Tardé en darme cuenta que habían sido sus labios contra los míos quienes me habían interrumpido. Cuando nos separamos una sonrisa tímida apareció en mi cara, y continuó ahí por mucho rato; en la suya había una más bien satisfecha.
—¿Vemos la peli? —dijo con tono infantil.
—Claro —alcancé a decir aún con la mente en otra parte.
Estábamos sentados los dos en el sofá, manteniendo cierta distancia, pero poco a poco él se me fue acercando y terminó con su cabeza apoyada en mis piernas. Notaba su mirada fija en mí, y yo me obligaba a no bajarla, a mantenerla fija en la pantalla. Me sentía tremendamente incómoda, no me gustaba que me mirasen, y mucho menos de esa manera.
—¿Tengo un moco o algo? —no sé cómo tuve el valor de decirle nada, pero intenté sonar todo lo cómoda y despreocupada que pude preguntándole de esa manera tan infantil y vacilona. No podía decirle simplemente "Cristian, deja de mirarme que me pones nerviosa" o algo similar; no iba a darle el gusto de saber, de mis propias palabras, el efecto que tenía sobre mí. Él rió.
—Uno no, dos —me dijo con una sonrisa arrogante, y yo no pude evitar tocarme la punta de la nariz avergonzada—. Es broma, boba —dijo incorporándose y poniendo su mano en mi barbilla. Me levantó la cabeza hasta que nuestros ojos se encontraron. Me sentía realmente avergonzada.
Hubo un silencio, otro más, un tanto largo. Ya no tenía ninguna sonrisa arrogante o burlona, siquiera una sonrisa divertida. Me miraba, pero era una mirada dulce, no me incomodaba, o al menos no tanto. Me acarició una mejilla con su mano, la otra me la puso sobre la espalda y con suavidad me acercó a él. Esta vez era yo quien estaba apoyada en él. Estuvimos así un rato, él me acariciaba el pelo y yo estaba quedándome dormida.
—Laia —escuché la voz de mi madre, y abrí los ojos de sobresalto. "¿Qué habrán pensado mis padres al verme así con Cristian? ¿Y por qué me ha dejado dormirme?" grité para mis adentros.
—Mamá... ¿Ya estás aquí? —le dije tratando de sonar inocente.
—¿Ya? Cariño, son las cuatro de la mañana... Venía a despertarte por si preferías dormir en tu cama...
—¿Qué? —dije frotándome los ojos.
Cristian no estaba, la tele estaba apagada y yo estaba tapada con una manta. "¿Dónde está Cristian? ¿Y cuándo se ha ido? ¿Y por qué no me ha avisado?" decidí no preocuparme más, él ya era mayorcito y podía preguntarle en cualquier momento. Subí a mi cuarto a dormir.
Por la mañana cuando desperté dudé en si hablarle o no, en realidad él solo hacía que complicarlo todo. Sí, nos habíamos besado, nadie sabe muy bien por qué pero había ocurrido; pero ¿significaban algo? No sabía ni qué sentía exactamente yo como para saber qué sentía él. Mejor no.
Esa tarde Ane me llamó.
—¡Laia! —escuché su voz enérgica a través del móvil— Esta noche vamos a salir todas las del equipo, tienes que venir —me exigió sin dejarme decir que no.
—¿A qué hora nos vemos allí? —pregunté tras meditarlo unos segundos.
—Verás... Es que no vamos a ir al recinto ferial, donde está la discomóvil esa... Vamos a ir a una fiesta en la casa de alguien —dijo incómoda.
—¿La casa de alguien? ¿De quién? —me extrañé.
—No lo sé, no sé de quién es la casa, pero va a ir todo el mundo. Será genial, Laia, tienes que venir —me insistió.
—Bien, bueno, vale, pero... ¿Dónde nos vemos? ¿Y cuándo?
—Ahora te paso la ubicación por WhatsApp, y hemos quedado allí todas a las once —me dijo—. Por cierto, todo el mundo irá disfrazado.

ESTÁS LEYENDO
24 segundos.
Teen FictionLe había costado horrores conseguir amistades tanto dentro como fuera del instituto, formar parte de un gran equipo y un mejor club, ser excelente en los estudios y en lo deportivo, pero sin olvidarse de quién era y cuáles eran sus prioridades. Tení...