El fin de semana no tardó en llegar y el sábado por la mañana aproveché para comprarme unas deportivas de baloncesto nuevas y algún equipaje más. También me compré ropa nueva.
Y fue saliendo de una tienda que me encontré con Ane. Iba acompañada de una chica unos años mayor, y bastante más alta que ella, sin embargo ambas eran muy iguales: de tez blanca, ojos claros, pelo oscuro y una sonrisa contagiosa. Las dos eran guapísimas.
—¡Hola Laia! —me saludó muy animada en cuanto me vio, cosa que me sorprendió bastante— Itxi, ella es Laia, la nueva jugadora del junior —le dijo a la otra chica—, Laia, ella es Itsaso, mi hermana mayor, juega en el sénior femenino —nos presentó. Como ya había notado en los entrenamientos, era una chica muy alegre.
—Encantada de conocerte, Laia. Llevan unos días comentando por todo el club de tu llegada, tenía ganas ya de conocerte —dijo Itsaso guiñándome un ojo, gesto que Ane solía hacer muy a menudo también. A mí se me encendieron las mejillas de pensar que alguien más sabía de mi llegada, cuando siquiera me habían confirmado la plaza. Supongo que ella lo notó, porque cambió de tema rápidamente—. Entonces, ¿vas a ir a los partidos de este fin de semana? —me preguntó. Yo negué con la cabeza diciéndole que no sabía nada— Hoy a las 19:30 juega el primer equipo masculino, es un amistoso, claro, pero aun así será un partido interesante; y mañana a la misma hora jugamos las del sénior femenino, también un amistoso —me explicó muy simpática. Se parecía tanto a Ane...
—Pues sí, supongo que me pasaré a verlos —me limité a contestar riendo, me sentía un poco abrumada con lo que me había dicho, pero sí quería ver los partidos.
—Nos veremos allí entonces —contestaron las dos casi a la vez, haciendo que se me escapara una carcajada. Era muy gracioso verlas a las dos juntas. Nos despedimos y nos fuimos cada una por su lado, aunque antes de irnos Ane me pidió mi número de teléfono.
Mis padres habían salido a hacer algunas cosas y comerían fuera, por lo que mi hermano y yo comíamos solos. Me tocó a mí hacer la comida.
—César, ¿ya has encontrado piso? —abrí yo la conversación.
—Sí, claro. Está por el centro, no muy lejos de la universidad. Tendré que buscarme algún compañero de piso, pero el piso ya lo tengo... —contestó bastante ilusionado, aunque en el fondo sabía que estar en una ciudad nueva también le asustaba un poco— Por cierto, mamá me ha comentado que fuiste a ver uno de los equipos de la ciudad, ¿qué tal fue?
—Bien, creo. Espero. Aún no me han confirmado nada, pero si he entrenado toda esta semana y no me han echado... —reí— Y si no hay más equipos en la ciudad, o incluso podría estar en el junior B. No estoy preocupada por eso, en realidad —esto último no era del todo cierto, pero no quería que él se preocupase por eso.
—Seguro que te cogen Laia, segurísimo. ¿Cuándo vuelves a entrenar? —me preguntó.
—El lunes a las cuatro, ¿por? —me sorprendió con esa pregunta.
—Curiosidad —se limitó a decir, y seguimos comiendo tranquilamente.
Después de comer subí a mi cuarto y me dejé caer en la cama. Puse la alarma del móvil a las cinco, por si acaso me dormía.
Pero no me hizo falta. Sobre las 16:40 mi móvil sonó. No esperaba ningún mensaje, por lo que no me di prisa en mirar el móvil y me volví a dormir, esta vez dejando que la alarma cumpliera su función y despertándome a las cinco.
Pese a la breve interrupción el dormir me había sentado bien. Ahí ya miré el móvil y vi un mensaje de un número desconocido. Lo abrí y era de Ane. En él me decía, básicamente, que si me apetecía echarme una pachanga con las del equipo antes del partido de los chicos fuese al pabellón a las seis. Al principio dudé un poco, pero le dije que sí.
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24 segundos.
Fiksi RemajaLe había costado horrores conseguir amistades tanto dentro como fuera del instituto, formar parte de un gran equipo y un mejor club, ser excelente en los estudios y en lo deportivo, pero sin olvidarse de quién era y cuáles eran sus prioridades. Tení...