Después de un duro domingo de despedidas y mudanza, mi nueva habitación empezaba a tener forma, aunque no podía compararse con la anterior. La casa era grande, algo apartada del centro de la ciudad en una urbanización, aunque por suerte estaba bien comunicada. El jardín era una de las cosas que más me gustaba, aunque las vistas que había de las montañas también. Me inspiraban un no sé qué, no podía explicarlo, pero me gustaba.
Casi no había podido ver la ciudad, solo de pasada con el coche, pero si algo tenía que reconocer era que tenía muy buena pinta. La parte céntrica, más urbana, estaba muy activa y veías a mucha gente por las calles; por las afueras eran más bien zonas de urbanizaciones (donde yo viviría), también habían casas por la montaña no muy lejos de la mía, y también playa, con una buena línea de autobuses por suerte, porque ésta ya se me quedaba un poco más lejos.
Empezaba a verlo todo con mejores ojos, tal vez incluso me parecía buena idea, aunque aún faltaba mucho por ver. Demasiado, incluso.
Ese lunes fui con mis padres al instituto para terminar de rellenar el papeleo y esas cosas. No estaba muy lejos de casa, pero sí que tendría que ir casi siempre en coche, moto o autobús. Era grande y moderno, no tenía mala pinta. Mi hermano fue a buscar un piso por el centro, donde viviría ahora que empezaba la universidad.
El resto de la mañana la pasé con mi madre comprando los libros y cosas que necesitaría ese curso, y al pasar por una tienda de baloncesto le pregunté a mi madre lo que llevaba tanto rondando por mi cabeza.
—Mamá —empecé—, ¿sabes algo de algún equipo que haya aquí? —pregunté— Como te comenté, quiero seguir jugando. Aunque sea en otro equipo, obviamente.
—Sí, cariño —me dijo sonriente—. Mientras tú mirabas distraída todos los rincones de la entrada del instituto, yo estaba hablando con la secretaria. Le pregunté y me dijo dónde estaba el polideportivo, que fuéramos allí a preguntar —me reprochó. Yo asentí ilusionada, otro peso que me quitaba de encima.
Por la tarde, como había planeado esa mañana, fui con la moto al polideportivo. Reconozco que di más vuelta de la que debería, pero el tema del camino ya lo solucionaría más adelante, me bastaba con haber llegado.
Como en mi anterior ciudad, nada más entrar al polideportivo estaba la garita así que pregunté al conserje y me indicó la entrada al pabellón. No sé si sería porque eran las cuatro de la tarde o así de un lunes de finales de agosto, pero lo noté algo borde o antipático, ni punto de comparación con los conserjes de mi anterior ciudad, que todos ellos eran de lo más simpáticos y amables, y todos los días me saludaban al entrar o salir, aunque entrase y saliese mil veces.
Entré al pabellón vacilante. Era muy grande. Había cinco pistas, al parecer. El pabellón estaba dividido en dos: en la primera parte había una sola pista, grande, con gradas en ambas paredes; la otra parte estaba dividida en tres pistas, y con una grande en el centro, aunque obviamente solo se podía usar si las otras tres estaban vacías, y las gradas de esta pista no eran tan grandes como las de la otra, pero aun así cabría bastante gente. Entre ambas partes estaban los vestuarios, había seis vestuarios y los de los árbitros, y al final, al lado el vestuario 6, había una puerta que no sabía de qué era, y al lado de esta otra más, pero esta vez con un cartel indicando que ahí estaba el material deportivo.
Estuve curioseando hasta que noté que entraba alguien al pabellón.
Era un chico de entre veinte y veinticinco años, más alto que yo, aunque no tanto como mi hermano. Yo, sin darme cuenta, estaba en mitad de la pista grande, la 1, y él iba caminando en mi dirección. "Que vaya a la otra pista, por favor" pensé.
Pero no. Pasó por mi lado y unos cuatro segundos después se dio la vuelta y me llamó.
—Hola —me saludó en cuanto me giré; tenía una sonrisa preciosa—, tú no juegas aquí, ¿no? —no supe muy bien qué decir, así que me limité a negar con la cabeza y bajar la mirada— Y dime, ¿vienes a apuntarte? O, ¿por qué estás aquí en medio de la pista? —rió, haciendo que me relajara un poco, aunque no estaba segura de si trataba de ser simpático o solo se burlaba de mí.
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24 segundos.
Teen FictionLe había costado horrores conseguir amistades tanto dentro como fuera del instituto, formar parte de un gran equipo y un mejor club, ser excelente en los estudios y en lo deportivo, pero sin olvidarse de quién era y cuáles eran sus prioridades. Tení...