Dimos una vuelta por el jardín; la gente ya se había ido y la casa, a excepción de nosotras, parecía estar vacía. Miramos en cada rincón, Ane esperaba encontrarla tan radiante y enérgica como siempre, sentada en algún lugar, hablando con algún chico tal vez; yo miraba detrás de los árboles y arbustos, esperando a la Irene demacrada y perdida de esa mañana tirada en el suelo o quién sabe cómo.
Ambas nos llevamos una gran sorpresa al verla sentada en la cocina con un tazón de cereales delante. Se veía cansada, pero no estaba como esa mañana. Solo era una Irene agotada tras una larga noche.
—¡Irene! —gritó Ane en cuanto la vio y corrió a darle un abrazo.
Irene le sonrió, y cuando Ane la tenía entre sus brazos Irene me echó una mirada de advertencia y se llevó el dedo índice a los labios, indicándome que no dijera nada de lo que había visto horas antes. Yo solo la miré con desconfianza y confusa. Avisé al resto de que estábamos en la cocina con Irene.
—¿Dónde has estado, tía? Te hemos estado buscando; todas, tu madre incluida, estábamos preocupadísimas —le regañó Ane.
—He estado por aquí y por allá... Ya os dije que me iba... —dijo Irene restándole importancia.
—Pero podrías habernos dicho algo... Haber contestado a las llamadas, habernos enviado un mensaje... Algo —fue diciendo Ane. Tenía los ojos húmedos, parecía estar a nada de echarse a llorar.
—O simplemente podríais confiar en mí y ya está. Soy mayorcita para saber qué hago y qué dejo de hacer —dijo Irene levantando el tono de voz, y justo entraron las chicas.
Todas se quedaron mirando la situación, se situaron justo al lado de Ane y casi me pareció ver miradas de decepción y disgusto hacia Irene.
—¿De qué vas, Irene? —dijo Leah después de intensos intercambios de miradas.
—Oh, por Dios —dijo después de soltar un suspiro—; no os toméis en serio esto, no quería decir eso... Solo estoy cansada, ¿vale? Gracias por preocuparos, de verdad, y lo siento mucho, pero entendedme, tenía otras cosas que hacer... —se disculpó Irene.
Todas parecieron creer lo que dijo, porque la tensión se disipó y fueron a darle un abrazo, pero yo no me creía nada de lo que decía; no podía creer nada de lo que decía.
—Venga, olvidemos todo esto y vayámonos —propuso Leah.
—Sí, por favor, esta casa me da muy mal rollo —dijo Emma.
—Vamos a la piscina a por mi disfraz y nos piramos de aquí —habló Irene y todas se movieron hacia la puerta.
Irene iba al frente, detrás de ella el resto del equipo, y yo unos metros atrás; así atravesamos el jardín hasta la piscina. Irene cogió sus cosas, ya secas, y nos dispusimos a irnos.
Cuando nos íbamos pude ver en una de las ventanas del último piso una sombra. Tal vez solo fuera el dueño de la casa, pero mi interior quería que fuese el chico de esa noche, y una vocecita dentro de mí me pedía subir a comprobarlo.
—Chicas, me he dejado las llaves dentro; voy a buscarlas. Nos vemos mañana —dije tras pensarlo un poco. Todas asintieron y se marcharon, aunque antes de irse Irene me lanzó una mirada bastante rara.
Entré en la casa sin hacer ruido y subí las escaleras de igual manera. No vi a nadie por la casa, así que supuse que seguiría arriba. La puerta de la buhardilla, al final de la escalera, estaba cerrada. Me quedé vacilante sin saber si debía abrirla o no; si el que estaba dentro era el dueño de la casa tal vez lo único que quería era algo de intimidad hasta que todo el mundo se fuese, aunque por otra parte, podría ser el chico.
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24 segundos.
Novela JuvenilLe había costado horrores conseguir amistades tanto dentro como fuera del instituto, formar parte de un gran equipo y un mejor club, ser excelente en los estudios y en lo deportivo, pero sin olvidarse de quién era y cuáles eran sus prioridades. Tení...