Capítulo 7

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KyungSoo

La sensación de sus grandes y callosas manos sobre la piel era tan agradable que se me aceleró la respiración.

«Más fuerte. Frótame más fuerte».

—¿Puedo quitarte la camiseta? —dijo JongIn en un susurro.

Apenas fui capaz de encontrar las palabras.

—No creo que sea buena idea —dije con voz ronca, aunque, en ese momento, sabía que mi cuerpo pedía lo contrario.

—He visto la loción que tienes en la mesita de noche. Si uso un poco, seguro que acabo con esta tortícolis. No quiero mancharte la camiseta. De todos modos, está oscuro, KyungSoo. De verdad, no veo nada.

Tenía razón. Mientras me sacaba la camiseta por la cabeza, sentí que el corazón me empezaba a latir más rápido cuando mi pecho entró en contacto con el aire frío. A pesar de que habíamos planteado esto como algo inocente, lo cierto es que era de todo menos eso. Especialmente por mi parte, en realidad. Quería las manos de Kim JongIn sobre mí.

Se echó un poco de loción en las palmas de las manos y empezó a frotarme la piel.

Aaaah, el paraíso. Ojalá no estuviera disfrutando tanto de esto, pero era, de lejos, lo mejor que había sentido en mucho tiempo. Ahora dibujaba círculos lentos y firmes con la parte inferior de las palmas justo sobre el nudo más grande, en la parte superior izquierda.

Oh, sí.

Cuando tocó el punto justo, se me escapó un ruidito que ni siquiera reconocí.

Se rio.

—Es ahí, ¿eh?

—Sí, ¿se nota?

—Sí, está muy tenso. —Presionó más—. Lo tengo. Tú solo tienes que relajarte.

Se centró en ese punto con la palma de la mano mientras que con la otra se apoyaba en el lado opuesto de mi espalda. Pasaron varios minutos en los que me perdí en su tacto.

«Por favor, no pares».

Tenía la cara mirando hacia un lado, apoyada en la almohada. Sentí que su peso se desplazaba desde la esquina de la cama y se sentaba a horcajadas sobre mí, con una pierna a cada lado.

—¿Te importa si me pongo así? Es más cómodo para mí, pero, si esto te molesta, puedo pensar otra cosa, no hay problema.

Respondí con un gemido, todavía cautivado por su tacto.

JongIn dejó escapar una risita.

—Me lo tomaré como un sí.

Siguió usando ambas manos para masajearme desde los hombros hasta la parte inferior de la espalda, justo donde empezaba el trasero. No sé si habría sido capaz de rechazarlo si hubiera intentado llegar más allá.

—¿Estás bien? —me preguntó para tranquilizarme.

—Sí —respondí en un susurro apenas audible.

A pesar de los sonidos que salían de mí, que dejaban más que claro que estaba muy necesitado, JongIn se comportaba como un perfecto caballero.




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