Las tres chicas con los tacones habían bebido demasiado y andaban con dificultad, por suerte para ellas, los chicos las tenían cogidas. Yo iba hablando con Maika, y Abel y Cristian hablaban entre ellos a nuestro lado. Izan tenía un brazo sobre los hombros de Alan y estaba hablando con él. El otro chico, David, iba un poco a la suya.
Tras un rato andando llegamos a donde habían montado el escenario y todo. Había mucha gente ya bailando. El grupo estaba un poco dividido, pero estuvimos un buen rato todos juntos bailando. Al cabo de un rato Deiby, Carlos e Iker se fueron con Laura, María y Julia, no hacía falta mucha imaginación para saber a qué. Desaparecieron en la multitud y nos quedamos Izan, Cristian, Alan, David, Abel, Maika y yo.
—¿Vamos a sentarnos un rato? —propuso Izan con una sonrisa; todos asentimos, bailar cansa, y más siendo tanta gente.
Salimos de allí y nos metimos en una calle, más bien callejón, que había al lado. Cristian se sentó a mi lado y me cogió una mano; yo no pude evitar sonrojarme y Maika, que nos vio, me guiñó un ojo y rió. Izan se sentó enfrente y estuvo hablando con David.
—Bueno, nosotros nos vamos ya —dijo Abel cogiendo de la mano a Maika.
Los cinco seguimos hablando un rato más y volvimos a entrar a la fiesta. Fuimos a la barra a tomarnos algo más, y mientras esperábamos a que nos atendieran Izan recibió un mensaje al móvil. Miró a Alan, Cristian y David y parecieron entenderle. Yo los miraba confusa.
—Venga tíos, es lo que hay —dijo después de un largo intercambio de miradas de todos con todos. Los otros asintieron y se alejaron de la barra, pero Cristian no les siguió.
—¿Qué pasa? —le pregunté enseguida.
—No puedo explicártelo, pero debemos irnos, es importante —me dijo—. ¿Tienes cómo volver a casa? —me preguntó preocupado.
—Sí, claro —mentí. Él abrió la boca para decir algo, pero no pudo.
—Venga tío —le cortó David y se llevó a Cristian del brazo.
Y yo me quedé completamente sola, sin moto y sin nada. Tenía preguntas; muchas preguntas, más bien. Salí de allí y me senté en un banco de la calle. Todavía no me orientaba del todo y no sabía muy bien cómo volver a casa, aun así decidí echar a andar por las calles que más me sonaban.
Por suerte había bares abiertos con gente allí. Después de unos cinco minutos andando me encontré con Alex en la puerta de un bar.
—¿Laia? —me dijo al verme.
—Hola —le saludé con la esperanza de que mi hermano estuviese con él.
—¿Qué haces por aquí sola? —me preguntó con curiosidad.
—Pues me iba para casa ya —le contesté lo más natural que pude; como si no estuviese andando por andar porque me habían dejado tirada quién sabe por qué.
—¿Sola? —frunció el ceño.
—Estaba con Cristian, Alan y unos amigos suyos —noté que se le tensaba la cara—, y bueno, me he cansado y me he ido —mentí, no quería decir que me habían dejado sola.
—Vaya —se limitó a decir aún con el ceño fruncido, tal vez no me creyó del todo, aunque tampoco me extrañaría—. ¿Quieres que te lleve? —me preguntó.
—No hace falta, Alex, no quiero estropear tu noche —le dije sincera; él no era mi hermano ni era nadie como para tener que llevarme a mí a casa. Él era mi entrenador y mi profesor.
—No es ninguna molestia, Laia —me dijo—. Además, tampoco me apetece ya ir a la fiesta —sonaba sincero.
Seguí negándome, pero él insistía cada vez más.
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24 segundos.
Teen FictionLe había costado horrores conseguir amistades tanto dentro como fuera del instituto, formar parte de un gran equipo y un mejor club, ser excelente en los estudios y en lo deportivo, pero sin olvidarse de quién era y cuáles eran sus prioridades. Tení...