—Mira que sabía que serías la primera en leer el cartel... —no me hizo falta girarme para saber quién era. De todos modos me giré; por educación, claro.
En cuanto me di la vuelta vi a Alex, con sus pantalones cortos de chándal y su camiseta de manga corta ajustada. Estaba claro que se sentía muy cómodo consigo mismo, y que no le importaba en absoluto que la gente se le quedase mirando. Al momento alguien más entró por la puerta principal.
Cómo no, tenía que ser Javier, que entró un poco acelerado. Su sola presencia ya me ponía tensa, pero para terminar de hacerlo más incómodo se tuvo que quedar mirándome de esa manera tan suya, tan intimidante y atractiva a la vez.
Abrió la boca como para decir algo, supongo que buscando alguna excusa para echarnos algo en cara, pero se lo pensó mejor y la cerró al momento. Miró hacia otro lado un segundo y luego volvió la mirada hacia mí, levantó un poco la cabeza a modo de saludo y se fue escaleras arriba. Tal vez fue la luz, que yo estaba aún un poco dormida o que mi subconsciente seguía mostrándome cosas que no existían (como la confianza que se suponía que había entre Alan y yo), pero casi parecía que había sonreído. Quiero decir, que me había sonreído.
—Acaba... ¿Acaba de sonreírte? —preguntó Alex en cuanto Javier se fue; estaba casi tan perplejo como yo.
—¿Tú también lo has notado? —él asintió aún con la boca abierta— Pues, entonces, supongo que sí.
Nos quedamos mirando las escaleras mientras nuestros cerebros terminaban de procesar lo que acababa de ocurrir. Poco a poco fueron llegando profesores y alumnos.
—Bueno, lo que te decía... —retomó la conversación— ¿Estás pensando en apuntarte? —dijo señalando el cartel.
—Pues, supongo que sí. Si ponen ahí el cartel será para que la gente interesada se apunte —le contesté yo algo sarcástica.
—Pero Laia... ¿No crees que será demasiado? Además, será más bien rollo pachangueo, no son partidos del todo serios, no hay tanta competición en sí —me dijo, casi parecía preocupado—. A ver, no voy a negarte que sea divertido, y que haya habido años que se han hecho buenos equipos y molaba mucho, pero piensa que estás en bachiller, estás en el junior A, e incluso estás ayudando al sénior femenino, pero...
—¿Pero...? —le dije.
—No lo sé, Laia —se rindió—; a ver, no dudo en absoluto que tú puedas con todo eso y más, pero van a ser muchas horas y también vas a tener que estudiar mucho para sacarte el bachiller —sonaba casi como mi 'yo interior' seria y responsable.
—Sí, ya lo sé, sé en qué curso estoy, las notas que tendré que sacar y las horas que estoy entrenando; sí, lo sé perfectamente, no necesito que nadie me lo vaya recordando —le dije alzando un poco la voz; mi cabreo con Alan, y aún más, mi cabreo conmigo misma, lo estaba pagando con Alex, y no se lo merecía.
Nos quedamos mirándonos el uno al otro directamente a los ojos, cosa que si yo no hubiese estado tan enfadada no hubiese ocurrido, hasta que escuchamos el bullicio de mucha gente entrando al instituto. Enseguida se llenó de gente que iba y venía, pero ambos seguimos mirándonos, esta vez un poco más de cerca porque la gente nos había ido quitando espacio.
Por detrás de él vi pasar a Alan, que ni se molestó en mirarme. "Mejor, prefiero no saber nada más de él" me aseguré a mí misma. Aunque no era verdad.
—Lo siento —rompí nuestro silencio; mi cabreo había pasado de Alex a Alan de nuevo—. Perdona, de verdad —le insistí; él miró hacia la puerta por la que unos segundos antes había salido Alan. Dudé si le habría visto o no, pero borré ese pensamiento de mi cabeza enseguida—. Nos vemos luego, espero —le dije y me di la vuelta, no quería volver a tener que enfrentarme a su mirada. Sabía que estaba decepcionado, o cabreado, o ambas cosas. Me cogió de la muñeca y me hizo voltear la cabeza hacia él.
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24 segundos.
Novela JuvenilLe había costado horrores conseguir amistades tanto dentro como fuera del instituto, formar parte de un gran equipo y un mejor club, ser excelente en los estudios y en lo deportivo, pero sin olvidarse de quién era y cuáles eran sus prioridades. Tení...