Capítulo 9: Una cena.

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Aparté las cortinas para que entrara toda la luz posible a la habitación, y como aún era pronto me hice unas tostadas para merendar. También le hice a Roberto, por si se levantaba con hambre, aunque al paso que iba tendría que prepararle la cena más bien.

Un poco antes de las siete se levantó y me miró sorprendido. Buscó con la mirada a sus dos amigos y al no verlos me preguntó. Le expliqué lo que había pasado y se levantó de golpe.

—He preparado unas tostadas por si tenías hambre, están en la cocina... —le dije.

—Es un detalle, muchas gracias —me agradeció con una sonrisa—. Por casualidad, ¿sabes dónde he dejado la camiseta? —me preguntó algo abochornado.

Me paré un momento a pensarlo y recordé que en la comida ya no la llevaba, así que supuse que estaría en la piscina.

—Espera, ve a comer si quieres y yo la busco, tenemos prisa —el chico hizo lo que le dije sin rechistar.

Salí al jardín y me encontré las tres camisetas ahí. "Anda, estos dos se habrán ido sin camiseta y tan tranquilos" me dije. Volví adentro y Roberto cogió una de las tres, supuse que la suya.

—Ven, vayamos en mi coche y llegaremos antes —me dijo. Al principio dudé, pero tampoco me apetecía tener que conducir la moto así que acepté.

Llegamos a las siete y veinte. Él se fue a hablar con César y Alex un momento, y yo fui a sentarme en la grada. Durante los últimos minutos antes del partido estuve dándole vueltas a por qué César no me había dicho nada sobre el partido hasta lo de hoy. "Tal vez tenía pensado decírmelo esta tarde; o igual simplemente con eso de estar viviendo fuera de casa y la universidad se le ha pasado" me dije justo antes de que comenzara el partido.

Miré el quinteto inicial, y me sorprendí de ver a César ahí siendo el primer equipo, aunque supuse que si el entrenador lo había decidido así por algo sería. Además, se lo merecía.

Fue un partido bastante tranquilo, al inicio de éste consiguieron ponerse por delante y a diferencia se mantuvo durante los cuarenta minutos, ganando al final de 13. El partido en sí no tuvo demasiada emoción, pero ambos equipos hicieron algunas jugadas dignas de ser recordadas, e incluso el otro equipo consiguió que la mayoría de los que estaban en las gradas se levantaran.

Cuando terminó el partido fui con Roberto a donde estaban César y Alex para darles sus camisetas. Estuvimos los cuatro comentando el partido un rato hasta que se fueron al vestuario. Sonó el móvil de Roberto, y después de contestar a la llamada me dijo que se tenía que ir, me agradeció la comida y la merienda, me dio dos besos y se fue. Era un chico un tanto curioso, pero era muy simpático y ya empezaba a tenerlo como un segundo hermano.

Me senté en una de las mesas a esperar a mi hermano. En el pabellón ya no había nadie. Un rato después salieron los dos hablando y riendo.

—Laia, ¿aún sigues aquí? —me preguntó sorprendido César.

—¿Tú te vas a casa? —le dije a modo de respuesta.

—Pues... No, la verdad es que nos íbamos a ir a dar una vuelta, y luego probablemente iremos a mi piso —me explicó algo incómodo; le estaba sabiendo muy mal.

—Vale, vale, da igual —le dije yo riendo, aunque en realidad me estaba arrepintiendo de no haber venido con mi moto.

—¿Estás segura? Si quieres te llevo a casa, no me importa desviarme un poco —sonaba sincero, pero negué con la cabeza y me despedí.

Salí del pabellón sin tener una idea clara de dónde ir, pero lo primero era alejarme de la entrada. Me metí más adentro del polideportivo, dejando atrás el pabellón.

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