Capítulo 7: Bonitas maneras de comenzar.

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El día siguiente hice exactamente lo mismo que había hecho el día anterior, aunque esta vez decidí entrar nada más llegar en lugar de esperarme en el aparcamiento.

En la entrada me encontré a Alex, que cómo no se paró a hablar conmigo.

—Buenos días, Laia —me saludó y yo le devolví el saludo—. He hablado con Héctor y me ha dicho que va a cambiar vuestro horario, ya que va muy justo que salgáis del instituto a las 15:15 y entrenéis a las 16 —empezó a decir. Yo escuché atenta, ya que confieso que sí me vino bastante justo el día anterior, aunque podría haberme acostumbrado—. Me ha dicho que entrenaréis de 18 a 20 los lunes y los miércoles; y los viernes, que el instituto termina a las 14, a las 16 —terminó de explicar.

—Gracias por decírmelo —le agradecí; aunque me hubiese enterado igual un rato después—. La verdad es que un poco justito sí me venía... —le dijo sonrojándome un poco.

—No es nada, mujer —me dijo—. Por cierto, quería pedirte un favor... No quiero presionarte ni nada, no te sientas obligada en absoluto, pero me gustaría saber si te gustaría entrenar algún día con el sénior femenino... Nos vendrías muy bien, la verdad —explicó bastante rápido—. Pero ya te digo, no te sientas obligada; sería algún día que tuvieses libre si te apetece, o ninguno, no pasaría nada ¾insistió en eso, un poco incómodo. Yo reí por lo bajo ante su reacción, pero él no se dio cuenta.

—Claro, entrenaría con mucho gusto, si no tenéis ningún problema conmigo, lo haré encantada —le dije sonrojándome un poco más; no estaba segura de si me lo decía en serio o qué, aunque por la cara que puso supuse que me lo estaba pidiendo de verdad—. Bueno, tal vez no pueda entrenar todos los días, mi prioridad es el bachiller, pero supongo que algún día sí podría.

—Claro, claro, no tienes ningún tipo de obligación, por supuesto. El sénior femenino entrena martes y jueves de 20 a 22, y los viernes de 18 a 20. Ven si te apetece algún día, aunque solo fuese un ratillo nos harías un favor...

En ese momento sonó el timbre; no me había dado cuenta de que la gente ya estaba entrando en el centro. Me despedí de Alex y subí corriendo a clase. Tuve que colarme entre mucha gente para llegar, y casi tropiezo con algún profesor, pero al final llegué a clase y todavía no estaba el de castellano, aunque sí me encontré a todos los de clase, absolutamente todos, sentados en sus sillas y en un completo silencio. Cuando yo entré se me quedaron mirando sorprendidos. Fui rápidamente y en silencio a mi mesa y antes de sentarme saqué mis cosas sin mucha prisa.

—Son las 08:02. Que yo llegue tarde no es motivo para que ningún alumno o alumna pueda llegar también tarde, incluso si llega antes que yo, y mucho menos para que cuando yo llegue todavía no esté sentado y con las cosas en la mesa —dijo una voz profunda y muy masculina desde la mesa del profesor, no estaba segura si se refería a mí, pero cuando me giré vi que me miraba fijamente y que yo era la única que aún no estaba sentada.

Me senté de golpe y sin mirarle directamente a los ojos le pedí disculpas a la vez que mis mejillas iban cogiendo calor.

—Usted debe ser la nueva alumna —me dijo. Yo levanté la cabeza hacia su dirección, pero no me atreví a mirarle directamente a la cara. Su enfado se notaba en el ambiente.

—S-sí, soy Laia Leal —articulé torpemente.

—Yo soy Javier Ramos, profesor de lengua y literatura castellana, y casualmente tutor de esta aula —dijo de igual manera, aunque ya me estaba dando la sensación de que ese era su tono normal, no el tono de enfadado—. Por ser nueva ésta se la paso, pero recuerde que debe estar en el aula cuando suene el timbre, y no hablando con gente por los pasillos —dijo muy serio y con aire despectivo. Sabía que se refería a Alex, por la forma en que lo dijo me había visto hablando con él; no parecía ser de los que dicen algo sin haberlo visto con sus propios ojos, además, lo dijo casi escupiendo las palabras.

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