo todo más extraño fue que sentí mi corazón latiendo más rápido, como si hubiese hecho alguna actividad física. Por un segundo, me pregunté si lo que estaba sintiendo era normal, pero caí en cuenta de que eso solo lo había sentido una vez, y había sido con...

Mai...

O sea que yo...

Corté el abrazo sin ser grosero. Sokka me dedicó una última sonrisa y se dio la vuelta. No quise decir nada más, pero en el fondo sabía que era definitivo.

...

A la mañana siguiente, seguí con los entrenamientos de Aang para convertirlo en un mejor maestro fuego. Ambos practicamos mientras el resto del equipo convivía. Estaba distraído, y creo que Aang lo notó, porque después de unos minutos dejó de imitarme.

— ¿Qué te pasa? ¿Por qué paras? — dije, tratando de disimular mi distracción.
— ¿Estás bien, Zuko? Desde ayer te he notado muy distraído.
— Estoy bien, ahora entrenemos.
— Espera, necesito preguntar. ¿Algo te preocupa? Puedes contármelo, prometo no decirle a nadie.
— Estamos aquí por fines del Avatar, no para hablar de nuestra vida privada ni nuestros sentimientos — soné irritado.
— Está bien, lo lamento. Entrenemos entonces.
— Es solo que... es una locura.
— Te escucho.
— Siento una especie de molestia en el pecho, como fuego subiendo por mi garganta y mis pulmones. Siento calor y frío a la vez. Mi corazón está como loco, latiendo sin sentido y me siento débil, pero también fuerte. Es tan extraño.
— Vaya, eso suena complicado — se rascó la cabeza, pensativo —. ¿Qué sientes, emocionalmente hablando?
— No lo sé, es confusión y alegría, pero a veces se transforma en tristeza e inseguridad.
— Un momento, eso suena a alguien que está sintiendo amor, o bueno, es lo que siento con...no importa — al escucharlo, mi rostro empezó a arder en llamas —. Zuko, ¿acaso encontraste a alguien especial en la prisión? — el menor trató de hacer la conversación amena y divertida.
— A Mai. Era mi novia antes de todo esto, pero... tengo la sospecha de que esto no tiene que ver con ella. Sino con alguien más.
— ¿Con quién? — arqueó una ceja.
— No... no lo sé — admití.
— Bueno, no necesito que me digas nombres, solo voltea a ver a nuestros amigos y lo adivinaré.
— ¿Cómo sabes que se trata de ellos?
— Sólo era una idea — admitió apenado.

Instintivamente, miré de reojo y mis ojos se enfocaron en: Sokka. Al darme cuenta de eso, sentí un revoltijo en el estómago y Aang se confundió, observando una y otra vez para estar seguro de que veía a la persona correcta.

— ¡Espera! ¿Tú... estás viendo... a Sokka?

Como una chispa | Zukka Donde viven las historias. Descúbrelo ahora