Me di la vuelta y me lo encontré de pie con unas chocolatinas en la mano. Me ruboricé al pensar que precisamente esto me había ocurrido en su clase y no en otra.
—Lo siento —fueron las únicas palabras que lograron salir de mi boca, aunque no era exactamente lo que quería decir.
—No tienes nada que sentir —me dijo él, aunque algo en él me decía que tampoco era eso lo que quería decir—. Solo siéntate y come algo —volvió con su tono autoritario, pareció arrepentirse de cómo lo había dicho porque suavizó su tono—, por favor.
Le hice caso, me senté y me comí el chocolate. Para gran sorpresa mía, él cogió una silla y se sentó justo enfrente. Me moví algo incómoda y cuando me lo terminé bebí del vaso de agua que me habían dejado.
—¿Por qué eres así, Laia? —me quedé atónita con la pregunta; esperaba que me preguntase qué me había pasado o algo así, no eso.
—¿Así cómo? —reí incómoda; él se encogió de hombros, gesto que, para qué mentir, le dio cierta inocencia que le quedaba adorable— Solo soy yo, soy así —reí aún más incómoda.
—Pues, sinceramente, la primera vez que te vi no te imaginé así —esas palabras no me sorprendían en absoluto, solían decírmelo a menudo; lo que me sorprendió fue escucharlas salir de su boca. Eso sí no le iba nada a él, o al menos no al Javier que yo conocía. Aunque tal vez el problema era ese, que yo no le conocía. Yo no dejaba de ser la nueva.
—Suelen decírmelo —me encogí—, pero no puedo hacer nada si no cumplo las expectativas de la gente, no es mi culpa —le dije algo dolida. Cada vez que me lo decían, quitando alguna muy puntual y concreta, sabía que no tenía una buena intención detrás.
En ese momento se abrió la puerta. Y no podía ser otro que Alex. Se le veía nervioso, sobre todo teniendo en cuenta que casi se carga la puerta. En cuanto entró y nos vio se quedó parado. Primero me miró a mí durante unos segundos en los que sus músculos se relajaron y su expresión se volvió más tranquila; aunque después miró a Javier y volvieron a encendérsele los ojos y se le tensó la mandíbula.
Ambos se quedaron mirando fijamente durante unos cuantos segundos, pero nadie dijo nada. La situación se hacía cada vez más y más incómoda.
—Me tengo que ir —dije a la vez que me levantaba y me dirigía a la puerta.
—¿A dónde? —preguntó Alex en cuanto mis pies tocaron el suelo— Quiero decir, ¿estás bien? —su voz sonaba preocupada, aunque fueron sus ojos quienes le delataron en realidad.
—Tengo clase —me reí—. Y estoy perfectamente —dije desde la puerta, mirando a ambos. Alex asintió y esbozó una tímida sonrisa, cosa que también me dejó un poco descolocada. Lo que no me sorprendió tanto fue ver que Javier no decía nada, siquiera me miró. O tal vez solo quise que no me sorprendiera, después de todo...
No me apetecía nada volver a clase, probablemente me mirarían raro, tal vez incluso con lástima, pero tenía que ir. Llamé a la puerta y Rebeca me abrió la puerta con una gran sonrisa; no me preguntó nada y me dejó pasar. Esa clase se me pasó volando, aunque luego tuvimos inglés, que se me hizo algo así como una larga eternidad.
Sonó el timbre y llegó el segundo recreo. Los lunes y los miércoles sólo primero de bachillerato tenía clase de 14 a 15:15, por lo que teníamos el patio todo para nosotros.
Pasé los veinte minutos de descanso sentada en un banquito del patio, totalmente sumida en mis pensamientos de tal manera que no vi el balón hasta que me dio en la cara. Era una pelota de voley.
Cuando levanté a cabeza para ver de dónde había salido la pelota me encontré a Nicole y Helena. La primera, rubia y con unos ojos verdes preciosos, me dedicó una sonrisa muy falsa pero no dijo nada. Me quedé mirándola fijamente con el balón en las manos, esperando. Pero no pasó nada; vi cómo le daba un golpecito disimulado a Helena, morena y de ojos oscuros, que reaccionó cogiendo el balón de mis manos para luego darse la vuelta. Nicole volvió a dedicarme una sonrisa, esta vez burlona, y se fue con la otra.
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24 segundos.
Teen FictionLe había costado horrores conseguir amistades tanto dentro como fuera del instituto, formar parte de un gran equipo y un mejor club, ser excelente en los estudios y en lo deportivo, pero sin olvidarse de quién era y cuáles eran sus prioridades. Tení...