Capítulo 10: La foto.

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Al día siguiente me despertó el móvil. Con todo lo del día anterior no lo había ni mirado, y el domingo me encontré con mil notificaciones. Miré primero el WhatsApp, que fue quien me había despertado. Me había hablado Ane, también Leire e incluso Leah. También lo había hecho Dana.

"¡Laia! ¡¿De dónde has sacado ESA foto?!" me dijo Ane. Me reí al imaginármela gritando y toda histérica.

"Oye, Laia, no quiero meterme donde no me llaman pero tal vez... Bueno, supongo que ya lo habrás visto." este era de Leire.

"¿No crees que ha sido una mala idea? No me malinterpretes, yo estoy más bien de tu lado pero..." tampoco sabía a qué se refería Leah.

"Esto ha sido un poco demasiado, Laia... Ya te expliqué la situación, esto estaba de más..." con el de Dana ya me cabreé del todo.

No tenía ni idea de a qué se referían, ni a qué venía tanto mensajito a medias. Si era una broma no tenía ninguna gracia, pero luego lo pensé bien y se me hizo muy raro que precisamente ellas cuatro se juntaran para gastarme una broma, así que supuse que era verdad y las cuatro se referían a lo mismo, y no me costó pensar que sería sobre esa foto de la que hablaba Ane. "Pero, ¿qué foto?" me grité a mi misma por puro histerismo.

Decidí contestarles a las cuatro más o menos lo mismo, preguntándoles a qué se referían.

Seguí mirando las notificaciones. En Instagram me habían dado muchísimos "me gusta" a una foto que no se me cargaba, y me había seguido mucha gente también, entre las cuales se encontraban las del junior y gente que no conocía pero que por lo que vi, también jugaban a baloncesto.

Fui directamente a ver la foto y entendí a qué tanta agitación: César, Roberto y Alex se habían hecho una foto de los tres en la piscina y la habían subido desde mi móvil, en MI perfil. Y la maldita foto tenía muchos más likes de los que me gustaría, y comentarios de gente que ni conocía.

Estuve a punto de apagar el móvil y volverme a dormir, pero aún quedaba Twitter. También la habían subido los muy cabrones, y de nuevo, me había seguido mucha gente; la foto ahí también tenía muchos favoritos y retuits, cómo no. Estaba ya por pegarme un tiro.

Abrí la galería y tenía como mil fotos suyas haciendo la coña. Y por si fuera poco, también me la habían puesto de perfil en WhatsApp.

Estaba que me subía por las paredes, y eran como las ocho de la mañana. Se me ocurrió otra de mis ideas de bombero, pero esta sí la iba a llevar a cabo. Venga que si lo haría, aunque me cayese la bronca del siglo y un castigo monumental.

Bajé al salón y cogí la agenda de direcciones de mi madre de un cajón. Me desesperaba no encontrar lo que quería, y cuando por fin lo encontré me fui sin pensarlo dos veces. No me importaban las pintas que llevaba, me daba igual ir con unos pantalones casi de pijama y un jersey fino que me venía más bien enorme y me colgaba de un hombro; tampoco me importaba llevar el moño totalmente deshecho y una cara totalmente roja y con los ojos húmedos; me daba igual lo patética que fuese, me puse unas bambas y me fui.

Di más vuelta de la que pretendía, pero al final llegué donde quería. Saqué las llaves, que también había cogido sin permiso del cajón de mi madre, y abrí. Llamé al ascensor pero alguien lo estaba manteniendo ocupado. Acabé subiendo los malditos once pisos a pie, pero del cabreo no notaba ni el dolor de piernas. Once pisos, a pie. Eso no lo olvidaría nunca.

Una vez estuve en la puerta correcta llamé al timbre más que nada para hacer ruido, porque abrí con la llave y entré sin esperar a que me recibieran.

Y menuda situación me encontré.

—¡CÉSAR! —grité con fuerza en cuanto entré. Estaba durmiendo en el sofá, vestido solo con un pantalón corto. No reaccionaba. Alex, que estaba también sobando en un sillón e igual vestido, tampoco se despertó; y Roberto, que directamente estaba en el suelo, más de lo mismo, y ni se inmutó.

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