Capítulo XXXIII

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   Con el pasar de las horas la medianoche llegó en el club, dónde Flavio junto a su gente de guardias aviso a su jefe y prepararon todo las camionetas, siendo tres con un intervalo de cuatro hombres en cada una; mientras protegían la del medio estando el jefe allí, el ambiente estaba sumido en un silencio, tanto que el recorrido fue corto su jefe fumaba y bebía a la vez, dándose cuenta que el contrato con el comprador era alto obteniendo una buena tajada de ganancia.

Apenas llegaron; al punto de encuentro se estacionaron en sus lugares se bajaron al menos cinco hombres y se quedaron vigilando la zona desde las camionetas, todo era incierto el jefe junto a su mano derecha fueron directo al centro de ese lugar ferroviario se pararon en su sitio, pero unas luces los cegaron a todos causando que todos se inquieten en sus puestos mientras protegían a su jefe, Flavio al ver la cuestión decidió retroceder, su jefe estaba aturdido por la luz que los invadía; negó ante la actitud de Belicosa por actuar de esa forma, pero debía hacerse cargo de otro asunto; que al oír unos disparos su tiempo estaba corriendo dando chance de separase de ese lugar terminando su trabajo.

Los disparos se oían en partes precisas que León maldecía por lo bajo al recibir cerca los sonidos, pero sus soldados iban cayendo estaba solo quedaban tres se colocaron en círculo para ver a su atacante esto era una trampa, tanto que no vio a Flavio por ningún lado, negó ante saber que fue vendido por uno de sus mejores hombres, si saldría de esta; lo haría pagar y más al conocer a su querida hermana y usarla de puta en su club, eso le beneficiaria de gran manera.

Otro disparó se oyó y lo hizo volver en sí.


— Señor debemos huir, es como una emboscada. — manifestó un hombre de color a su lado derecho.


— Es cierto señor vamos debe huir. — le gritó otro, teniendo una capucha en su cabeza disparando al punto dónde provenían los disparos.


— Maldita sea ¿Quien eres? Mejor sal cobarde. — protesto, con gran seguridad, pero el hombre a su izquierda, recibió una bala sacándolo del juego.


Eso no le agrado y continúo disparando, pero lo que más detallo que sus guardias quedaron muertos en menos de dos minutos, su rabia, impotencia como nervios se expandió al encontrarse solo y más cuando sus otros guardaespaldas no llegaron; todo esto lo vio tan preparado se mantuvo alerta con su arma de fuego activa como dispuesta a todo la lluvia de disparos cesó y la luz que los mantenía cegados fueron apagadas de un momento a otro.

En ese momento se apresuro a usar su resistencia y correr tanto, que buscaba la forma de ir hasta las camionetas, cosa que lo hizo encontrándose con la sorpresa de no haber nada todo vacío su respiración comenzó a alterarse; se quitó la corbata usaba su mejor traje gris de marca cara quedando ahora solo un manojo de sufro al reconocer que estaba junto a un oponente se tocó la frente en reiteradas ocasiones reconociendo que este día llegó para ver al tal Belicosa parecer frente a él, así que elevo la mirada tomando valor y enfrentarlo si guerra quería; pues eso iba a tener.

Por el contrario volvió; encontrando todo en penumbras y solo esto le recordaba los viejos tiempos, pero siempre era el que cazaba sus víctimas en este caso todo cambiaba, ralentizó su respiración para mantener una postura neutral para atacar. Acto seguido, oyó un ruido en un área extraña del lado derecho, se fue a ese lado inspeccionando y no encontró nada, hasta que volvió a oír, unos pasos que se oyeron dónde corrió siguiéndolos.


— Vamos cobarde sal, ya estoy aquí ven. — grito y el silencio volvió a reinar.


Belicosa Bilogía IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora